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La SeÑorita Sibilina

La señorita Sibilina tenía su mejor amiga llamada Juana María. Siempre juntas estaban, fuese en los estudios, en las fiestas, en todas partes. Un día, Juana María se enamoró, suceso que a la señorita Sibilina, más que molestarle, le entristeció. Ella siempre anhelaba un novio, su madre y su tía le hacían baños de esencias mágicas para conseguir el amor y jamás resultaba. La señorita Sibilina, al saber la noticia de su mejor amiga, cambió.

Pasaron los días, y Juana María, muy enamorada de su novio Paolo decidió presentárselo a su mejor amiga, la señorita Sibilina. Esta al abrir la puerta y ver al muchacho, quedó impactada, y luego de haber prometido odiar para toda la vida al novio de su hermana, resultó ser que se presentó como si él estuviese soltero y sin compromiso. El joven no sospechó la actitud de la señorita Sibilina, mas su amiga si, y cuando al día siguiente se vieron, esta le advirtió a la señorita Sibilina que si intentaba acercarse a su novio con intenciones que ella ya presentía, mas nunca la iba a tratar. Por mucho que su amiga, le negara otras intenciones con respecto a su novio, la otra afirmó su posición, lo cual las distanció.

Pasaron los años, y Juana María se casó con Paolo, y la señorita Sibilina seguía aun soltera. Nadie le conoció pretendiente ni en su juventud ni en los años que pasaron luego de que las amigas no se volvieron hablar. Encontrándose ambas en un supermercado, Juana María reconoce a su vieja amiga, y saludándola con mucho cariño, olvidando las disputas pasadas, acordaron visitarse de nuevo, como cuando eran jóvenes e inocentes. Juana María, el sábado después de aquel encuentro la visitó a su casa con su esposo y sus tres hijos. La señorita Sibilina, al ver la gran familia que había formado Juana María, volvió a sentir los añejos celos que de adolescente había sentido por su amiga al ver a Paolo, pero comprendía que ya no era tan joven ni como para ponerse con cosas de adolescentes ni para parecerle atractiva, por lo que se contuvo y los recibió hipócritamente con el cariño de una hermana, una cuñada y una tía.

Al despedirse, Juana María le prometió a la señorita Sibilina no perder el contacto entre ambas amigas. Lloraron, y la familia se fue charlando sobre el día mientras que la señorita, que envejecía con cada paso que su amiga daba hasta el carro, se quedó observándolos hasta perder de vista el automóvil al cruzar la esquina de la calle. Al meterse a su casa, se dirigió a la habitación donde dormía su hijo para despertarlo: - Mamá, ¿Quiénes vinieron? Escuche unas voces, pero el sueño me dominó-. ¡Nadie Paolo, nadie!-.


Luis J. Cabré.
Luisjose02 de abril de 2020

1 Comentarios

  • Patroclo

    Y& Sorpresa.
    Luisjose, me ha recordado cómo mi abuela me hablaba del estigma social que arrastraban las señoritas sibilinas en la primera mitad del XX. Doble dolor.
    Me gustado tu relato corto, eres muy versátil. Gracias por compartirlo.

    05/04/20 05:04

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