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El Reflejo de Los Sueños En Lunas Rotas (perdido En la Eterna Oportunidad) Ii Parte

Aromas de pieles de naranja exprimidas en noches frías, de calles gastadas de deseos de vagar con anhelos de excitación. Vírgenes en los portales de los primeros años, edades pobladas de ladillas, purgaciones... chancros sifilíticos...
Entró en la ducha y enjabonó el sensible olfato de la piel de Rubens, pintada en el lienzo de su piel en los cinco sentidos. Secó con la toalla los últimos interrogantes y perfumó su buen humor. Peinó las entradas, vistió la desnudez con tejano y cuero sintético. Le ajustó la correa al cuello y bajó con Jazz a la calle.
Walking the Dog por la calle Vertedero a trote ligero.
Caía una fina lluvia, le motivaba caminar en estos días grises. El agua permitía que se respirara con frescura, armonizando con la naturaleza de una ciudad selvática. Corrían los paraguas y los niños enfundados en obligados chubasqueros de colores chillones. Brillaba el suelo mojado y de los adoquines renqueaba una nebulosa que lo envolvía todo, creando una atmósfera surrealista que le recordaba el ambiente de las películas de Ridley Scott, en especial Blade Runner. Un futuro de lluvia ácida, superpoblación y alquileres en el espacio, con automóviles surcando la estratosfera. Sin bien ni mal... Alegato de replicantes con necesidades terrenales, buscando el milagro de la vida que sus propios creadores les privaban. La lluvia es una huida de la polvorienta secta existencial. Da sensación de libertad, de caminos sin rayas de horizonte, con puertas abiertas a lejanas tierras donde nadie es conocido.
Vamos a ver esa mano, ummm, una buena quemadura... ¡vale!, ya está. Te daré una pomada que va muy bien, te pones un poco por la mañana y un poco por la noche y lo cubres con una gasa, ¿de acuerdo? Acariciaba a su acompañante. ¿Cómo se llama?, preguntó con interés.
Andy Ló... aah, Jazz. Creí que me lo preguntaba a mi.
¿Jack?
No, Jazz. Igual que la música, se lo puse porque es negro y toca el saxofón.
El dependiente de la farmacia esbozó una sonrisa acompañada de una carcajada. El dependiente Jorge Venereo, resultó ser un melómano, un ávido lector, cinéfilo, historiador y tal como hablaba de la mujer, misógino. Obrero aburrido dando gracias a la esclavitud del trabajo, la vida... Después de llenarle el coco de "Duke" Ellington, Ella Fitzgerald, Louis Armstrong, Benny Goodman, Billie Holiday, Charlie Parker, Miles Davis, John Coltrane, Charlie Mingus y Ray Charles, con sus diferentes estilos desde los principios folklóricos de los negros estadounidenses traídos como esclavos, le contó sobre el poder negro, los espirituales, el blues... Cuando Andy decidió irse, Venereo todavía hablaba, gesticulaba y reía apasionadamente, contento de haber encontrado una persona que le escuchara tan atentamente. No le cobró la pomada y le regaló el libro "Niebla" de Unamuno. Se despidieron con un afectuoso apretón de manos.
Jorge Venereo charlaba por los codos, pero sabía lo que decía y Andy simpatizó con él, admirado de sus conocimientos y de sus mismos gustos. Disfrutó participando en la conversación y prometió acudir a las tertulias que daban los jueves en el bar de las Artes.
Acompaña el vaivén de la puerta de cristal de la farmacia. Por un instante piensa que hay demasiadas puertas en sus vivencias, que se alzan muros infranqueables. Conclusión, derrumbar barreras. A partir de ahora, él limitaría sus pasos al infinito.
Como proyectiles lanzados por arma de fuego, continuaron hasta llegar al Parque de los lagos. El único en Cosmopolitano. Antiguamente era una fábrica que cerró, pasaron los años y continuaba en desuso, desalojada, con la ayuda de abandono y las firmas de los vecinos, consiguieron tener unos bonitos y necesarios jardines con sus fuentes, sus juegos infantiles, bancos donde sentarse los ancianos que dialogaban al sol sobre historias de otros mundos. Las parejas de adolescentes besaban la mejilla de la ilusión en cualquier rincón. En un gran patio se jugaba a la pelota, patinaban o circulaban en bicicleta; también construyeron un frontón y en todo el parque se hallaban plantados un centenar de árboles autóctonos. Los perros trotaban por el césped artificial.
Andy fuma unos cigarrillos y observa el entorno "Maqueta del Edén", cansado de tirarle palos para que se los devuelva. Jazz es autodidacta, prefiere ir a su rollo, además no le encuentra el sentido a lo del palo, él era un perro libre, sujeto a su amo por cariño recíproco. No nos equivoquemos, a otro perro con ese hueso.
¡Jazz!, por hoy ya tienes bastante. Vámonos a casa, venga, ven aquí Jazz... Lógicamente Jazz no tenía ninguna prisa, se hubiera quedado un rato más. Pero había que obedecer al amito, que estaba pasando por un percance de lo más desagradable.
Guau, guauu, guauuu se despidió de los de su raza, que respondieron y a su vez, dieronle un ceremonioso hasta luego con un coro de ladridos, aullidos y un intenso tirón de correas. Los dueños hacían verdaderos esfuerzos por dominar la situación y mantener la calma. Gritaban que callaran y estuvieran quietos. Esto no era justo, primero les daban confianzas y al terminar de leer el periódico, dialogar con sus semejantes y presumir de chucho, ¡hala!, para casa, ¿tanta prisa había?, ellos estaban encerrados entre esas paredes que llamaban pisos, casi todo el día. Necesitaban explayarse y recrearse con los de su raza. Jazz le tenía echado el ojo a una linda Alsaciana de casta como él. Pero a saber si la volvería a ver en otra ocasión con más tiempo.
¡Baaaah!, estos adultos no nos entienden. ¡Qué vida más perra...!
"Angie, las nubes negras te acompañan", decían los Rollings desde un diminuto aparato que escuchaban unos rockeros, tendidos en la hierba, pasándose un "peta" de maria. Andy tenía treinta y nueve años y había prescindido de las drogas, mas no del psiquiatra que le recetaba sucedáneos permisivos legalmente, para que pudiera conllevar el pasado ayer y el presente hoy, con el futuro de un mañana orgánico.
Pensaba en el colgado de su psicoanalista. ¿Necesitaría también terapia?
Iban a cruzar una calle "frecuentemente intransitable". Avanzaron cuatro pasos, Jazz notó el peligro cerca. Por la izquierda y en contra dirección, un vehículo deportivo venía derecho hacia ellos, a una velocidad extrema, acción inusual siendo un carril peatonal con garantía de ocio. Sin duda el auto criminoso les embestiría si no actuaba deprisa, ya que Andy no se había dado cuenta. Estiró de la correa con todas sus fuerzas, agitándose y ladrando, dio la alarma empujando de un formidable salto al dueño distraído, en el mismísimo instante en que el coche pasó como un rayo. Hombre y can cayeron en unos matorrales, saliendo con arañazos y sin número de matrícula.
Los transeúntes le preguntaban si estaba bien, si quería que le acompañaran al dispensario de "Cuatro Calles", que estaba allí al lado. Maldecían a gritos al temerario conductor.
Andy agradeció el vivo interés de la acrisolada congregación y marchó después de examinar minuciosamente a su lobo salvador. Bueno, por suerte no había pasado de un fuerte susto repentino e inesperado, aunque temió que guardara en el peor de los casos, relación con la casualidad premeditada. En adelante "por si las moscas", tomaría precauciones y vigilaría de no dar la espalda a la gente malintencionada.
Leyó su supuesto nombre, Edgar García, en el buzón, junto al de su hipotética compañera de reparto, Marta Rubens. Letras en relieve, mayúsculas y plastificadas. Bastante gastadas, lo que demostraba que no era reciente el cartelito. Sólo propaganda, nada de correspondencia. Subió las escaleras llave en mano, entró en el piso, encendió las luces sin titubeos, conocía el recibidor a pesar de no deducir claramente la situación. ¿Cómo se entiende que viviera sin respirar?
Agudizó el esfuerzo de concentración por cerciorarse de algún paso no realizado, ¿cometió un error de cálculo? Rechazó las voluntades involuntarias que desmenuzaban los fundamentos creenciales para justificar el raciocinio de este aparente fenómeno... ¿paranormal?
