Los misterios como los laberintos tienen en algún lugar, una salida.
Una puerta que no veíamos, una solución inesperada.
Oculta del sentido y que aunque habíamos pasado muchas veces por delante
solo en el momento exacto se deja ver.
Cuando descubrimos el final,
por unos segundos nos quedamos vacíos,
a veces por días, años, vidas.
Nada nos mantiene más ocupados que correr detrás de la solución.
Así quedamos tu y yo,
literalmente separados por un abismo.
Y la aceptación de que lo nuestro es pasado,
ya es aire que recorre los salones.
Ya tienes la libertad de no recordarme,
cuentas con la bendición del olvido.
Yo podré al fin sacarte de mis plegarias,
para que seas merecedor de tus espinas.
Nadie podía pedirte algo cuando no existía,
solo por respeto a la memoria,
tenías la obligación de retirarte,
de forma elegante sin tiranias.
No necesitabas las excusas,
que tu silencio marcaba en mis oídos,
Solo con decirme yo te queria ...
y la conjugación hubiera hecho lo propio.
