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Disparos Detrás de la Mortaja



Yo no tengo más descanso
que el recuerdo de mi muerte,
de mis muertes,
de todas y cada una de las veces
que he sentido mis pulmones
colapsarse.

Encuentro consuelo en cielos ajenos,
en estratosferas que no me pertenecen,
en mentiras espaciales
que alcanzo como polizón.
Gravedad cero, autoestima uno.

Mi alma se vacía al calor
de sentimientos más profundos.
Y en la lejanía,
intuyo la salvación.
Pero no la veo. No la creo.
No la poseo.
No la controlo.
Estoy tan arriba...
como puede alguien estar
tan arriba y solo.

Perdido,
en el universo que
yo mismo diseñé.

Vuelvo a la Tierra con el ímpetu
con el que me marché,
violando las leyes de la física.
Me visto con gestualidad arrítmica
del ozono, azul, de mi reentrada.
Y sonrío como el cráter Gale sonreía,
cuando veo coartadas las carreteras
que antaño recorrí.
Qué recuerdos de cuando
las ecuaciones diferenciales nos distinguían
entre los miembros del club de la verdad impía.



Fui corto de entendederas;
mal adversario escogí.
En un mundo de muerte negra
carece el luto de sentido.
En un planeta de hipocresiadictos,
ya no se valoran mis edictos
ni el hecho de ser hijo del orgasmo,
como todos en este barrio.
No hay paz que menos les importe.
Mi mensaje toca techo al compás
de decisiones compradas al trueque
de precio coste.
Y mi alma se cobija en posiciones ideológicas
de saldo.

Para no perderme en reproches a los problemas de un mundo que decidí no dejar atrás, diré, a modo de fría conclusión, que cala tanto en mí el terror como la promesa de morir de miedo. Es decir,
mío es el valor
de los que no
compran cobardía.
Mío es el deber
de soportar la perpetua noche.

Escapé del mundo en exilio prematuro,
regresando para ver a Europa
cautiva y desarmada.
Arderá el desierto como ardió París,
caerá el reino del mal como cayó el Muro.
Pero cuando todo se olvide y llegue el porvenir,
se oirán disparos detrás de la mortaja
que oculta un futuro que nadie quiere admitir.

Y harán el viaje inverso,
imaginando lo que yo ya imaginé.
Le darán alas a una raza de Ícaros
sin laberinto del que huir.
Y se habrán olvidado las muertes,
pero los libres no querremos ir.
Ya habremos estado allí,
y nos quedaremos,
en esta ciudad canalla,
este Edén sin serpientes constrictoras,
donde podremos velar la nostalgia
de aquella lección llamada Historia
y del minuto en el que llegó a su fin.


Luko179119 de noviembre de 2015

1 Recomendaciones

1 Comentarios

  • Danae

    Luko, me has dejado sin palabras, cualquier comentario sería insuficiente.
    He sentido todo el dolor del mundo al leer tu texto.
    Has transmitido todo el horror de un futuro vacío de honor.
    Un poema apocalíptico, sin duda.
    Mi admiración, amigo.

    19/11/15 11:11

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