En el estuco del comedor, dos copias regateadas del cubismo sintético de Juan Gris. Cuadros que él mismo había comprado un domingo en el mercadillo artesanal "Buscando tres pies al gato", puestos ambulantes de venta al por menor que bordeaban el malecón del muelle "Olas de pena en playa seca". ¿Significaba que llevaba una doble vida?, ¡qué estupidez! Con todo, fusionaba con las dos, empero no recordaba bien una ni otra. Circulaba por alturas espinadas, en un velocípedo tándem, con una existencia en cada sillín, pedaleando con las cicatrices de nacimiento a piñón fijo, manillar sin manos, rodaba la corona dentada en el engranaje que la cadena grasienta retenía en mordedura de campanas de borrados y tachados telares de infancia. Llagas abiertas a un siniestro conjuro catapultado al fracaso, aislado de multitudes de días tal vez memorables echados al ahogo de aguas turbias, bajo el puente inagotable de piedras cronológicas.
Descartó este aliño de conjeturas por inexistenciales, falta de exactitud y pruebas contundentes. Continuaría buscando la panacea Universal.
Pese a sentirse raramente familiarizado con la casa, pues reconocía sus habitáculos, siempre existía un pero... aquel no era su hogar y allí no estaba roto el cristal de la ventana, no chirriaba el sillón, ni siquiera era de muelles.
Empezaba a hartarse de aquel juego y su cruel partida y aún más cuando se apagaron todas las luces.
Sacó dos velas de un cajón y prendió una cerilla encendiendo la torcida de algodón, iluminando al acto el lugar con la difuminada claridad de los parches oscuros de sombras cimbreantes. El ambiente era idóneo para la intimidad de una pareja, una cena fría, para una velada entre amigos con música de fondo, para teorizar temas místicos, bailar con las emociones, para llorar con sentimiento, para una noche bohemia y poética. Pero para nada en su estado de desconocimiento, de inseguridad, aunque... ¿cómo había adivinado que las velas se encontraban en el cajón elegido? Fue directo a él, completamente convencido de hallarlas. No había duda de que la casa estaba impregnada de huellas suyas. Caprichos del destino.
Un soplo de aire helado apagó las minúsculas llamas, se proponía rascar otra cerilla; antes quedó mudo, estáte quieto , prometióse mismamente. Se oía una voz tenebrosa, el viento gemía, caían candelabros, figuras de porcelana, las hojas de los árboles revoloteaban entre el vendaval de tallos cortados. Andy López sentado en un banco de piedra, abrochó la cremallera de su cazadora de cuero viejo; al lado, su padre borracho bebía de una botella envuelta en papel mojado.
¡Padre, que haces tú aquí!, le espetó con dureza.
Eh, amigo, déjeme en paz. Yo a usted no lo conozco, lárguese y no me sermonee, coño, todo el mundo se cree con derecho a meterse en mi vida. ¿Sabe lo que le digo?, que se vaya a la..., ya no se oyó más, el indigente se mezcló con las notas de piano que sonaban ahora, justo cuando las campanas marcaban las horas de los difuntos. Allegro, minueto, presto. No pasaba ningún vehículo, espera, sí, por ahí viene uno. Corrió por el desierto con los brazos levantados, señalizando para que se detuviera. Pudo ver con absoluta nitidez al conductor, ¡era Andy!, pero él era Edgar. Dos disparos sonaron, dos impactos al corazón. El coche le golpeó haciéndole saltar por los aires, desde el alto trampolín se zambulló en las aguas refrescantes de la piscina del hotel Caribeño, estaba en su punto... ¡qué bueno! Subió la escalerilla, se secó con una toalla y se estiró cuan largo era en la hamaca de telas terapéuticas. A su izquierda un hombre tomaba el sol, lo miró dos veces para no equivocarse, le conocía, esa barriga era inconfundible. Aún así quiso asegurarse, le pidió fuego, el hombre se giró y le dio lo que pedía. Andy encendió el cigarro con el fuego de un mechero dorado que le ofreció... ¡El Hombre Orquesta!, ¡vivo!, con las tripas dentro, tomando un aperitivo con una chica joven en top lés. Quiso decir algo, lo intentó, el hombre no le hizo caso. Parecía que el único sorprendido era Andy.
Por favor, estamos ocupados. Traiga un martini con limón a la señorita, dijo mientras la besaba tranquilamente. Tenía gracia, le había confundido con el camarero. Alguien le hacía señas desde el bar, cuyo rótulo rezaba: "Para más I.N.R.I.". El dueño sería católico y probablemente judío, nada que objetar. Cada cual ponía el nombre que le daba la gana a su bar y era libre de creer o no creer en la iglesia, o de ser un bromista y poner un letrero rebuscado...
Hilarión, atiende la mesa cinco y cobra a los señores de la siete, que ya se van.
Se miró, sin dar crédito, aquello era una enorme nube tormentosa que arrasaría estrepitosamente, alud de nieve sepultando injurias y muñones de batallas contemporáneas, dejando un rastro de estalactitas y estalagmitas a modo de Sodoma y Gomorra, Adnia y Seboyim. Castigo contranatura.
Se miró de pies a cabeza, vestía de uniforme, no le agradaban los uniformes, despersonificaban la escasa personalidad que quedaba, masificando caracteres. Se desprendió del chaleco, la única prenda que poseía la indumentaria sin que nadie se escandalizase por su ausencia. Lo plegó y lo dejó sobre la barra del chiringuito.
Señor Pérez, me despido, búsquese a otro que aguante su látigo.
Vete, vete, ingrato, después vendrás a pedirme que te deje volver. Ya te lo digo ahora y muy en serio: ni se te ocurra, no quiero verte por aquí.
Hecho un ovillo desencajado, Edgar, Andy o Hilarión, subió en el Cadillac de un cliente al que guardaba las llaves; como un autómata lo puso en marcha y pisó el acelerador convirtiéndose en fugitivo "fuera de la ley". Atrás quedaban los dueños con el puño en alto y María Callas en el hilo musical.
Condujo durante horas por una carretera rodeada de paisaje desértico, cuyas dunas se arremolinaban y creaban vientos de arena en polvo que le hacían cerrar constantemente los ojos, lo que le dificultaba la conducción. A cada azote, el viento rugía de forma espectacular, con un estridente siseo de estremecimiento. Esperaba en cualquier momento ver resquebrajarse la tierra y emprender una caída infernal en picado. No conocía el sitio, parecía una de aquellas largas carreteras californianas que recorrían Dennis Hooper y Peter Fonda en "Easy Rider", de vastas y áridas extensiones, encontrando en esta "Road Movie", su destino. Un film generacional que marcó toda una época. Magistral la melopea de Jack Nicholson fumando su primer porro y su posterior discurso verborragico sobre marcianos. Importante la música de Jimi Hendrix, Stepenwolf...
Pare aquí mismo, exclamó.
El taxista le devolvió el cambio y se perdió en una densa niebla de pequeñas callejuelas de barrio.
Andy reflexionó, hizo cábalas, meditó, consideró, estudió, supuso, reprodujo, analizó, interpretó, confeccionó, construyó, examinó...
¡Eeeh!, hola Andy, ¿qué haces colega?, te veo muy pensativo...
Era Andreas, vecino y amigo de la infancia.
Pues ya ves tío... por aquí...
Ya me enteré de la movida, joder qué pasada ¿no?, qué chungo, ¿has leído los periódicos...?
No... bueno, algo me han contado...
Tranqui, yo te lo cuento. Pues mira, el tío en cuestión, sí, el muerto, resultó ser un cabrón. Había estado en el "meco" por varias violaciones a menores. Le denunció su propia mujer por vejaciones y malos tratos, se ve que no todo acababa ahí, también abusaba de sus dos hijas de diez y doce años. ¿Te das cuenta amigo?, unas niñas que quedarán marcadas, traumatizadas para el resto de sus días. Tendrían que habérselo cargado mucho antes, se lo merecía el hijoputa. Para mí, y te lo digo en serio, el asesino es un héroe... y ya me conoces, sabes que soy pacifista. Pero este no es un caso de violencia gratuita...
No, ya... pero, bueno si todo eso es verdad, tendrías razón. Y la persona que se haya tomado la justicia por su mano... merece un premio ¿no?...
Cierto, colega. Te noto afectado, es lógico... oye, ahora que pienso, esta noche hacemos una pequeña fiesta en un local que hemos alquilado para ensayar...
