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La Historia que No Tiene Titulo

Era tarde, probablemente las 10 pasadas y apenas volvía de mi turno habitual en el supermercado de don Félix, la paga era una miseria comparada con todo lo que tenía que hacer a diario, sin embargo, era suficiente para llevar algo de comida a casa donde mi madre Amanda y mis cuatro hermanos, David, Michelle, Melissa y Juliana me esperaban cada noche. A mi madre le habían diagnosticado leucemia el año pasado, por lo que en cuanto su jefe en una pequeña fábrica de lencería se entero la despidió sin contemplaciones, así que me se convertí irremediablemente en el único sustento de la familia.
Debido a lo costos altos de el tratamiento, su madre se había resignado a morir y había estado preparándolos para su muerte, suavizando el golpe sobre todo para los más pequeños quienes a la mención de la idea caían en un estado de histeria colectiva, yo todavía no sabía que iba a ser de nosotros cuando ella no estuviera y aun así mantenía la esperanza de que un milagro podía ocurrir en cualquier momento o que mi padre quien nos había abandonado hacia cuatro años regresaría y nos brindaría más ayuda. Mi madre era más realista y convencida de que en un barrio con gente pobre olvidada por Dios los milagros eran un lujo más. Vivíamos en uno de los suburbios de San Francisco, amontonados con los escasos enceres (3 camas, un armario y un televisor a blanco y negro) en una pieza de proporciones reducidas. Mis hermanos de 8, 7, 6 y 4 años permanecían con mi madre en la casa mientras yo estudiaba por las mañanas. Pese a todas estas condiciones desafortunadas nunca me quejaba por nada, mi madre sabia de mi sufrimiento interno y admiraba cuan silenciosa era yo, de todos los rasgos que había heredado de mi madre –aparte de el cabello ondulado y los delgados labios- la capacidad de sufrir en silencio era casi genética, pues mi madre había padecido algo similar en la adolescencia igual que mi abuela y ninguna se había quejado.
Esa noche en particular caminaba pensativa sosteniendo la bolsa con la cena de esta noche cuando el agitado respirar de alguien más pequeño me sobresalto, era David uno de mis hermanos.
-¿Qué pasa David?-tan pronto el pequeño niño me reconoció salto a mis brazos e intento recuperar el aliento-¿Dónde están las niñas y mi mamá?
Tenía un mal presentimiento sobre esto ya que usualmente los niños esperaban su llegada en la cama de mamá.
-mi mamá…Nadia mi mamá se murió…
-¿Qué?
Mi corazón se encogió y la angustia me invadió, haciendo que el preciado tesoro se me escapara de las manos.
-¿esa es la comida?-tan pronto el paquete resonó contra el suelo la curiosidad infantil de David despertó-¿Qué vamos a comer hoy?
-vamos David…
Levante al pequeño de la camisa mientras recogía la comida y en un ágil movimiento lo levante mientras echaba a correr por las vías pedregosas de aquella loma.
Cuando rodee la esquina para encontrar la fachada de la pensión el destello azulado y rojo de varias patrullas y una ambulancia me hicieron clavarme inmediatamente en el piso. El duelo por la muerte de mi mamá, si es que en verdad estaba muerta ya, podría esperar ya que las autoridades podrían separar a mis hermanos y ellos eran todo lo que tenia.
-¿Dónde están las niñas David?
Mi pobre hermano se distrajo una bolsa de caramelos que había en la bolsa, por lo que tuve que sacudirlo un par de veces
-están encerradas con mi mamá en la pieza.
-¿y la llave?
Del bolsillo trasero de sus gastados pantalones saco una pequeña llave plateada.
-escúchame bien David-los brillantes ojos verdes del niño se clavaron en míos-quédate aquí y pase lo que pase no salgas. ¿Si, me prometes que no vas a salir?
Aun en su ignorancia e inocencia el pequeño sabía perfectamente que ocurriría si se los llevaba la policía: ninguno de ellos se volvería a ver. Así que no lo dudo antes de asentir enérgicamente.
-no nos van a llevar, te lo prometo.
Luego de dejar a David sentado en el suelo, reanude la carrera hasta la pensión y allí descubrí la mirada curiosa de los vecinos.
-¡mamá!
Entre por la congestionada puerta y no pude evitar empujar a varios policías, cuando llegue a la entrada de la habitación un grupo de policías estaban preparándose para entrar por la fuerza.
-¿vive usted aquí?
Uno de ellos, quizás el de más rango hablo primero, permanecí en silencio y calcule las posibilidades de abrir y cerrar la puerta tras de mi antes de que las autoridades ingresaran. Adentro mis tres hermanas lloraban desconsoladamente.
