Tanto vivió, que quiso ser huérfana, se apagó el supremo placer de hacer cábalas.
Distraída por las estaciones, que pasaban con la rapidez del trueno, se hizo bailarina de museo.
Se pasaba las horas de puntillas, viendo y teniendo todo bajo control gracias a su enorme altura, cuando ya no podía más, bajaba esos dedos doloridos, los masajeaba y sentia un placer supremo.
Cuando le apetecía, comia palomitas viendo películas clásicas, como le gustaba!!!!! Fantástico, se decía, mientras se acurrucaba en el frondoso sofá amarillo.
A veces tenía pesadillas extravagantes, siempre estaba por fuera de los edificios bajando por las paredes, como si de un murciélago se tratase.
Otras veces se mecía en la butaca del abuelo, y echaba su siesta tan tranquila, que le parecía el mismo cielo.
Nunca se enfado, siempre sonreía, pero no carcajadas.
Tenía un sentido del humor tremendo, se lo tomaba todo a chance.
Algún día morirá, cuando sobrepase los cien años, pues de pequeña hizo un pacto, para llegar a esa edad.
No se porque lo hizo o si se dio cuenta de lo que hacía, pero allí estará con sus cien años,,,,, en soledad.
