El caos es un orden sin resolver, una vorágine de entropía donde nada importa y todo parece importar.
Limpiemos las paredes del alma antes de colgar trofeos. Participemos de la virtud, hagamos nuestro número como los mejores funambulistas de este circo que llamamos vida y cobremos la jornada para pagar la primera ronda en el bar de la esquina.
Dejemos atrás adjetivos. Olvidemos verbos. Condenemos al ostracismo los nombres que segregan nuestra identidad. Combinemos destierros. Acabemos con la posibilidad de exponer pensamientos.
Purguémonos, y que nuestra única patria sea el mar de la tranquilidad.
Borrascosa y encumbrada,
emboscada y escogida.
Paciente desesperada,
fatalmente encarnecida.
¡Golpea el yunque! ¡Forja el martillo!
Funde la espada realzando su brillo.
Cuando caiga la estrella, o se apague su luz
quemaré las naves y veneraré mi cruz.
Correr es haber andado,
andar implica no detenerme.
Pues así comenzaría
a amenazar con no moverme.
Luna de plata repujada en el cielo,
filosofía oculta en el aullido entrecortado.
Mirada herida de inconformista anhelo,
resiliente retorno del sexo inventado.
Musa, en el camino. Encuentro.
Beso, orgasmo, imaginación, parábola.
Del infierno o de la vida: recuerdos
que el ingenio aporta en esta cábala.
Juzguemos, escandalizados,
el estratégico rugir desengañado.
Valiente para mí,
el tributar, magnífico y enfermo.
Aquí y ahora, quizá lejos
quizá luego.
¿O nunca? Quién, cuándo, durante.
Contigo claro que sí, pero antes:
tú junto a mí, ya no detrás o mediante.
...
[Sin palabras]
[Pero no sin poesía]