-si…
Metí la pequeña llave en el candado y con único giro, el guardián de la puerta estaba impedido para continuar la misión de proteger a los moradores.
-nos informaron de varios niños en esta habitación que estaban llorando, también nos dijeron de una señora enferma. ¿Cuántos años tiene usted?
Levante lentamente los ojos del piso y mire fríamente la expresión calculadora de ese agente.
-es cierto, son mis hermanos… pero todo está bien, mi madre está un poco enferma, solo salí a conseguir algo para la comida. Lamento que hayan tenido que venir hasta aquí.
Di media vuelta y medio abrí la puerta de la habitación escurriéndome en el espacio y lista para cerrar la puerta.
-solo queremos confirmar… y aun no me ha respondido ¿Cuántos años tiene? ¿Y dónde está la comida?
Permanecí en silencio mirando al resto de policías y cerré la puerta, interponiendo entre esta y las niñas el viejo armario. Afuera el policía que había iniciado el interrogatorio demandaba furiosamente la apertura de la puerta.
-niñas…-cuando me reconocieron las tres corrieron hasta mi, la tristeza me invadió momentáneamente-está bien, tranquilas…
Un golpe seco en la puerta nos sobresalto a todas pero fui yo la única que no rompió a llorar escandalosamente. Por fin me pude permitir darle una última mirada a mi madre, quien yacía en su cama con una expresión angustiosa en la cara, sus ojos abiertos y ya sin brillo miraban fijamente hacia la ventana, ahora sabia porque a lo mejor las niñas estaban tan asustadas.
-¡abra la puerta por las buenas niña!
-mírenme niñas, no voy a dejar que se las lleven…-las tres niñas la miraron con un destello de esperanza y sus sollozos cesaron por un momento-…necesito que estén tranquilas, y no lloren. Por favor.
La sencilla petición se vio interrumpida por otro golpe en la puerta, que esta vez consiguió abrirla a medias.
-detrás de mi-camine hasta una de las esquinas y las tres pequeñas se refugiaron detrás de mi-no voy a dejar que se las lleven.
Finalmente un último golpe consiguió derribar el armario y abrir la puerta de par en par. El primero en entrar fue aquel frio policía que reparo en mi madre y se dirigió hasta la vieja cama.
-está muerta…
Tocando su muñeca se percato de la ausencia de pulso, detrás de él entraron otras 7 mujeres policías.
-¿Cómo te llamas?
Mientras se iba acercando con las manos levantadas una de las policías las otras registraban el pequeño armario y las camas.
-apártese… no se acerque a nosotras.
-se llama Nadia.
Una débil voz delato mi identidad, pero no por eso relaje mi postura defensiva.
-tranquila Nadia no voy a lastimarlas. Me llamo Marina
-no de un paso más…
No estaba segura de que podía hacer para evitar el acercamiento de esa extraña, pero estaba dispuesta a intentarlo todo.
-¡traigan una camilla!
Ese grito del policía me distrajo por una fracción de segundo, lo suficiente como para que la señora que se acercaba a nosotras jalara a Michelle. La pobre niña gritaba con todas sus fuerzas y se debatía en los brazos de esa señora.
-¡deje a mi hermana en paz!
De la nada, David, apareció y pateo bruscamente a Marina que irremediablemente soltó a la niña, ambos corrieron nuevamente detrás de mí. Esta vez no iba a permitir que se nos acercaran.
-es la última advertencia, no den un paso más.
Ninguno me escucho, Marina y el otro oficial empezaron a acercarse cautelosa pero decididamente, ambos al mismo tiempo y en diferentes direcciones. Sabía que no podía detenerlos a ambos. Tenía que pensar rápido e hice lo primero que se me ocurrió: tome el único cuchillo que teníamos y lo aferre bien por el mango blandiéndolo un par de veces en el aire.
-¡No se acerquen!
Con el cuchillo en alto todavía realice un movimiento con la mano izquierda, similar al movimiento de una cachetada, que de alguna manera envió a los dos oficiales contra la pared contraria. Ambos se estrellaron con un ruido sordo. Los paramédicos que iban entrando y las otras oficiales de policía se quedaron congelados en su lugar igual que yo. Aunque sabía que yo había sido la responsable de eso no sabía cómo usarlo a mi antojo, lo había descubierto por casualidad. De donde provenía ese poder, no lo sabía, pero sabía que salía de manera espontanea cuando me sentía amenazada.
