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Capítulo Iii: El Jinete Del Apocalipsis


Después de pasar precipitadamente por el portal, este me llevó a otro nivel del inframundo, tenía casi el mismo aspecto del de donde estaba pero en este había ruinas y a lo lejos se escuchaban los llantos agonizantes de las personas cuyos pecados fueron imperdonables, llegué a esa parte en busca de uno de los Jinetes del Apocalipsis, a quién se conocía como Guerra, me ayudó la última vez para poder escapar del control del consejo del inframundo, caminé arduamente colinas empinadas, repletas de personas que caían del rojo cielo, que al tocar las piedras al instante se incendiaban, pero su alma seguía aferrada a ese estado en un sollozo perenne, junto con el olor de putrefacción que nublaban mi nariz y al llegar a la punta de una de las colinas pude visualizar las ruinas del castillo donde se encontraba Guerra.
Me extrañaba que no hubiese nadie protegiendo la entrada, puesto que el siempre poseía las mas temibles criaturas a su disposición, entonces fue cuando cambió el panorama; el suelo empezó a temblar y a los segundos del suelo explotó y de ahí salieron decenas de orcos armados, todos con una actitud exorbitante, y entonces empezaron a correr tras de mi, me coloqué en posición de alerta con las manos abiertas a nivel de mi cadera, fue cuando me dejé llevar por mis intuiciones y lo primero que se me ocurría para eliminarlos era una ráfaga de armas blancas a su alrededor y fue cuando brotaron de mis labios unas palabras igual de raras que las que usé en el anfiteatro.
-«Ethgrí Böetq istalri Anglát»
Alrededor de los orcos aparecieron flotando armas ardiendo , se espantaron al verlas y a la brevedad se movieron con tal rapidez que no fui capaz de verlo, lo último que vi fue como se habían clavado en el piso y como los orcos en cuestiones de segundos explotaban en pedazos, con su sangre en todas partes.
Mire a los alrededores a ver si iban a aparecer mas bestias pero por primera vez hubo un momento de calma, así que proseguí a adentrarme en las ruinas del castillo, abrí el portón de madera de la entrada, resoplaba sus rechinantes sonidos simbolizando un vejestorio, al entrar me vi en la sala principal donde había varios muebles de madera antiguos rotos, el olor de la humedad era inminente y del piso se abrían grietas con lava en su interior, seguí caminando a las escaleras a donde pronto me dirigiría a la habitación, cuando llegué a la puerta las había encontrado rotas y en la parte de abajo había un charco de sangre.
-¡Guerra! ¿Dónde estás?- entré corriendo, las puertas se abrieron de par en par chocando con las paredes y sigo en charco de sangre que se extendía por el piso, ahí estaba Guerra, la sala estaba con la mayor parte de las paredes destruidas, pudiéndose ver las personas cayendo en los abismos, él estaba acostado boca arriba, con sangre en el rostro, apresuradamente me dirigí a él -¿Qué te ha pasado?
-¡Ah!- colocó su mano en el abdomen y se apoyó del piso para verme mejor –fueron los del consejo Damien, vinieron en tu búsqueda, me sorprendía saber que… ¡Ah, el dolor es inmenso! Me sorprendía que después del exilio pudieras regresar, y les dije que no sabía nada de ti, lo único que recordaba eran las últimas palabras que me dijiste « Atra gülai un ilian tauthr ono un atra ono waisé skölir frá rauthr.», y veía como te alejabas mientras pasabas el portal.
- «Que la suerte y la felicidad te acompañen y te protejan de la desgracia.» lo dije apartando la mirada de él y luego lo miré de nuevo a ese rostro desgastado con ese olor a sangre pura a su alrededor lo agarré por la espalda para poder mantenerlo viéndome –¡Todo esto es mi culpa, tú no debías morir!
-Tranquilo Damien, el destino de cada uno de nosotros está escrito, yo sabía que iba a morir así y de hecho viniste a buena hora, quiero que te quedes con algo, dentro del armario de la esquina hay algo para ti, responderá únicamente a ti, y también te dejo la primera pista de donde se encuentran cada uno de los templos de los reyes del inframundo, cada uno controla a un sello apocalíptico, con ellos podrás realizar el ritual que practicábamos cuando permanecíamos acá en caso de que alguno de nosotros muriera en el mundo humano, pero cuando el consejo vio que las tenía cuando te exiliaron, me las arrebataron y cada uno se quedó con un sello respectivo, el primero de ellos es el Anticristo, debes hallarlo en el reino humano, debe encontrarse en una de las zonas más miserables, obstruidos por la presa ideología empresarial… ¡Ah! Ya no me queda mucho tiempo Damien, debes hacer esto por tu cuenta, a demás te quiero dar esto- El coloca su mano en su ojo, haciendo presión en él y se lo desprende, sangrando por la cavidad del mismo –Ojo por ojo Damien, mientras lo tengas podrás ver a millones de kilómetros sin importar estar en la oscuridad o hayan objetos en medio, ese es sólo las cosas básicas que puede hacer dependerá de ti usarlo como se debe- Me entregó el ojo y lo soltó con debilidad, seguía sorprendido por lo que me decía, pero realmente era una de las cosas que necesitaba hacer para poder conseguir mi objetivo, así que hice exactamente lo que había hecho él, un dolor inmenso azotó mi cabeza y al instante me coloqué el otro y me coloqué la mano para hacer presión en él.
-Muy bien Damien, ahora ve a buscar las cosas en el armario- me cogió de la camisa para que le prestara más atención y se acercó a mi oído –Destrúyelos Damien, véngame y consigue tu libertad- y luego me soltó y cayó en el piso -« Atra gülai un ilian tauthr ono un atra ono waisé skölir frá rauthr .» Una vez me dijeron, creo que al fin lo he conseguido entender, gracias Damien…- luego exhala lentamente, dando su último suspiro, Guerra había muerto.
Ldamien11 de julio de 2012

2 Comentarios

  • Katerina

    Vaya, un capitulo muy intenso y triste por la muerte de guerra, Damien debe vengar esto, veamos que sucede mas adelante, un saludo.

    15/07/12 08:07

  • Ldamien

    Muchas gracias :)

    15/07/12 01:07

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