Temblamos de miedo al contemplar nuestro hogar volar por los aires.
Al amanecer, salvamos lo que pudimos de nuestras destrozadas vidas y partimos en busca de una esperanza.
Durante las noches que tardamos en recorrer el desierto, temblamos de frío.
Temblamos, calados hasta los huesos, cruzando el Mediterráneo.
Humillados, tratados como delincuentes en un CIES, temblamos.
Temblamos de ira, cuando, como en un juego cruel, nos devolvieron de nuevo al infierno de donde habíamos huido.
Y me pregunto, ¿cuál ha sido nuestro delito?
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Verdad dices, suerte tenemos de vivir donde nos tocó.
Saludos cordiales Lasombra.