-¿Qué carajos… está bien teniente Rodríguez?
El oficial ayudo a levantar a Marina, todavía confusa por el golpe y se acerco a uno de los paramédicos susurrándole algo al oído, permanecí a la defensiva insegura sobre si ese poder podría usarlo nuevamente.
-Nadia por favor-la teniente de nuevo reclamo su atención-no haga las cosas más difíciles, tenemos que llevarnos a los niños y a usted.
-no voy a dejar que nos separen, quédese donde está.
-Nadia-por primera vez el oficial de mirada calculadora se dirigía a ella por su nombre-no se preocupe, le prometo que no los van a separar, pero necesito que usted me colabore.
-¡no se acerquen!
Intente hacer nuevamente el movimiento con la mano, pero esta vez sin ningún resultado. Todos los allí presentes contuvieron la respiración y al percatarse de que nada pasaba empezaron a moverse. El oficial llevo una mano al cinturón de su pistola e inicio la marcha junto con un paramédico y Marina, todos con la mirada expectante. Lo que paso a continuación fue inesperado: Marina y el paramédico se detuvieron unos momentos mientras el oficial cuyo apellido “Santos” estaba consignado en una brillante placa continuo avanzando sin dejar de acariciar su pistola…
Actué por instinto sujetando fuerte el cuchillo con ambas manos lo dirigí hacia el oficial y lo clave hasta el fondo en su hombro. El oficial no lo pensó dos veces, con el cuchillo aun clavado en su hombro saco el arma de su funda y me disparo a quema ropa haciéndome caer bruscamente de espaldas sobre los niños, pero no fue suficiente para detenerme pues de inmediato me puse de pie e ignore el palpitar de la herida de bala que tenía en el hombro y la estela de sangre roja que iba bajando por la camisa blanca, me concentro principalmente en Santos por lo que no advertí cuando el paramédico salvo la distancia entre nosotros con dos pasos y me sujeto firmemente por los hombros.
-¡suélteme!-cuando me encontró atrapada en ese abrazo de hierro, Marina y las otras oficiales sujetaron a los niños que gritaban histéricamente y se debatían en sus brazos-¡no! ¡Déjenlos en paz! ¡Malditos hijos de…!
Mientras ensartaba las uñas en la carne del paramédico sentí en el hombro un piquete similar al de una avispa, cuando voltee el rostro observe al paramédico vaciar el contenido de una jeringa en mi organismo, y en ese instante una sensación de ingravidez se apodero de mi.
-tranquila…-cuando mis piernas fallaron y caí, el paramédico susurro a mi oído mientras me sostenía-…ellos van a estar bien y tu también.
No tuve ánimos para responderle, de pronto no tuve fuerzas para nada y una persistente oscuridad se ciño sobre mí.

Lentamente mi cuerpo empezó a salir de aquel letargo, mis sentidos poco a poco se reactivaban, primero fue mi olfato que detecto el asqueroso olor del desinfectante para hospitales y luego mi oído cuando detecte en otro lugar el pitido de un marcapasos anunciando el irregular latido de un moribundo, lo último fue mi sentido del tacto, pues la herida del hombro empezó a palpitar. Lentamente abrí los ojos y encontré una luz tenue proveniente de las lámparas de neón del techo, una de ellas no funcionaba y la otra estaba dando sus últimos destellos. Una ventana alta ubicada en una de las paredes no ofrecía visibilidad por lo que intuí que era de madrugada.
Lentamente me senté en donde fuera que estuviera acostada y recorrí con la mirada aquella habitación sombría que compartía con más gente, deje que mis ojos rodaran por la habitación hasta que me encontré con la mirada de Santos. Estaba recostado en una silla y sostenía una revista en las manos. En vez del uniforme institucional llevaba un jean azul oscuro y una camisa blanca.
-ya era hora niña…
-¿Dónde estoy?
Cohibida por su insistente mirada intente levantarme pero me encontré con mi muñeca izquierda esposada al barandal de la camilla.
-¿no es obvio? Estamos en un hospital-Santos se levanto de la silla y se acomodo a un lado de la camilla-tenemos que hablar.
-¿Dónde están mis hermanos?
Intente liberar mi muñeca de las esposas, pero fue en vano. Fue el repentino toque de Santos en mi rostro lo que me sobresalto, con sus dedos índice y pulgar en mi barbilla reclamo mi atención, lo mire fijamente a los ojos, unos extraños ojos de color purpura cuyas pupilas danzaban hipnóticamente en una espiral, cuando Santos descubrió el motivo de mi atención parpadeo y aquellos fascinantes ojos se volvieron negros y monótonos.
