Ahí van los que parpadean la soberbia por el ojo de su culo; con la frente en alto, camuflando en el bronceado del cuero las veces que han abierto la boca para cerrar en el buche un nuevo trato. La anarquía de la escalada los deja con su peor versión. Esa que por la mañana decide salir a comer la dignidad de los otros, con la mirada mayor, el olor más caro y el estómago reciclado para su mejor carta.
Lo que no saben aún es que han perdido la palabra. Dicen, prometen y despliegan su oratoria, más liviana que una burbuja de pez.