¿A sí?, ¿ya no estáis en el de la esquina?
Qué va, lo dejamos la semana pasada, no, la anterior, era demasiado cutre, este no deja de ser un antro, pero más ganso y mejor insonorizado. Hoy lo inauguramos y nos gustaría tener un poco de público. Ahora sonamos mucho mejor, ¡ostras!, ¿cuánto hace que no nos escuchas?, ¿medio año?, ¡más de seis meses!, estamos muy desconectados últimamente. Ahora esto va en serio, somos profesionales, quién lo iba a decir ¿eh? Además tienes que venir obligado, tocaremos una de tus letras, sí hombre aquella del "Loco del sueño", va, te esperamos. Les darás una sorpresa a los chicos, se alegrarán de verte, con lo del tío que ha palmado, sales cada día en nuestras conversaciones. Bueno, te voy a dar las señas, es en la calle "de la sangre" esquina con la de "cuchillo afilado", en el número veinticinco. ¿Tienes un papel?, ¿no?, espera yo tengo.
Escribió la dirección en un papel de fumar verde y se despidieron varias veces.
Venga, hasta luego. Procuraré ir a veros tocar, me hace ilusión y supongo que me irá bien ver a la gente, se guardó la dirección en el bolsillo.
Claro que te irá bien, joder, es lo que necesitas, cambiar de aires aunque sólo sea por unas horas, ¡ah! y vendrán unas tías muy legales que conocimos cuando tocamos en Cadaqués... a ver si te enrollas... que la soledad no es buena compañera...
Yo creo que si la buscas, la soledad es la inspiración de una poesía, la armonía del pensamiento, respirar con el alma un paisaje... pero, cuando no la anhelas, la soledad es desespero, es un puñetazo anímico, un sigilo sin sentido que acaba en el vacío, voces de silencio en el espacio de la sinrazón... la locura más oscura y sin salida, prisionero del ansia...
Vale, vale, para el carro, jo, no veas como te comes el "tarro" ¿no?, tienes que ser positivo, ver las cosas del lado bueno. creo que era Goya el que pintó un hombre dormitando sobre la mesa y bestias en el entorno, "El sueño de la razón produce monstruos", así se titula el cuadro. Tú te pasas el día pensando, engendrando situaciones límite y eso no es nada saludable; recrea la mente con agua fresca, llénala de detalles representativos de valores esenciales en la vida, sentimientos que valgan la pena, sé óptimo, ya sé que no es fácil pero hay una palabra que es la cumbre del equilibrio, con la cual es más hermosa la existencia y te hace amar lo sencillo y comprender maneras de ser, esa simple palabra es "ilusión", búscala compañero. Te conozco hace muchos años y te sigo apreciando cantidad y un consejo es que intentes ser más sociable y disfruta de tu instinto más salvaje, el primitivo desenfreno, la bacanal de la comedia y la risa es necesaria...
No veas si tienes labia, Andreas Papas Rodríguez, luego dices de mí. Vaya filosofada... te lo agradezco y tienes toda la razón del mundo. Por cierto ¿no pertenecerás a alguna secta?, sonrió amigablemente.
Rieron un rato y recordaron momentos de su pasado común. Volvían a la niñez, a la infancia, a la adolescencia por un breve pero intenso instante.
Oye y ese vendaje de la mano...
El Sargento Martini me quemó con el puro.
¿Qué? Un día se lo meteré por el culo. Seguro que iba bolinga, ¿verdad?, claro, qué tipejo más impresentable... bueno amigo, voy a ensayar los últimos acordes para la noche. A partir de las once estaremos en el local ¿vale? Venga, hasta luego... y recuerda, alegría y a luchar... tú y yo somos supervivientes, ¡hasta la noche!
Diez pasos, luego giráis y disparáis... ya sabéis quién gana... uno, dos, tres. Andreas había sido su mejor amigo en cierta etapa de la contradictoria pubertad. Habían recorrido juntos el serpenteante túnel del tiempo y con un hambre voraz destaparon "cajas chinas", probaron sin digerir los frutos prohibidos de la civilización. Le llegaban a la mente las inacabables noches de tertulia y borrachera, los viajes "a dedo", la aventura cosmológica y las calles mojadas de entonces. En muchas ocasiones se infiltraba, perdiéndose en aquellos días de psicodélia, espiando, escarbando secretos bajo el techo de nostalgia y añoranza, rememorando los sentidos iba hojeando con piel de gallina, cuadernos de fotografías muy mal hechas, mal enfocadas, algunas ni se distinguía de lo borrosas, pero daba igual, eso no importaba, eran fiel testimonio y prueba de una esencia que se mantendría siempre intacta, con un valor sentimental y una pureza endiabladamente espiritual y emotiva de unos niños que crecen atónitos y son sorprendidos por un mundo hipnótico, destruido por la sorna inhóspita, hostil, cruel y vil de unos en detrimento de los demás y viceversa.
Las víctimas son siempre los indefensos enanitos del bosque y la dulce Blancanieves.
Como una estatua, sentado "In Albis", apoyado en la barra petrificada del café "Odisea espacial", navegaba en el ambiente Underground Futurista. Mezcla Factoría Warhol con marcada tendencia y culto a Kubric. El camaleónico Bowie duque blanco, toca al saxo una desgarradora pieza de Funki Jazz Rock. En las paredes hay imágenes históricas del primer paso en la Luna, Graffitis del metro y calles de Nueva York, Otis Redding, el rey del Soul, micrófono en mano, cantaba a dúo con la Dama de los espirituales, Aretha Franklin, la voz más negra del Universo, una canción "A capella" desgañitada, tensa, con unos coros increíbles que desde luego llegaban al Soul (Alma). Por otro lado, enganchados con chinchetas estaban Lou Reed, Nico y John Cale, formación de la legendaria Velvet Underground. Un póster muestra a "Divine" lamiéndole la ésta, a una Drack Queen acariciándose las tetas. Este café musical (ahora sonaba Edith Piaff), era un mausoleo de arte contemporáneo, lleno a rebosar de carteleras con películas destacadas en la historia del Séptimo Arte.
Andy tomaba su "leche enriquecida", entretenido en un minucioso repaso del meteórico formato artístico. Fotografías en color, beige y blanco y negro mostraban la sinopsis de los siglos transcurridos y embotellados para algo más que decoración. Un verdadero reportaje institucional de progreso y retroceso, uso y abuso. Un extenso elenco cultural preso de antesdeayeres y pasadomañanas. El "Odisea" era un macro bar museo empapelado por los chantajes del tiempo. Copito de nieve se reía de la historia, Einstein le sacaba la lengua, Hitler saludaba en el discurso de los Juegos Olímpicos de Berlín. Serigrafías de sopas y hongos atómicos, el Pop Art se codeaba con Mao, Carlitos y Snoopy, Ghandi o la Madre Teresa de Calcuta. Roy Lichtenstein dedicaba su visión estática hacia un Picasso azul cubista, a un Dalí psicótico delirante hiperlúcido, a un enfermizo Modigliani negro... a un cartelista circense y cabaretero Toulouse Lautrec. Músicos con pincel, pintores con clarinete. Escrito entre líneas a doble espacio. De los amplificadores "Que largo y curvo camino" del doble disco blanco de los Beatles. Gestos inmortalizados de presidentes, papas, emperadores, Peter Pan y El País de Nunca Jamás. Esculturas florentinas, una biblioteca de clásicos y comics, pensadores y metafísicos alemanes. Una cámara de los hermanos Lumière, más inventores, más películas, directores de cine, asesinos en serie en rincones oscuros, niebla y luces fundidas, truenos, fuegos, efectos especiales, pescadores de imágenes. ¿Qué no había en el "Odisea"? Andy López dio un respiro a las pupilas, cansadas de ver y leer los pequeños "pie de letra" de cada recuadro aspirado por pipa de agua. El Mundo está aterrizando en el "Odisea", abrochense los cinturones. Encendió un "pito" y exhaló con ganas la primera bocanada, se atragantó con el humo de la chimenea, la tos bronquítica asmática le hizo jurar dejar de fumar, tenía los pulmones demasiado cargados . Ya a los once años intentaba por todos los medios dejarlo, sin éxito... fracaso precoz.