-deja de ser tan fisgona niña-soltó mi rostro y se posiciono en el extremo contrario de la camilla-tus hermanos están bien.
-quiero saber donde no como están…
-no seas bocona niñita, están bien…por ahora-cuando percibió la alarma en mis ojos sonrió de manera burlona-eso depende exclusivamente de ti.
-¡¿Dónde carajos están?!
Cuando alce la voz, trate de levantar la mano izquierda, consiguiendo solamente lastimar la piel de la muñeca. Uno de los pacientes se revolvió en la cama y Santos se acerco hasta mí propinándome una bofetada.
-cierra la maldita boca… si quieres que tus hermanitos sigan bien.
No había sido un golpe demasiado fuerte, pero sentí el sabor de la sangre inundar mi boca y no solo eso, el dolor de la humillación también se apodero de mi. Ni siquiera el abusivo de mi padre se había atrevido a golpearme. Levante lentamente la vista y sonreí hipócritamente, el hizo lo propio pero nada lo preparo para mi reacción.
-¡alguien que me ayude!
Con todo el aire que tenían mis pulmones, alerte a cualquiera que estuviera cerca de la habitación, la expresión de Santos me confirmo que no lo esperaba, pero entonces cuando una de las enfermeras entro alarmada se desmaterializo en el aire. Los otros pacientes en la habitación se levantaron también.
-¿se siente bien? ¿Qué pasa?
No podía articular palabra, estaba en shock, completamente anonadada por lo que acababa de pasar. La enfermera inspecciono la única línea intravenosa y luego reviso mi temperatura. Finalmente las palabras empezaron a salir lentamente.
-había…un tipo…un tipo armado… esposas… me tenia esposada a la camilla.
Levante mi mano izquierda a la altura de mi cabeza y ahí me di cuenta que no había ninguna esposa, la enfermera me hizo recostar lentamente y me cubrió con la sabana.
-tranquila, aquí no hay nadie. Trate de descansar, en la mañana se va a sentir mejor.
-¡duerman a la maldita loca!
Una de las señoras que descansaba en una de las camas centrales me observo de manera intimidante. La enfermera la ayudo a arroparse, apago la luz y salió de la habitación.
Asentí una sola vez y cerré los ojos. Aunque sabía perfectamente que no me lo había imaginado, todo había sido demasiado vivido y todavía sentía la mejilla caliente. Más allá de todo esto estaba realmente preocupada por los niños, estarían asustados e intranquilos preguntándose donde estaría yo y si ya no tenía esposas –levante la mano solo para cerciorarme- era libre de salir del hospital y buscar a mis hermanos, levante la sabana con la mano derecha y cuando abrí los ojos encontré unos hipnóticos ojos purpura observándome fijamente. Me levante inmediatamente y abrí la boca para gritar pero me empujo con fuerza sobre la camilla y cubrió mi boca con su mano, de cerca se veía aun más amenazador y sus pupilas danzaban a mayor velocidad.
-eso que hiciste niñita fue una completa estupidez-hablaba en susurros haciendo que su aliento rosara mi cara-te voy a mostrar algo que no te va a gustar.
Sin quitar la mano de mí boca me hizo sentar nuevamente, sentándose al lado mío pasó su brazo izquierdo por encima de mi hombro e hizo un reemplazo de mano para cubrir mi boca. Con la mano derecha realizo un pequeño movimiento circular en el aire y acto seguido una cortina de humo bastante espesa empezó a flotar.
-mira con atención y dime que sientes.
En la cortina como si se tratara de una pantalla empezaron a reflejarse vividas imágenes, al principio era imágenes de una habitación llena de camas pero luego la escena se transformo completamente. En alguna parte de esa habitación reconocí a mis hermanos jugando con algunos cachivaches en el suelo, sonreí ante esa imagen.
-no tan rápido linda, sigue mirando.
De pronto la imagen se convirtió en un borrón y luego mis hermanos reaparecieron, cada uno en las manos de una persona sin rostro y tuve que presenciar como uno a uno eran asesinados. Un sollozo se filtro por mi boca y se vio amortiguado por la mano de Santos, no pude contener el torrente de lagrimas que escaparon de mis ojos con violencia. Cuando se percato de las lágrimas rodando por su mano, Santos sonrió y hablo directamente a su oído.
-esta es una ilusión-con la mano libre disperso la cortina de humo y limpio una de mis lagrimas-pero con una simple señal mía se convertirá en realidad. ¿Vas a portarte bien?
