Escritos de un Viejo
Indecente.
A Carlos le encantaba pasear por los amplios jardines de su mansión. Siempre se le veía pensativo, con la infaltable botella vacía entre sus dedos. Le fascinaba jugar al ebrio y fastidiar a los hombrecitos de blanco. En su tiempo libre, escribía en su pequeño cuaderno Rhein y regalaba a los suyos sus obscenas creaciones. Cada vez que era nombrado en la lista de asistencia, la multitud lo aplaudía fervorosamente. Sus compañeros del psiquiátrico le apellidaban Bukowski. Los cuerdos, nunca leyeron sus escritos.