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Bestia, Ya Nadie Te Quiere Aquí

Mis manos siguen tensas. Temblorosas. Ahora comienzo a parpadear. Aún no puedo entender lo que ven mis ojos, pero la imagen es aterradora. Exhalo, y noto que he estado conteniendo la respiración durante mucho tiempo, como si esa hubiera sido la última bocanada de aire. Ahora sí puedo entender. Ahora, veo claramente. Y siento rabia. Quiero golpear el suelo con los puños, destruir todas las paredes que me rodean todas, gritar y arrojar objetos inanimados contra objetos aún más inanimados. Y quiero que me lo devuelvan. Que el puto suelo se levante y me rompa la cara a patadas, hasta volarme todos los dientes, hasta que los fragmentos de mi cráneo se entierren en mi cerebro y me convierta en el cadáver del destructor de mundos justamente golpeado hasta la muerte. Y que el resto de los objetos inanimados, vitoreen su hazaña, y luego lo olviden, rapidamente.

Aún así, nada va a cambiar.

Tengo miedo, pues, ahora que veo claramente el daño que puedo hacer. Tal vez deba recluirme, irme, viajar, a otra dimensión, un universo paralelo donde no haya sido yo la bestia desbocada que le quitó la vida en menos de un segundo.

Ya, vete a la mierda bestia. Ya has hecho suficiente daño.

Pero mis manos, siguen tensas. Apretando, con todas sus fuerzas, algo que ya nunca volverá a ser. Porque sin darme cuenta, se escaparon entre mis dedos todos los granos de arena, y apenas han quedado restos de un castillo que estaba destinado a derrumbarse, entres mis dedos, con los pedacitos de las nubes negras y rosadas que le pusimos de cimientos. Fue el mejor castillo que ví en mi vida. Eso sí.

Y las lágrimas que se arrojan de mis ojos a matarse contra el suelo, no son capaces de mojar ni siquiera mi seco y frío rostro. La cara. Y cuando se estrellan en el suelo no son más que gotas evaporándose, pues ningún fruto ha de beber de ellas, ya que han decidido saltar, morir y nada más. Nada bueno saldrá de ellas. Nada nunca, nunca más.
Nada saldrá de mi garganta, sin importar cuan desgarradores sean los gritos que vomite, que borre de mi vida el momento preciso en que sus ojos, fijamente clavados en los míos, perdieron todo rastro de vida.

Ahora mis manos, lentamente, se relajan. Finalmente puedo abrirlas. El pajarito, entre mis dedos rugosos y amarillentos de tanto tiempo/tabaco transcurrido, sigue muerto. Y sus ojos, siguen abiertos.
Leelu25 de junio de 2016

1 Comentarios

  • Mejorana

    Estoy aquí, Leelu, estoy aquí.
    Ven a buscarme y me cuentas.

    29/11/16 07:11

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