Asentí una sola vez. Santos me soltó la boca y termino de destaparme, poniendo sobre la cama una camisa negra y un jean azul.
-¿Qué eres tú?
-deja las preguntas niña y vístete.
No pude evitar observarlo con excesiva curiosidad mientras me vestía, había algo raro en el que no resaltaba a simple vista. A parte de esos extraños ojos había algo en su persona que resultaba intrigante. Era de espalda ancha y hombros colosales, debajo de esa camisa blanca se marcaban sus musculosos brazos. Su rostro no era más delicado, poseía unas facciones cuadradas y marcadas en perfecta simetría y proporción con el resto de su cuerpo. Retire la mirada de su cuerpo y termine de apuntar el pantalón, lo mire fijamente durante unos momentos.
-quiero ver a mis hermanos…-dude unos momentos antes de formular la segunda petición insegura sobre qué respuesta podría encontrar-… y a mi madre.
-ni hablar niñita, no estamos negociando.-mientras hablaba camino hasta donde yo esteba y me sujeto por el antebrazo-ahora, es mejor que empecemos la marcha. Es un largo viaje.
Sentí un repentino escalofrió cuando menciono lo del viaje, ¿A dónde íbamos? Y en todo caso ¿Por qué él estaba tan seguro de mi compañía? Empezó a tirar de mí pero olvido que seguía conectada a la bolsa de suero. Me solté violentamente de su mano y señale la intravenosa.
-¿te importa si me lo quito?-me soltó y camino hasta la puerta de la habitación mirando a través de ella en muchas direcciones-¿de qué viaje estás hablando?
-¡eres fastidiosa niña! Deja de hacer tantas preguntas.
Bien, lo había distraído. No era una estrategia perfecta pero mis preguntas lo habían hecho salir de la habitación, no señor, no estaba dispuesta a abandonar el hospital y menos en compañía de… bueno, no conocía en realidad la naturaleza de este individuo, pero sabía que no era humano el 100%. Un humano común y corriente no se desmaterializa en el aire y mucho menos posee ojos con una cualidad tan asombrosa. Sujete entre mis dedos una pequeña botella medio vacía de alcohol y camine en silencio fuera de la habitación. Estaba conversando con la enfermera que había entrado hace un par de minutos, agradecida por la distracción camine en dirección contraria hacia un largo pasillo de mas habitaciones, empecé a trotar cuando me fui acercando a una de las esquinas, antes de girar voltee a mirar hacia donde estaba la enfermera, pero el ya no estaba. La enfermera estaba tendida en el suelo y cuando voltee a ver choque contra un hombre de ojos purpura que me examinaban con evidente molestia aunque su expresión indicara otra cosa.
-vamos por la dirección equivocada niña.
Sentada en el piso con la botella de alcohol en las manos lo mire sorprendida, si aun tenia sospechas de que no era un ser humano esto era suficiente para convencerme de lo contrario. Pero no pensaba torcer el brazo tan rápido, no pensaba acompañar a este sujeto a ninguna parte y tendría que encontrar una nueva manera de intentar huir.
-estaba buscando el baño-me levante cuidadosamente sin dejar caer la botella y lo mire, de nuevo sus ojos eran negros-y por cierto, me llamo Nadia.
-no soy estúpido, niñita.-me sujeto por el codo y regresamos con paso afanoso por el corredor-estoy empezando a perder la paciencia.
Continuamos caminando sin disminuir el paso, volví a respirar cuando al pasar por donde estaba la enfermera descubrí que su pecho aun se movía de manera rítmica. Sin embargo aun tenía que pensar en alguna forma de escapar. Nos detuvimos en frente de los ascensores y esperamos lo que pareció una eternidad. Finalmente las puertas se abrieron para darle paso a un sujeto que empujaba una camilla con un señor, nos saludo con la cabeza y continuo su camino. Santos me empujo para que entrara y luego pulso varias veces el botón que conducía al sótano. Si tenía una oportunidad para alejarme de ese loco era esta. Desenrosque la tapa de la botella y conté hasta tres antes de volverme y arrojarle el contenido a la cara. Grito de manera salvaje llevándose las manos a los ojos. Di media vuelta y salí del ascensor justo a tiempo antes de que las puertas se cerraran, tan pronto como estuve fuer empecé a correr hacia las escaleras de emergencia, el ascensor no se iba detener hasta llegar al sótano así que podría correr hasta la entrada principal y salir, cuando salí del hospital permanecí unos momentos parada en la puerta y luego reanude mi carrera hacia el estacionamiento, del otro lado de la calle había una parada de autobuses desierta, el bus venia aproximándose, aumente la velocidad para cruzar la avenida. Por poco me arrolla un auto que venía en sentido contrario, pero llegue justo a tiempo para que las puertas se abrieran, subí el primer escalón y le sonreí al conductor esperando que ignorara que no llevaba dinero para el pasaje pero no pude hacer más, me había encontrado, claramente sentí sus manos aferrarse a mi cintura y jalarme hacia la parte de atrás de los arbustos, finalmente me estrello de espaldas contra una pared de concreto de algún edificio y cubrió mi boca, si antes no había sentido temor alguno ahora estaba a punto de un ataque de nervios, podría haber jugado mis cartas muy mal. Podía ver sus pupilas y sus ojos, me miraban con demasiada furia, en una persona normal el alcohol pudo al menos irritar sus ojos pero en el aparentemente no habían tenido efecto alguno.
