Salvador era el gallo más extraño en el mundo de las marionetas. Cada mañana, al despertarse, levantaba uno a uno sus miembros (como suelen hacerlo las marionetas al despertarse) y, mientras observaba cómo su cuerpo se iba enderezando poco a poco, pensaba en lo poco feliz que se sentía cada día al abrir los ojos. Era como si algo le faltara, como si caminar como una simple marioneta, hablar como una simple marioneta, bailar como una simple marioneta y ser una simple marioneta, no le bastara. Sentía que había algo más que se podía hacer. Siempre que se juntaba con las demás marionetas y hablaba de eso lo trataban de fallo. "Se te corrió una teja", le decían, "Veís mucha tele", "Se te arrancó la moto". Le decían: las marionetas no pueden hacer nada más que caminar hacia adelante, hacia atrás, girar, hacer reverencias, mover los brazos. No pueden girar la cabeza, darse un abrazo apretado, y lo que menos pueden hacer es (mirar hacia arriba). Una marioneta nunca puede (mirar hacia arriba). Nunca. Y cuando él les preguntaba por qué, ellos se reían de que fuera tan tonto y le respondían que no se podía porque no se podía. Todo el mundo, hasta el más tonto, sabía que no se podía. Si una marioneta mira hacia arriba empieza a decir de cosas raras como (no somos libres, vivimos atados, debemos mirar hacia arriba, arriba está la respuesta). Puras tonteras de ese tipo. Tonteras, porque ¿a qué marioneta sana se le podía ocurrir que no era libre? ¿Por qué no iban a ser libres? ¿Acaso no podían saltar, bailar, moverse, hacer lo que quisieran? Las marionetas que miraban hacia arriba se volvían locas, eran un peligro público y había que encerrarlas, así que mejor que se olvidara de esas tonteras. Eso le decían. Pero Salvador siempre estaba inquieto y pensaba que tal vez había algo más... Por eso un día quiso (mirar hacia arriba), sólo una vez, sólo para saber, aunque dijeran que era una locura, aunque le dijeran soñador, que se iba a quedar pegado (allá arriba), que la realidad estaba allí y no (allá arriba), que lo de (arriba) lo había inventado gente que no era realista. Salvador quiso mirar por una vez (hacia arriba) y lo hizo. Lentamente comenzó a echar la cabeza hacia atrás, con mucho cuidado porque era muy difícil y también porque le daba un poco de vergüenza hacer algo que parecía tan ridículo. Nunca había intentado una cosa así. Pero cuando logró hacerlo pudo ver algo que lo dejó helado. Allí estaban unos largos hilos, atados a cada uno de sus miembros y cabeza, como si los manejaran. ¡Era verdad! ¡No eran realmente libres, nunca lo habían sido! Entonces fue cuando uno de sus amigos lo sorprendió mirando (hacia arriba) y lo reprendió. Salvador no respondió, no le dijo nada sobre lo que había visto al (mirar hacia arriba). Hizo algo mejor. Le pidió que se acercara a él, que bajara la cabeza y alzara los brazos en cruz, y mientras estaba en aquella postura, suavemente comenzó a cortar los hilos que ataban a su amigo, sin que él lo notara. Cuando su amigo volvió a alzar la vista Salvador le dijo: "Eres libre". Al principio el amigo no lo entendió, pero cuando se quiso mover, vio que sus pasos eran más ágiles, su cuerpo más liviano. Saltó, bailó, giró la cabeza, miró (hacia arriba). Pero cuando quiso abrazar a Salvador, agradecido, éste le dijo que no, que aún no podía abrazarlo, que primero debía liberarlo a él de sus ataduras porque solo no podía. Y el amigo liberó a Salvador, que era su amigo y que lo había liberado, y juntos fueron liberando uno a uno a sus amigos y éstos a sus amigos y a los amigos de aquellos. Pero aunque aún hay gente entre las marionetas que se niega a ser liberada porque jamás han creído estar atadas, hay muchas otras que, unidas a la gran fe de que (arriba está la respuesta), siguen invitando, a todos los que quieran, a mirar hacia arriba y a (ser libres de verdad).
Este texto lo desmpolvé de mi época de adolescencia. Es casi un cuento infantil. Rebosa de ingenuidad y candidez, lo que no es malo, para nada. En ese tiempo me desbordaba la fe. Como ya se me agotaron todos los textos que tenía, incluidos cuentos y poemas (algunos tan viejos como este), bueno, estoy sacando los "residuos". Así que no se crean que esta es mi línea actual de escritura, porque no lo es. Ya Pablo Coelho mató toda posible espiritualidad al servicio del mercado. Si alguien puede recuperar esa ingenuidad y candidez de sus garras, se lo agradecería un montón, créanme.