El único bicho viviente que desentonaba en la Naturaleza, piensas bien, era el humano. Quizá por lo de civilizado llevado a extremos. En demasía, se volvía en contra renaciendo un "pura sangre" salvaje y traidor a los principios del pensamiento correcto y la obra del buen juicio. Andy admiraba y detestaba a ese ser de raza mezquina, ultrajante, dominante y manipuladora, sentenciado a retornar libertades y espíritus benignos sin acercarse siquiera a sí mismo.
Callejeó un rato en solitario. Anduvo sombrío por las brasas de fuegos apagados. Todavía percibía el olor a tanto. Hoy cabía esperar que hubiera desaparecido el silencio, guardado en el armario, junto al vacío y melancolía de una percha. El Alma empotrada en la calma de una caja de zapatos y un amuleto sin atributos.
¿Porqué no duermes niño, tienes miedo a soñar? Anclada la infancia en ceniza de azares. Condición y estampida de consecuencias. Sentado en el suelo de los avatares de la vida, quisiera acabar la página. ¿Por favor... el futuro...? Perdón, soy nuevo aquí, pregunte en la tienda de al lado. Collar de piedras, símbolo de desencanto, mirando en el espejo el responso aislado en quieto reflejo de esperpento.
Pancartas en la calle "Manifestación"... Tú no entiendes lo que yo no me explico... qué escondes, qué sabes... sólo imagino, qué sé, qué oculto, porqué pregunto si no respondo.
¿Qué te atormenta?
Envejecer, me atormenta obsesivamente sólo el pensarlo, no me sé ver con la edad deteriorada y el físico... la mente. Vegetar y que no pueda valerme por mí mismo... estoy a favor de la Eutanasia ¿vale?
¿Algo más?
¿Algo más? Bufff, sería más fácil decidir las cosas que no me obsesionan. Hemos dicho que envejecer... ummm, no podría, ¡si ya me siento viejo!, quisiera morir relativamente joven y de forma noble. También me aterraría perder la inspiración, me siento fatal ante la hoja en blanco y que Imaginación me gane la partida quedándome en su ausencia. Suena trágico y para muchos insustancial, pero si mi mano no escribe ¡cortádmela!, sin musas me mataría, moriría de pena, como los enamorados del ramo del romanticismo.
¿Hay alguna cosa más?, insiste.
Cuando contaba con diez, once años, dormía con Poe. Supongo que de esas noches proviene la enfermiza mortificación por ser enterrado vivo, igual que aquella enfermedad llamada, creo, catalepsia, ¿no?, que antiguamente ocurría con demasiada cotidianidad, dado por muerto, enterrado bajo tierra y despertar dentro de la caja fúnebre, ¡Dios, qué agobio! He leído que se han encontrado infinidad de ataudes, una vez abiertos, arañados hasta la saciedad, con las manos y rostros agarrotados y el horror dibujado en la falta de oxígeno. Ya me he preocupado de que no me ocurra, di mi cuerpo a la ciencia, a ver si por lo menos muerto sirvo de algo. Y para no aburrir terminaré diciendo que me da pánico la propia vida, la enajenación de los demás y un adiós con la estela de risas enlatadas...
¿Un deseo?
Vivir sintiéndome vivo y... borrar todos mis tormentos.
Una fuerza emanaba del centro del Globo terráqueo, como magnetita pura, imantada con el poder de un tornado y él se encontraba en su interior, eclipsado sin remisión. Un extraño fenómeno se produjo: las agujas del reloj de pulsera iniciaron una regresión cronológica, girando a velocidad inminentemente vertiginosa, giraron las manecillas, sí, en sentido inverso y en un tiempo micromilésimo. Tinta blanca, agua de noche, dame coherencia o clávame la oscuridad de la media luna con su estrella, compañera inseparable. Cambió la intensidad de la luz del día.
El reloj neumático se detuvo a las tres de la madrugada. Bueno, por lo menos ya habían dejado de ser las cuatro. Andreas Papas Rodríguez decía que pensara positivamente.
Una puerta se abre y entra una sombra a contraluz, produciendo una niebla celeste. La misma puerta se cierra y la habitación queda completamente a oscuras, ¡pero está al aire libre!, no existen paredes, es un gran descampado sembrado de cruces. Las tumbas del Camposanto le rodeaban como plantas de enredadera que desearan abrazarle, quizá ahogarle. Sus pies estaban descalzos, cayó al suelo arrodillado frente a una lápida, se persignó por vez primera en treinta años. Los ojos le parpadeaban nerviosamente, pedía perdón. Por caridad, sin represalias, suplicaba oscilando el cuerpo a punto de perder el equilibrio. Comprendió que no podía seguir así por más tiempo, que no solucionaría nada con esta actitud. Adelantaría el programa de rebobinaje de su ¿destino? En cualquier caso, sintióse "Humillado y Ofendido", se levantó con esfuerzo, le dolían las rodillas. Encendió un cigarrillo y expulsó el humo que se unía a la densa niebla y al aliento que sin fumar, del frío, brotaba al respirar.
Dos focos iluminaron el valle, apagándose brevemente. Después, de nuevo se encendieron y otra vez se... era como las lucecitas que adornan el árbol de Navidad, ¿era la contradicción?, ¿un mensaje revelador de máxima relevancia del que él no llegaba a captar el intríngulis (intención solapada)?, ¿no venía marcado con un asterisco y la explicación al final de página? Lo inmediato era escabullirse de aquel lugar. Las sombras de los cipreses esparcían la agitación. Las sombras pisaban al hombre. Gigantes quebrantahuesos planeaban bajo, asustados por las turbulencias, rozando a una presa aterrorizada que escapó de sus garras por los pelos, adentrándose en el interior de una cueva. Creyó estar a salvo hasta que oyó a su espalda un rugido felino, ¿qué era aquello, un león, un tigre... la autopsia de un espejismo? Prefirió no quedarse para averiguarlo, abandonando al minino que volvía a "maullar". Por todas partes se escuchaban metalizadas, a través de un quedo altavoz , voces escogidas de la ultratumba. Maquinal entierro de llantos, lluvia de lamentosos meteoritos. Ráfagas de metralla en el pecho, caída mortal; yace un hombre bocabajo. Andy, solidario, se acerca y le da la vuelta, ¡es su Padre!, ese saco de plomo es su Padre que quiere abrir la boca y lo hace con dificultad, soltando un chorro de sangre que cae por las comisuras de los labios, débilmente los mueve. Pide un último trago. Andy no puede dejar de mirarle, sin oir hélices ni valquirias, ¡es su Padre!, la mano tienta y encuentra la botella de vino, la descorcha y levantándole la cabeza, le da de beber.
Hijo... lo siento... me avergüenza tener que pedírtelo, tienes que hacerme un favor, bueno son dos... dime que lo harás...
¡Oh sí!, claro Padre... pide lo que quieras, prometo cumplirlo... Padre...
Una sincronización en la mirada agónica, intensa, le dio el suficiente entendimiento para saber lo que tenía que hacer.
Claro, Padre, entiendo, lo haré, no te preocupes...
Con ojos empañados desabrochó los botones del pantalón del moribundo y extrajo un miembro medio erecto. Andy bajó la cabeza hasta él. Poseyó el único resquicio de vida que le quedaba al pobre viejo, un hilo pasional que acariciaba el primer y último contacto en sus vidas.
Bien, hijo... ahora busca en mi bolsillo, balbuceó indicando la chaqueta que le cubría. Andy registró deprisa. Encontró tabaco, cristales rotos, un antiguo reloj de bolsillo del Abuelo, el Contrabandista , unas cerillas sueltas, una gorra plegada de algodón y... ¡Dios, esto no...!
Sí, hijo, es lo que te pido. Esto duele mucho ¿sabes?, tengo las vísceras casi fuera y me arden, no resistiré tanto dolor.
Andy sostenía la pistola que había sacado de uno de los bolsillos.
No puedo hacerlo, no me pidas... ¡te llevaré a un hospital y te curarán! Ya verás, Padre, agarrate a mí, te ayudaré a levantarte, te curarán, sí...
No hijo, no saldré de aquí. Dame la mano, no mejor aguántala con las dos, es más seguro, te tiemblan demasiado, ¡no seas capullo!, pon el cañón en mi boca. Será un simple trago más, vamos, no me daré cuenta... el tiro de gracia, hijo no me dejes sufrir, voy a morir, lo sé. En el mundo en que estamos no hay centros hospitalarios, de aquí no se sale conscientemente... vamos, aprieta el gatillo... no me niegues el tiro de gracia... hijo, quiero morir con dignidad... merezco tu perdón Dios, aunque me las hayas hecho pasar putas, agggg, no lo pienses más. Deliraba, sus ojos se extraviaron quién sabe en qué momento de su errante deambular por la carretera que no lleva a ninguna parte.
