Los ojos me miraban, me creía deforme, triste y frágil mis pasos culebreaban, sentí espanto a caer en un suelo sin piso sin fondo. La sensación desapacible de ser observado, escrutado, enjuiciado y penado sin la menor vacilación por aquellas miradas aguzadas, extrañas, violentas y dañinas. O al menos así las veía yo, en ese instante en que mi animo, como pluma de ave. Lo transportaba veloz, el aire del norte invisible se encumbraba y tantas veces, a tierra se despeñaba
-2008-