-¡ya me cansaste niñita!-me empujo varias veces contra el edificio haciendo que mi cabeza rebotara contra el concreto-esta es la última vez que vas a verme la cara de estúpido.
-¿Qué vas a hacer?
Retar a este maniaco a lo mejor era la cosa más estúpida que podía hacer en ese momento sabiendo que la vida de mis hermanos estaba en sus manos pero no poseía precisamente la habilidad de permanecer callada cuando estaba de mal humor.
-mira por ti misma…
Una sensación de dejavu me invadió, la cortina de humo empezó a materializarse y la compresión de los sucesos que estaban por venir termino de destruir mi calma, empecé a empujar y patalear contra su peso, que aun me mantenía presionada contra la pared, mis esfuerzos resultaron infructuosos.
-¡por favor, no lo hagas!-la voz se me quebró involuntariamente y la inundación de lagrimas era inminente-iré contigo a donde tenga que ir… pero por favor no los lastimes.
-lo siento niñita pero necesito garantías…
De nuevo en la pantalla de humo empezó a emitir las imágenes de antes, esta vez estaban dormidos todos, reconocí en una de las camas a Juliana y a Melissa, pobre chiquita, siempre le había asustado dormir sola-no es que hubiéramos tenido suficientes camas para eso-.por eso no era raro que hubiera invadido el espacio de su hermana en la diminuta cama. Y luego uno de aquellos sujetos sin rostro la levanto del cuello, ella no luchaba no se debatía y seguía tan tranquila como si estuviera dormida.
-rómpele el cuello.
-¡no!
Demasiado tarde, ni bien termino de dar Santos la orden cuando el maldito sin rostro retorció su delicado cuello, el sonido del crujido y el posterior golpe seco de ella en el suelo redujeron a polvo mi determinación. Patalee con fuerza contra el cuya fría y cruel mirada estaban posadas en mi. Finalmente me soltó y caí al piso de rodillas, sentía el pecho oprimido y mi respiración se hacía más rápida y dificultosa.
-la… la mataste.
-levántate, debemos irnos.
-¡la mataste maldito hijo de…!-se agacho y me cubrió la mano con la boca para silenciar la maldición, luego me soltó y se arrodillo a mi lado-la mataste…
Me arrastre lejos de él con mi dolor y me lleve las rodillas al pecho anudándolas con mis brazos y tratando de eliminar la imagen de mi hermana cayendo al suelo inerte, otra ola de dolor me invadió, mucho más cruel y despiadada que la anterior, él tuvo el cinismo de sonreír.
-Ella está bien, no le paso nada… ¿podemos irnos?
Levante la vista del suelo y me fije en su rostro, no había indicios de falsedad, pero no iba a confiar en él.
-quiero verlos.
Apoyándome en la pared de concreto me puse de pie, Santos seguía con su actitud arrogante y con su mirada desdeñosa, negó con la cabeza antes de responder.
-ni hablar niña, ahora debemos irnos, va a amanecer y el portal se va a cerrar. Andando.
Empezó a caminar despreocupadamente y se llevo las manos a los bolsillos, más allá de la confusión que sentía por ese juego de palabras tenia determinación de acero por ver a mis hermanos, esperando que no fuera la última vez, pero conservando ese recuerdo en caso de que no volviera.
-no es una petición. Quiero verlos.
Arrastre las palabras más de lo debido y separe cada silaba cuidadosamente esperando que entendiera que una negativa no iba a apresurar la marcha, se apretó el puente de la nariz con el índice y el pulgar. Me miro despectivamente y dejo que las palabras escaparan velozmente.
-sigue enojándome y los matare a todos.