Cinco segundos y sonó un disparo y el nacer de un llanto entrecortado, rabioso, preguntándose qué había hecho. Abrazó a la muerte exclamando, ¿porqué me has obligado, porqué? Con el revolver en la mano emprendió una carrera con el diablo por aquel maldito cementerio, buscando una entrada o una salida que intuía en el mismo itinerario.
Desafiando al aire, disparó, ciego de cólera y resentimiento.
Una voz grave, potente, le llamaba produciéndole escalofríos. La tormenta empezó a caer con tal dureza que levantaba las tumbas que se hallaban en el suelo. En pocos minutos el terreno se volvió pantanoso, tropezando con huesos y flores de plástico. Costaba andar por el barro que le cubría ya los pies. El viento había arreciado, alcanzando los ciento cincuenta kilómetros hora, derribando todo lo que se interponía en su paso creciente. Andy, amparado por unas providenciales rocas veía pasar rodando o volando cruces, árboles arrancados con sus raíces, calaveras desgastadas, polvo que decidió las cenizas de la vida.
En uno de los pocos momentos de lucidez, pensó que no podía perder el rastro de la puerta luminosa. Cuando la divisó, el agua enfangada le llegaba a ras de las rodillas. La traspasó, cruzando mundos o por lo menos esa era la intención pretendida. Allí estaban los luminosos neones de los bares. Andy se sintió abrigado, aliviado por la globalización, lo que más odiaba, las masas caracterizadas con uniforme humano y preciosas máscaras de ridículo amaneramiento. Recordó una imagen de un libro de historia cuando estudiaba el preciosismo de la sociedad francesa en el siglo XVII.
El reloj de cuerda marcaba las nueve menos cuarto, los chiringuitos estaban repletos a esa hora porque televisaban un partido interesante de fútbol de dos equipos de primera división en la liga española.
¿Me pone una cerveza y un bocadillo de tortilla?
¿Quinto o mediana....?
Mejor una jarra de barril..., gracias.
En el espejo del lavabo se miró de la cabeza a los pies. Mojado sin llover. Tenía un aspecto lamentable. La gente no se había percatado porque el balón les mantenía en trance. Atrapados por la pequeña pantalla, gritaban enfervorizados, vitoreaban, insultaban eufóricos a los jugadores, al entrenador, al árbitro, al presidente del club, a la afición rival... ¿aquello era un deporte? La humanidad se sujetaba con muletas. Quizás Andy fuera la desmedida, la antítesis de la paradoja, el veinte por ciento del pensamiento de la población, sí, seguramente se quejaba de todo, refunfuñaba y se había vuelto huraño urbanizador de la razón, despotricando esto y lo otro, repitiendo siempre las mismas palabras nefastas, inductoras a la depresión. Sí, desde luego se comía el coco cantidad... pero es que no podía entender la mayoría de las cosas que con un poquito de esfuerzo serían problemas solucionados. Pecaba de ingenuo... de inocente. Nunca aprendería...
Entendía el deporte necesario y muy sano, incluso la competitividad podía llegar a ser escalafón o plataforma de la amistad, claro que miraba el lado positivo. Pero lo que antes se denominaba deporte, ahora, llevado al paroxismo, era un hipnótico para dormir las malas conciencias y poder dominar fácilmente a los ciudadanos cada día más cruzados de brazos.
No podía entender el gran movimiento de dinero que se manejaba y lo que es más, la ironía de las pobres gentes que lo generaban; muchos de ellos no tenían para dar de comer a sus hijos. Eran los más entusiastas sin conocer la derrota del fanatismo. Decididamente el Balón pie era un negocio político mafioso, uno más de ellos, entrando en todas las casas, asolando en la prensa rosa del corazón, iniciando sucesos violentos, enfermizos, dejados sobre las gradas de los campos... rabia, racismo... y sangre. Mas líbranos del mal, amén.
Cada jugada polémica, cada gol, venía seguido por petardos y cohetes.
Al margen de la historia, Andy se secó y adecentó lo mejor que pudo. Comió, bebió, pagó y marchó lo más discretamente posible entre los jalonados gritos de los hinchas histéricos que habían presenciado un tanto de su equipo.
¡Joder con la peña!, dejadme pasar, por favor, que voy a salir a la calle.
¿Qué pasa, es que no te alegras de que hemos marcado? ¿No serás un cabrón del otro...?
No, no, que va. Me alegro un montón, estoy contento y satisfecho, por eso me voy, porque ya sé que ganamos...
Oye espera, olía a litros de cerveza . Colegas, aquí tenemos a un detractor que se burla de nuestra afición y de nuestros colores.
Démosle un escarmiento para que no vuelva a venir por aquí, traidor.
Lo agarraron entre no sé cuantos, lo zarandearon, le golpearon y maltrataron, echándolo a patadas a la calle. Todos reían, se había cumplido su ley. El tiempo seguía estando en el mismo lugar. ÚItimamente el suelo se había convertido en su trono y lo ocupaba asiduamente.
Pese a los moratones, Andy sintió alivio... después de la tormenta llegaba la merecida calma. La vida no le había dado ningún abrazo, así que no tenía demasiado que agradecer. Andy el perdedor, se decía que los perdedores son los verdaderos artistas de la existencia resumía su pasado en una lucha de espermatozoides, de la que por desgracia resultó ser el ¿vencedor?, penetrando en la trompa materna, el útero y la estancia en la placenta. Fueron, se atrevería a decir, los días más felices . ¿Porqué su Madre no había abortado?, le habría hecho un gran favor.
No conseguía encontrar un sendero que le llevara al equilibrio, a la estabilidad de una vida cerebrada. La ambigua leyenda de múltiples personalidades, ramificaban sus mentes por distintas morales, instintos secretos jamás compartidos por la memoria guiada por la diversidad de almas y corazones. Como vulgar baraja de naipes marcados y repartidos en infiernos que comenzaban a arder. Arrepentimiento, buena conducta. Un tropiezo y otra vez a la celda de castigo. Hoy no había platos sobre la mesa. En la radio música clásica, el último que cierre la puerta...
Una barquita en el Pacífico navega en aguas de seda, sin tripulación.
Qué puede haber más sensato que los elementos unidos en calma.
Hoy no vas al colegio, hijo, tienes mucha fiebre. Levanta un momento y siéntate aquí, acercando una silla mientras te hago la cama.
Acatarrado, se adentraba en la limpia suavidad táctil de sábanas perfumadas de acogedora protección y lazos emotivos de seguridad.
Te quiero mamita... te quiero mucho... ¿me vas a contar un cuento?
Mamita también te quiere, pequeño. Más que a nada en el mundo... claro que te voy a contar un cuento.
Sentándose al borde de la cama, le ponía la mano sanadora de una Madre en la frente para controlar la calentura.
La mujer procuraba retener en la memoria las historias que le contaron de niña, que no eran muchas. Eran tiempos difíciles, de pobreza y calamidades. Desde los ocho años se ocupaba de dos hermanos menores y de hacer las labores de casa. Debía ayudar a su madre enferma... su padre... le dijeron que murió en la guerra, ella obró con cautela y nunca preguntó para averiguar la verdad. Estaba segura que no le agradaría, así que optó por callar y tragarse la curiosidad.
Casi siempre terminaba por inventarse uno, empezaba improvisando y se sorprendía del cauce imaginativo que poseía, ella, una mujer tan voluble, o eso creía por entonces. Quizás por ahí le venía la vena literaria a Andy.
Esto pasó hace mucho, muchísimo tiempo. en una tierra virgen donde poblaban los pastos para los animales de la zona. Un hermoso y frondoso bosque flanqueaba un tierno valle en la falda de unas montañas tan altas como los vientos que pintaban los cielos de purpurina, creando efectos mágicos. En este punto el chiquitín ya dormía, mas la Madre seguía hablando acaso para saber como finalizaba "su cuento", o tal vez para acercarse lo ilimitable a una infancia que hasta entonces no había sentido su aguijón.
