En mis ojos ya no veras reflejarse tu belleza,
Pues la venda del amor se ha caído,
Despojándote de aquellas finas telas con las que te he vestido,
Dejando al descubierto tus harapos de mendigo.
El sol se poso sobre tu cándido rostro,
Mostrando vestigios de tu alma miserable,
Tras esa mascara ya no podrás ocultarte,
Ahora escucho el réquiem en el silencio,
Lleva tu nombre grabado a fuego.