-¡si los matas no voy a ayudarte tampoco!-un leve destello de duda apareció en su rostro, si seguía presionando conseguiría mi objetivo-no tienes opción, quiero verlos.
Lo logre, finalmente asintió con la cabeza una sola vez y luego camino hasta donde yo estaba, sujeto mi muñeca con ambas manos y luego retorció la piel en direcciones contrarias. Una sensación repentina de calor me invadió al tiempo que una extraña marca aparecía en mi piel, primero al rojo vivo como una quemadura y luego se atenuó hasta que se desvaneció completamente. No pude detallar el diseño pero advertí la forma de un arco y una flecha enlazados por un intrincado tribal, era muy hermoso.
-¿Qué es esto?
-una pequeña marca de localización. Si tratas de escapar otra vez te encontrare…cuando este cerca de ti la marca dolerá como una quemadura-camino hasta donde estaba y me sujeto por el codo-prepárate caprichitos… el viaje será movido.
No supe a que se referirá, sin embargo observe pequeñas esferas de luz azul revoloteando alrededor de nosotros, y luego tan rápido como in bólido de fórmula uno los contornos alrededor de nosotros se desdibujaron pero no fui capaz de mirar más, cerré los ojos y los apreté con fuerza, la sensación de movimiento se mantuvo.
-llegamos.
Abrí los ojos y una sensación de repentino vértigo me invadió, caí al piso con la cabeza dando vueltas a una velocidad impresionante, la risa amortiguada de Santos me hizo ponerme de pie. Estaba desorientada y me tambaleaba un poco. Estábamos en una habitación que se mantenía a oscuras y aunque las luces de un anuncio de neón cerca de la ventana concedían una iluminación mortecina, en la pequeña habitación reconocí cuatro camas, y varios juguetes en el suelo. ¿Podría ser esta la habitación de ellos?
-ahí están…
El débil susurro de Santos dio respuesta a mi silenciosa pregunta, lo dude unos momentos antes de acercarme. Pero después todo esto era lo que había estado reclamando. Me acerque lentamente a una de las camas, pero estaba vacía, camine hasta la más cercana y también estaba vacía. Lo mire con desprecio y sorpresa.
-¡que es esto! ¡¿Es una maldita broma?!
Sentí deseos de llorar otra vez, suponiendo que este sujeto de verdad disfrutaba de la manera en que me desmoronaba frente a él. Me miro con los brazos cruzados a la altura del pecho y luego se llevo el dedo índice a los labios.
-shhh
Volvió a apuntarme con la barbilla hacia las camas que estaban más próximas a las ventanas, estaban juntas y hay acurrucados uno contra otro estaban mis hermanos, la más pequeña, Melissa abrió los ojos y me reconoció. De inmediato salto de la cama y anudo sus pequeños brazos alrededor de mi nuca.
-Nadia…-su voz era tremendamente áspera y solo un pequeño susurro en comparación con el vozarrón que tenía cuando estaba feliz-¿nos podemos ir ya?
No sabía que responderle, deberíamos hacerlo pero no tendrá tiempo de sacarlos a todos antes de que los sinrostro se cobraran sus vidas, vi a Santos observando por la ventana y supe que estaba mirando, afuera el cielo dejaba de ser negro para convertirse en un azul pálido, el amanecer estaba más cerca. De repente me entro una urgencia por salir.
-no, vidita todavía no nos vamos-solté sus manitas de mi cuello y la recosté en la cama-tengo que hacer ciertas cosas antes de volver por ustedes. Duérmete.
Me puse de pie y camine hacia la ventana, entre más rápido lo ayudara a él, mas rápido estaría de vuelta. Sin embargo Melissa se levanto de la cama y se aferro al jean azul. Parecía como si ignorase la presencia de santos por completo.
-¡no te vayas! No quiero estar más aquí…
Me partía el corazón sus palabras y la comprendía, pero no podía hacer nada por ella justo ahora.
-Melissa, ya basta-conocía esta postura, se estaba preparando para hacer un berrinche-no puedo quedarme y no puedes ir conmigo. Ahora si no quieres que me enfade vuelve a la cama.
Los ojos cafés de ella se estrecharon y su boca se torno en una mueca suplicante, pero no dijo nada más. Se subió a la cama y se cubrió hasta la cabeza. Y luego de manera paulatina los sollozos se hicieron más fuertes. Genial ahora despertaría al resto.
-tenemos que irnos, niñita…
-ya lo sé-Santos se estaba impacientando y yo también, era mejor acabar con todo esto de una vez-me llamo Nadia ¿lo olvidaste?