Otras noches, cuando no había cuento, Andy esperaba con los ojos cerrados que el sueño se apoderase de él. Se entretenía en seguir el rastro de la mujer. Pasos que circulaban por las distintas habitaciones, imaginaba los instantes, las situaciones. Madre deslizaba la escoba por el piso. Su mano batía huevos en el plato con un tenedor y vertía el contenido revuelto sobre el aceite hirviendo de la sartén. Encendía y apagaba las luces sombreando las paredes del pasillo. Abría y cerraba los grifos goteantes. Una suave y reconfortante quietud de bienestar y armonía se adueñaba a esas horas de la casa. Aquellos simples y mundanos ruidos estaban encantados por una fina textura, una capa de estrellas causantes de un sueño que llegaba apacible y fantástico, el dulce beso de buenas noches.
De lejos se oía el cucú de algún reloj marcando los cuartos. Incrédulo experimentado, no deseaba tropezar de nuevo en la misma piedra, reincidió en asegurarse de la hora que señalaba su reloj de muñeca, las doce y trece minutos. Bien, volvía a estar donde se suponía que debía estar, entre los restos fecales de los mortales. Se acordó de Andreas y su fiesta. Buscó en el bolsillo el papel de fumar, asomó cuando ya lo daba por perdido, hecho una bola arrugada. Encaminó sus botas hacia la dirección anotada. Llamó varias veces al timbre. Esperó. Aporreó con la mano. Esperó. Pegó la oreja a la puerta y esperó, se oían voces, risas y música de fondo y más cerca unos tacones agigantándose.
Por lo menos no le clavaron un cuchillo en la espalda mientras esperaba que le abrieran... los había con suerte, ¿el que quedaba o el que se iba...? El local era "guapo", espacioso y ahora estaba lleno a rebosar, repleto de jóvenes y no tan jóvenes, bebiendo con vasos de plástico y charlando animosamente. Las carcajadas y el ambiente cargado denotaba que llevaban rato dándose impulso hasta llegar a una adulterada y absurda mismidad que desaparecería tan pronto se disiparan las burbujas y se encontraran de cara al cristal opaco de gran angular, otorgando las imperfecciones grotescas de la pantomima llevada hasta el extremo de doblar campanas de duelo. Entonces llorarían ríos de penitencia. Vomitarían sangre en el carnaval del País de las Mil Maravillas ¿Alicia ya no vive aquí? No tengo ni idea, pregúntale a Alicia.
Andy paseaba con una bebida en la mano, escuchando frases sueltas que si las unías creabas la nada. O para hallar la nada tenías que haberlo probado todo. ¿Todo y nada eran la misma persona? Un grupo de chicos repetían "...tocan bien ¿eh?". Por lo menos las tres veces que pasó por su lado.
... pídeme una cerveza... no veas que tetas... tocan bien ¿eh?... te has fijado en aquel tipo... qué uñas tan largas, cómo consigues no mordértelas... son postizas... el colega se ha vuelto misógamo después de tres matrimonios... tocan bien ¿eh?... tenemos que vernos más a menudo... ¿un refresco?... está buenísimo... joder tío... hostia tía, me has quemado el vestido con la mierda del cigarro... vaya ciego que llevo... tocan bien ¿eh? Palmadas en la espalda, besos en las mejillas. En el lavabo una pareja follando sin el menor pudor.
Primer tiempo de la sonata para Arpa.
Sus amigos "Mentehumana Stres Band" actuaban sobre un improvisado palco de madera y metal. El guitarrista rasgaba las primeras notas del "Ojalá estuvieras aquí" del grupo psicodélico Pink Floyd, canción homenaje con connotaciones de dolor para un ácido Syd Barrett. Líder carismático, creativo y colgado que acabó mal como tantos en los años cincuenta, sesenta y setenta, por citar una época "clave" del siglo XX. Todos los siglos, lógicamente han tenido genios malogrados... pero toca el turno de esta etapa más caliente, próxima y reciente para Andy López.
En los cincuenta, a ritmo de Jazz, los Beatniks rechazaron los valores tradicionalmente instituidos y dejando el estatismo, llevaron una vida nómada.
Un grupo literario sembró el escándalo en la América de postguerra, formando la llamada Generación Beat. Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, Gregory Corso, William Burroughs y en un apartado especial encabezando la lista, Jack Kerouac, fueron los Padres de la Generación perdida. Compartieron viaje, kilómetros y conocimientos en vagones de trenes o en auto stop. Hace falta mencionar que la sociedad embadurnada de conservadurismo, les tachó de amorales y a "su música", Jazz, de infernal.
El antiestablecimiento y el proceso de crisis se agudizó con la estúpida guerra de Vietnam. Ellos, los Beatniks, iniciaron un largo camino que aún hoy seguimos recorriendo. Rompieron esquemas y ofrecieron nuevas visiones. Unos murieron por las minas en la batalla, otros minados por el alcohol y el frío, vagabundeando por las calles testimoniales. La decadencia del movimiento no se acabó aquí. A mediados de los sesenta les sucedieron los Hippies. Hip venía a decir: sabio experimento, según la traducción en la jerga del Jazz negro. Aquello fue un intento de cambiar el Mundo. De ideología nihilista y utopista, platicando filosofías de Buda y de Cristo, el primer pacificador Hippie, cultivaron la tierra en comunas huyendo de las grandes ciudades, buscando el primitivismo de lo esencial y puro principio de la Madre Naturaleza, reencontrando las costumbres de los indios americanos. La realeza de las tribus pioneras en esas tierras, hasta que el hombre blanco se las arrebató, haciéndoselas suyas.
En Francia hubo el Mayo del sesenta y ocho con Dani El Rojo al frente de las revueltas estudiantiles. Había nacido la Contracultura, rechazo de la cultura establecida, del capitalismo y búsqueda de diferente modelo de sociedad. Reivindicando la novedad, la imaginación, la percepción, la espontaneidad, en contra de la tradición, estructura, organización, racionalidad, productivismo...
En España con la muerte del dictador Francisco Franco, termina una larga fase de tercermundismo y de analfabetismo. Es el fin de la opresión fascista y el comienzo de una brindada por la mayoría, transición hacia la democracia. Llega con atraso, pero llega lo que hasta entonces había estado vetado. Se conocen las nuevas músicas, la literatura, el cine sin censuras. Con años de diferencia a otros países, se vive la época del pelo largo, la minifalda, la píldora, Ibiza y Formentera, paz y libertad, la igualdad de los sexos, el amor libre... ¡haz el amor y no la guerra!. Sexo, droga y Rock & Roll. Hermandad y buen rollo, manifestaciones en el ámbito de la enseñanza. Naturaleza y festivales multitudinarios al aire libre que duran días. El Jazz se ve ya con buenos ojos, incluso se baila en los salones comerciales. El Rock es ahora el elemento subversivo, "el ruido infernal" de los jóvenes contestatarios. Se experimenta con las fusiones, creando mestizajes con el Blues, Country, Soul, Espirituales, Folk, Hard, Reggae, salsa, son, ritmos africanos, hindúes... sinfónicos, etcétera.
Varios años se tomaron de una sola dosis, se quiso vivir demasiado aprisa, sin conocer las contraindicaciones. Faltaba información, nadie les había dado el prospecto, nadie conocía la posología ni la composición, las precauciones y mucho menos las interacciones y efectos secundarios. Así las drogas duras empezaron a causar estragos, como dependencias, intoxicaciones y síntomas de sobredosificación.
Fantástico mientras duró, pero las flores acabaron marchitándose.
El mismo consumismo por el que quemaron banderas, al final engulló la Rebelión siendo objeto material en el mercado industrial de las Multinacionales.
Andy López era uno de los que sobrevivieron a la "Generación Perdida". Casi todos los amigos yacían bajo frías losas o caminaban sin reflejos, babeando por los pasillos de psiquiátricos estereotipados.
Ciertamente, reconocía su suerte, aunque solía dudar de ella.
"Mentehumana Stres Band" dieron un recital de canciones de culto para a continuación dar paso a los frutos de su propia cosecha, lo hacían francamente bien. Auténticos profesionales no consagrados por los medios del Marketing.
Cristian "El Púas", tocaba la guitarra desde los siete años, lo suyo era vocacional. Llevaba púas por los bolsillos, de todos los colores y formas. En casa tenía una amplia y extensa colección... de ahí el mote.
Qué pasa, me dan suerte chico. Es mi "Karma".
Tenía también obsesión por lo esotérico y místico, creía en el periespíritu, todo ello proveniente de alguna rebelión muerta.
Las luces mortecinas del local iban conectadas al amplificador, al compás del voltaje de animosidad de la pieza interpretada.
Conocía a todos los miembros de la banda. Vivían haciendo bolos por los locales más cañeros de Barcelona y provincias, San Sebastián, Zaragoza, Madrid... Con frecuencia las pequeñas giras resultaban un viaje constante... pero disfrutaban con ello y habían logrado algo muy importante en la vida: hacer lo que les daba la gana.
Alí "El Negro" era afroamericano, del estado de Mississippi. Su perfil recordaba a Martín Luther King y se jactaba de haberle estrechado la mano en el sesenta y ocho, antes de que le asesinaran.
Yo había ido a Montgomery, Alabama, a casa de un pariente. Y allí, pasábamos por un parque lleno de gente. Aquello no solía estar tan concurrido así que pregunté a un hermano y me dice todo iluminado: Muchacho, ¡está hablando nuestro pastor! Escucha sus palabras porque son sabias y defienden los derechos de los hermanos negros.
¡Joder, cuando le vi! Me quedé blanco, hermano, platicaba con una fuerza que se te metía aquí, en el corazón. Al bajar del palco, me acerqué a saludarle, le dije: Hermano, soy Alí El Negro, me ha gustado mucho tu discurso, te deseo larga vida. Jo, un mes más tarde le mataron, ¡qué hijoputas!
Alí tenía cincuenta y nueve años. Tocaba el saxo, la trompeta y la armónica de boca con facilidad, sentimiento y maestría. Sí señor, todo un profesional del Arte y sensibilización musical.
Mustafá "El Legal", había ejercido la abogacía. Tras comprobarse su valía, lo retiraron del cargo por malversación, abuso de poder y violación a una letrada lesbiana y a su amante, testigo de cargo. En el juicio le cayeron diez años y dos días por premeditación y alevosía. Pero su colega abogado con una actuación acrobática, consiguió rebajar la pena a tres años por estar el acusado en tratamiento con metadona, para reinsertarse a la sociedad y presentar elipsis mentales, lagunas y otras psicosis provenientes de cascos de bala en su guerra interna.
En el "Meco" no te enseñan nada bueno. Hay más drogas que afuera. Te petan el culo al llegar y te siguen dando por ahí hasta que sales, si lo logras... Verás, si entra un hombre inocente y te lo digo yo, amigo, escucha, si viene a dar con sus huesos al "talego" un tipo que no ha hecho nada malo y convive días y noches durante largos años, con delincuentes habituales, asesinos, rateros, mafiosos, yonkis... no logrará mantenerse al margen, es imposible arrinconarse, ajeno a lo que sucede por mucho tiempo, porque hasta la escoria necesita amigos y con el roce, aprenderá de ellos, sí, hombre. Uno es lo que es su entorno y alrededor sólo existen barrotes y filos cortantes... es peligroso, eso te perseguirá siempre. La mayoría cuando salen, se sienten inadaptados y eso les hará delinquir para volver a "casa" con la familia.
Mustafá salió con un huésped en el cuerpo: el virus del Sida.
Al principio daba tumbos sin encontrar dirección alguna, con la rabia de la impotencia royéndole por dentro. Continuamente iba "taja"; asiduamente se encontraba en el centro de trifulcas y reyertas callejeras.
Se hallaba desahuciado, acabado, harto de todo... dispuesto a la tragedia, cuando coincidió con Andreas... El bueno de Andreas le persuadió y sedujo con la idea de integrarse al conjunto, dados sus conocimientos de percusión. Mustafá "El Legal", sin dañar a nadie, había encontrado su desahogo al frente de la batería. La pasma dejó de importunarle y controlarle constantemente y le saludaban con simpatía. He ahí el caso de un hombre redimido, que supo contener su belicoso destino.
Gloria Benítez era colombiana. Vino a España a terminar las clases de canto y de piano en el Conservatorio. Se pagaba el alquiler colaborando en talleres de músicos y en orquestas. Obtuvo el permiso de residencia y ya no regresó a su país, atrapada por el clima mediterráneo. Tenía una voz milimétricamente privilegiada. ¿Tú viste, papi, tú sabes qué cosa?
Al bajo le daba Andreas, acompañando en los coros.
Gracias... esta canción lleva por título: Agujas y Galletas de Coco... y está dedicada a aquellos amigos que recorrieron trayecto en los vagones de un mismo tren y por diversas casualidades fueron apeándose en distintas estaciones... Allí, donde quiera que estéis, no os olvidamos...
Gloria y su voz irrumpió triste, melancólica, percibiendo un imaginario y gris sendero en la orilla exacta, donde dibuja el horizonte una línea dimensional de profundo poder de reflexión...
"Me penetraron tus ojos trigueños, pequeña noche nómada que no has existido. Acompañado de Soledad, la lluvia baila mi Norte, marea el abrupto interior. Así es mejor. Baila mi Sur hasta caer en tierra, curvas de arena oscilando... allá, péndulo de estrellas brillando, astillando la oscuridad. Carne de pescado, pensamiento salado. Me perderé en este Mundo blando, me encontraré encima de un Mundo duro, difícil. Cómplice y maduro. Lo sé de buena tinta. Ilusión se fue a la esquina... agujas y galletas de coco. Ebrio de humanidad, lárgate humillación. Baila mi Norte, baila mi Sur, hasta caer en tierra herida... tierra de todos".
La sala se llenó de merecidos aplausos. Andreas se adelantó para anunciar la próxima canción tras dar las gracias repetidas veces.
Ahora, una de nuestras favoritas y de las primeras que compusimos. El autor de la letra está aquí esta noche entre nosotros... Andy López... Venga una de manos. La canción se llama "El loco del Sueño" y os puedo decir que no es biográfica. Subió Andy al estrado, saludó efusivo a sus viejos compañeros, mientras le halagaban y hablaban de adolescencias, escogió unos bongos afrocubanos de los tres que estaban en el escenario.
No os he dicho que al principio de la formación del grupo, Andy era "El manitas" con los bongos y las congas... luego se dedicó a escribir, un poco de promoción nunca va mal, ¿verdad?, encontraréis su libro en los quioscos y tiendas del ramo. ¿Eh, qué?, ¡ah!, que cómo se llama, claro que idiota, si no lo he mencionado. La novela que ha escrito Andy se titula: "Entre piedras y arena, hojas y mariposas". Os la recomiendo. Bueno, vamos a tocar la canción de Andy, él nos acompañará con la parte de percusión añadida, ¿vale? Venga.
Cada nota sonaba a deseos no acontecidos, a noches de charla entrañable, a la risa de un niño, a su primer paso, el primer beso... primer amor. El adiós de la lluvia cruzada por la flecha que lanza el arco... iris. Iluminaciones ilustradas que despiertan alucinaciones de imposibles.
Andy dejó de golpear la piel al descubrir entre la masa a una joven que le miraba de manera diabólica y espasmódica, como si en un trance se hallara. La chica era Marta Rubens y se ajustaba la chaqueta, ¿se marchaba? Sí, se iba. Abrió la puerta, le miró con ojos desorbitados destellando indignación y salió dejando la puerta entornada a modo de reclamo, o eso creyó él. Tenía que alcanzarla.
Bueno, amigos, esto pasó hace muchos lustros, ya me siento la espalda contraída, je, je, rió. La falta de costumbre. De todas formas he disfrutado. Gracias por rememorar una época importante. Seguid gozando de esta maravillosa y solemne velada... Enhorabuena a "Mentehumana Stres Band" porque son buena gente y magníficos músicos como lo están demostrando aquí, hoy, en directo. Y ahora lo siento pero debo irme... gracias, hasta pronto. Pasó corriendo entre el gentío, ya sin darle importancia a las frases cortadas que no eran más que humo desvanecido que sólo contamina la mímica dicción de labios triviales, ejes de dos orejas puntiagudas... tan blando por fuera, que se diría todo de algodón.
Avanzó a grandes zancadas por las empinadas y estiradas callejuelas. Sus ropas estaban empapadas, resoplaba y tiritaba de frío como si hubiera buceado bajo un liquido glacial.
Las saetillas apuntaban hacia las tres de la madrugada. La circular maquinaria conducía, movía y agredía el tiempo, a merced del invento humano, transgresor artilugio de orates poseídos por la ambiciosa avaricia competitiva de atravesar la medida del sueño de la muerte. Sin querer comprender que la sabia naturaleza ya se había encargado de ello.