Camine hasta la cama y me arrodille junto a la cabecera y descubrí su cabeza, sus sienes estaban empapadas por las lagrimas y sus gruesas pestañas estaban húmedas, estaba aferrando una pequeña muñeca y gemía. Aquella escena era realmente dolorosa.
-Melissa mírame-se negaba a abrir los ojos por lo que apoye el rostro en su cabeza-volveré, te lo prometo. Volveré por ti, y conseguiremos una casa para vivir los cinco. Con un jardín grande y una cama enorme para que podamos dormir los cinco. ¿Vas a dejar de llorar?
-mamá nos prometió que no se iba a ir y se fue… probablemente tu también hagas lo mismo.
Deje de respirar en ese instante, ella tenía razón. Aquella imagen se instalo en mi cabeza.
-¡mami no te puedes ir!-mi madre nunca les dijo que se iba a morir, les dijo que era un viaje que no podía cancelar-¿recuerdas que nos prometiste que nos llevarías a la playa?
-cariño-cada vez más débil, la voz de mamá era solo un susurro-está bien, no me voy a ir. Te lo prometo. ¿Este bien? Ahora ven y dale un beso a mamá.
-volveré, Melissa. Te lo juro. No pienso dejarlo aquí.-ella se dio la vuelta y siguió gimiendo-ya me voy. Por favor se buena y cuídalos ¿está bien?
No me miro, ni respondió, la bese varias veces en la cabeza y luego camine hasta donde Santos. Su expresión era distante y poco cariñosa. Asentí con la cabeza y espere sus indicaciones. No fueron necesarias, me volvió a apretar por el antebrazo y de nuevo aquellas esferas luminosas aparecieron, inmediatamente cerré los ojos y espere a que de una manera grosera me indicara la llegada.
-llegamos…
No me soltó, me sostuvo con firmeza hasta que abrí los ojos y cuando los abrí los cerré nuevamente, estábamos en la parte más alta del puente Golden Gate, mal momento para recordar que le tenía pavor a las alturas sin contar con que estaba soplando un viento muy frio.
-¿Qué estamos haciendo aquí?
Lentamente solté mi codo y me arrodille en el piso tratando de aferrarme a algo, encontrándome solo con el frio acero, sin salientes ni agujeros, nada de donde aferrarme.
-aquí está el portal para cruzar, solo está abierto hasta que los primeros rayos del sol toquen el horizonte. ¿Estas lista?
No lo estaba, nunca lo iba a estar y no quería tampoco ponerme de pie, estando a muchísimos pies de altura, no pensaba ponerme en pie.
-no, ¿pero tengo alternativa?-me quede sentada unos momentos, y ahí estaba el sujetando por el codo. Me puso de pie y me obligo a abrir los ojos.- ¿Dónde está el portal?
Señalo hacia el frente de donde estábamos y ahí estaba, una pequeña espiral de colores psicodélicos que giraba sin control, estaba siempre separado del puente.
-tenemos que saltar… ¿lista?
Negué con la cabeza rápidamente y antes de iniciar la carrera lo detuve.
-antes de saltar necesito que me contestes algo…
Estaba claro que le molestaba mi actitud, pero así como el necesitaba garantías de mi ayuda yo necesitaba garantías de mi regreso. Para mí las promesas no eran algo simple y necesitaba que él tuviera el mismo compromiso conmigo.
-¿si te ayudo a ti estarías dispuesto a ayudarme a mi?
-¿de qué hablas?
-¿me das tu palabra de que después de que yo te ayude me ayudaras a volver aquí?
De repente su expresión se torno severa.
-soy un rastreador niñita, nunca doy mi palabra.
-por favor, promételo.
Lo dudo y miro al horizonte en donde un amarillo pálido reemplazaba el azul pálido.
-lo prometo.
Afianzo su agarre en mi codo y empezamos a correr, mi corazón empezó a bombear deprisa, una ráfaga de adrenalina transito por mi sistema circulatorio y mi sistema respiratorio se agito, la carrera no duro mucho, unos cuantos metros más adelante saltamos. Fue entonces cuando supuse que había respondido no por que tuviera intención de cumplir su palabra sino porque quería saltar antes del amanecer. Cuando cruzamos el portal me arrepentí profundamente.

Lobitaclearwater21 de julio de 2010

1 Comentarios

  • Lobitaclearwater

    No soy una brillante escritora, ni una luminaria en redaccion. pero hago esto por que es lo que amo.
    estoy abierta a todo tipo de criticas y si pueden, podrian sugerirme un titulo.
    Gracias

    21/07/10 12:07

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