Las ranas croaban, saltarinas y las luciérnagas brillaban con su particular verdosa fluorescencia, deseosas de emparejarse. Tronó una detonación terrorífica, agujereando el silencio físico de la materia orgánica. Dedos temblorosos mantenían apretado el gatillo de una pistola de cañón humeante... ¿nunca te ha pasado que pareces revivir una escena...? Entre olores, el que predominaba era el de la pólvora quemada. El casquillo de la bala tatuada en su pecho, tirado en el suelo, sollozos y enlace de sangre... ...de su misma sangre. Luces rojas, azules, giraban, se acercaban. Las sirenas le ensordecían. Ambulancias, policía... la urgencia llegaba con alarma de escándalo y el momento se había deteriorado. Andy, nervioso, sin reflexionar, huyó asustado, tambaleándose, sin dirección. Pensó en ir a casa, no, ¿volvía a la fiesta?... Les pondría en un compromiso. Pronto se sintió acosado por los ladridos de los perros adiestrados que los agentes utilizaban para seguir su pista. Harto y destrozado, paró en seco su carrera, se apoyó en una pared recuperando el aliento y decidió esperar. Ni siquiera sabía de qué escapaba, él sólo había... ¡matado a su padre!, ¡Dios, maldita cruz! Tomó la resolución de entregarse, debía penar por un acto tan monstruoso, que además le traía recuerdos de algún otro pasado... Súbitamente, una mano le agarró de la cazadora y le atrajo sin preguntar, al interior de un portal. Una jovencita oriental de preciosos ojos rasgados, cabello largo, liso y negro, de cuerpo celestial, le miraba en la penumbra. ¿Sería un ángel?, puesto que él creía estar en una nube deleitándose del penetrante rocío perfumado de una ninfa asiática.
¿Quién eres, dónde vamos?...
No preguntes y sígueme, le respondió con dulce voz de acento de la tierra del sol naciente. Subieron los ruinosos escalones de aquella casa en aparente estado de abandono.
Andy, detrás, admiraba las redondeces corpóreas de su ángel custodio, cuyo vestido sedoso se ceñía a unas carnes creadas para ser acariciadas con pasión e ímpetu desenfrenado en una isla desierta y sin dueño. La muchacha, muñequita de movimientos gráciles, sentía el ardor del macho y la fijación de éste hacia sus nalgas y muslos. La feminidad adolescente, el ansia de agradar y una pizca de provocación "lolitista", la hicieron que exagerara aún más sus andares, poniendo especial atención en curvear las caderas con significativo énfasis de animal en celo, disfrutando del preludio de un acontecimiento cuyas riendas sostenía posesiva. Sólo ella con un sencillo chasquido podía decidir sobre el inmediato futuro: ¿Apagaría el fuego de su compañero de escalada?, se giró para ver la cara de Andy y leyó en el bulto del pantalón. El curioso estudiante, investigador de anatomía, suspiraba por cada centímetro de la hembra.
La chica le preguntó, imitando a una actriz de los años treinta, creo que fue Mae West quien lo dijo, sí, creo que fue ella:
¿Llevas un arma en el bolsillo o es que te alegras de verme?
Las dos cosas eran ciertas. Guardaba la pistola de su padre en el bolsillo y por otro lado ejercía una erección que no podía disimular. Se sonrojó avergonzado, aparte que le doblaba la edad, no era una buena instantánea para pensar en porquerías en su situación, allí en la plena desnudez de la escalera y sin haber sido presentados como Dios manda. Insinuación, previamente le otorga el morboso saludo de Lascivia... Ahora sí.
Janina, que es como se llamaba la mujer niña, se dio la vuelta por completo, con una mano ardiente atrajo la boca de él hasta sus labios, besándolos, mordiéndolos, y con la otra inició la bajada de la cremallera del desconcertado, turbado, perplejo y agradecido voluntario, sacrificado deliberadamente, sin oponer resistencia a la ignominia de los intolerantes, inconformes, impacientes y desasosegados vecinos simétricos, con ojos en las mirillas de las puertas. Vigilantes escandalizados y sin embargo reducidos a la nada del silencio encubridor, cómplices de una masturbación o de una impotencia, acrecentada por la envidia y la obnubilación del ser con oblicua inclinación a la extrema vaciedad imperfecta. La verdad es lo hecho, "verum ipsum factum".
Andy, teorizaba el "manual" del empirismo, ya del todo entregado a su ama y señora doña lujuria. Exprimía la retorcida inquieta lengua de Janina, palpando los pechos golosos, abrazando las caderas precisas, amoldadas a una línea fina, tersa de la todavía niña, convertida tempranamente en el objeto de deseo de la madurez. Andy lamía la mies de su cintura suave, de fresca calentura, sosteniendo con manos omnipresentes las macizas nalgas, mollas de protuberante elevación de un culito respingón. Cambiando de sentidos, le decía al oído sonidos guturales ininteligibles de gozo y placer que formaban parte de los juegos amatorios preliminares. Janina sonriendo, le apartó cariñosamente y excitada susurró:
Andy, tenemos que dejarlo, anda vístete... nos hemos dejado llevar por un impulso, este no es el lugar adecuado, ni el momento y nos están esperando. Extrañado él y con dolor de ovarios ellos, a punto de estallar se agachó y apretó las carnes, estrechándolas en su cara para sentirlas al máximo, chupó los muslos, toqueteando, chequeando cada milímetro de piel mientras meneaba el pene con fuertes sacudidas... bueno, tú ya sabes cómo...
¡Eh, chico malo!, ¿quieres terminar, eh?, bien, me gustan los finales felices... a ver, ponte de pie... así, ajá... relajate y abre las piernas. Yo me arrodillo en cuclillas y te voy a mordisquear la puntita con mis dientes, dicho y hecho , ¿te gusta, a que sí?, claro, esta es una de mis especialidades, la llamo "el ratoncito"... así cariño, sigue tocándome las tetas... así, así... vamos, córrete dentro de mi boca, échame toda tu leche... así, cómo me gusta..., me encanta, aaah, mmmmmm, oooooh, qué buena, me la trago, mmmm, buuufff. Me has dejado extasiada, mojada, ja, ja, tú también has disfrutado ¿eh?, qué bueno... A Andy le flaqueaban las extremidades. Asentía a todos los comentarios que hacía la chica asiática. Había jugado el rol de esclavo sometido, ahora sin duda, tendría que pagar algún tributo.
Oye, por cierto Janina, ¿quién nos espera allá arriba...? No me has dicho nada y yo te estoy siguiendo así por el "morro"...
Es que no lo sé, querido.
¿Qué...? Dices que nos están esperando, pero no sabes quién...
Sí, no lo sé, de veras, créeme.
¡Ah! y quieres que te crea, ¿pretendes hacerme creer que no sabes nada?, que pasabas por aquí y pensaste: voy a ver si este incauto me soba y nos lo montamos en la escalera. Qué te has creído que soy gilipollas, o qué. Es del todo absurdo y yo, yo ya no soy yo estalló un Andy encolerizado, empezando a perder la paciencia.
Mira, chica, yo soy un tipo mediocre. Uno de tantos que te cruzas siempre por el mismo barrio, siempre a las mismas horas, en las mismas calles. Aquel que frecuenta los mismos bares y se sienta enfrente del mismo vaso. El que siempre te encuentras en la misma parada de autobús, en el asiento del mismo vagón de metro. El que salvo raras excepciones, siempre camina en solitario, apartado de los demás, con la mirada abstraída en sus mismos pensamientos, siempre en la mirada del que levanta la vista. Soy un auténtico autista, de planteamientos sencillos. Odio cualquier cambio, las alteraciones me ponen de los nervios ¿sabes?, sí, ya pueden ser buenas o malas, les temo, por eso si puedo evitarlo, no siempre es fácil perteneciendo muy a mi pesar, a esta sociedad secta de chalados del culo, que no se enteran de la película la mitad , pero eso sí, luego el colgado soy yo, claro, y todo porque no valoro la puta superficialidad en que viven anclados si es sinónimo de miseria; lo que ellos creen importante no es más que un saco de basura diseñada al antojo de los pijos del marketing y sus superventas. Por ello si puedo evitarlo, nunca viajo demasiado lejos. Me he construido una fortificaci
Kimbertrancanut12 de enero de 2008

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