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El Pulga Tito Del Tibet

El Quixot Català, Marcel•lí Miret
Serie – Neo Clásicos Internacionales

EL PULGA TITO TIBETITO del Tibet

En la gran montaña, que en el fondo solo es una piedra grande que se sacó de la zapatilla Buda, vivió un lamito muy diminutito. Este tuvo mamá y sabía lo que era una mujer. Al menos vista desde abajo. Al ser tan pequeñito no le podía ver la cara, ni nada. Solo le veía el dedo gordo del pie, las piernas, y el sitio negro donde se encuentran las piernas. A partir de allí todo era tan borroso como el Tibet durante una niebla eterna. O sea como todo el año.

No solía salir de casa, porque los gatos tibetanos lo acechaban. Para que recogieran los gatos, avisaban soplando las trompetas de ocho metros. Hacían trampa, porque no tienen ni aire, y encima como para soplar. Lo solucionaban con una tripa de cabra montesa, imitando una gaita gallega como las del Sr. Fraga.

Su papi le había construido una jaula de grillo para que viviera protegido. Por la noche la colgaba del techo junto a los jamones para que no se lo comieran los gatos. En caso de asalto al almacén, los gatos se hubieran comido el jamón antes que al niño. Todo estaba pensado para salvarlo de los peligros. Le habían regalado un clavo de hierro con punta para que lo utilizara como lanza. Y un dedal como casco. De esta manera podía defenderse de los escarabajos egipcios, las hormigas, los mosquitos y las orugas. Eso si, tenía prohibido matarlos, es un pecado muy grave, que no se puede perdonar. Queda apuntado en la lista de las reencarnaciones. Se excluyen las Encarnas de las listas. Las Carmes, y los Karmas no se excluyen, por lo tanto el tibet Pulga Tito, no podía matar a una mosca, ni en defensa propia.

En caso de “asesinato” no le harían juicio, no se toman esas molestias. Ya se encargan el Dharma y el Kharma de ajustarle las cuentas. Los europeos solo tienen el “arma”, sobretodo los andaluces. Van atrasados unos cuantos pasos evolutivos y reencarnativos.

La mama de Pulga Tito avisó al templo para que tocaran las trompetas. No era porque iban a soltar a los toros, ni para correr delante de ellos. Es que Pulga Tito, tenía que salir a comprar. Todos se sabían las normas: Cerrar los corrales, recoger a todos los animales sueltos. Gallos, gallinas, cerdos vietnamitas, cerdos chinos, cabras, caballitos de feria. También vaciaban las calles de autos, carretas, mulas y burros. Hasta los chinos se tenían que volver a los cuarteles.

Respecto a los insectos, los que eran “conocidos” y miembros de la comunidad, también se les pedía que volvieran a sus nidos. La araña a su tela. El gusano a su hoja de morera. Las hormigas, bajo tierra. Y las abejas en los panales. Los insectos foráneos que habían llegado arrastrados por el monzón también tenían que cumplir las reglas. Las ranas llovidas del cielo tampoco se libraban. Cargarse un insecto era problema del Dharma y las reencarnaciones. Cargarse a una persona, ya era otro cantar. De momento te pasaban cuentas los jueces, o el Gran Jefe Indio de la tribu del templo. Si tenía almorranas y mal carácter podía poner sanciones muy duras, peor que la normalidad de tener que vivir en esas malas condiciones.

Los vegetales, como la mayoría son muy buenos, solo tenían que cumplir el precepto de no comerse al Pulga Tito, las plantas carnívoras.

En verano, que solo dura un minuto, no lo dejaban salir para que no se perdiera entre las hierbas, que para él eran bosques de árboles gigantes. No podía avanzar ni con un machete, era peor que la selva. En la selva podía pasar desapercibido hasta para un tigre. Los tigres solo se comen las pulgas si les pican.
Prefieren comerse a los Lamas despistados, cuando van al bosque a hacer sus necesidades. El mejor momento es cuando están agachados y haciendo esfuerzos, los atacan sin darles oportunidad de huir.

Con la nieve era más fácil para Pulga Tito poder trasladarse. Si se perdía siempre podrían seguir sus huellas con una lupa o un telescopio. Por fin estaba todo preparado para el viaje. Las cosas van muy lentas a tanta altitud, entre el frío que te hiela los huesos por dentro y te deja los miembros como polines y el aire. Has de ir buscando las moléculas sueltas y juntándolas como caramelos de anís. Cuando tienes una cuantas te las metes por la boca y respiras. De hecho se desarrollan una especie de branquias, ya que a veces para que no se te hielen los dientes o la lengua, respiras por las orejas.

Pulga Tito inició su odisea de veinte metros hasta la tienda donde iba a comprar lo de siempre. El tsampa ese que sabe a gorila disecado. Llegó a la tienda, igual que en el cuento de Cataluña. El tendero vio una moneda rodando, ya que Pulga Tito la llevaba como si fuera una rueda o un aro. Hubiese sido imposible llevarla en un bolso, o sobre la cabeza. El peso de la moneda lo habría aplastado. Por suerte llevaba justo y no necesitaba cambio. Si le llegan a devolver cambio pequeño, lo hubieran chafado.

El tendero le dio el tsampa, sin hablar. Era un trocito no más grande que una miga de pan, pero no podía llevar mas carga. La carga empezó a desplazarse como si se la llevará una hormiga. Al pulga cito no se le veía, solo la miga de tsampa que se trasladaba sola, como si un lama Tibetano la moviera con la mente, pero a ras del suelo.

Pulga Tito, o más bien la miga, siguió su camino de vuelta a casa. Un yak, que es un toro con más piel que una oveja, retrasado porque era sordo se dirigía a su corral, cuando vio la miga de tsampa que se cruzaba en su camino. El yak pensó: “Esto es otra paranoia de los Lamas, pero como tengo hambre me la como”. Así fue, se comió el tsampa y al Pulga Tito. Al Pulga Tito no le dio tiempo ni a decir ¡Ay! Todo se le hizo oscuro de repente. Se encontró en medio de un montón de hierbas mezcladas con piedras y alguna lata de las expediciones de escaladores.

Pasaban las horas. Ya se había hecho de noche y Pulga Tito no había vuelto a casa. Con los amigos no estaba, y con las amigas, menos. En el bar, no lo dejaban entrar por menor. Buscaron en el Templo, en las alcantarillas. Era muy posible que se hubiera caído por una rendija. Les preguntaron a los gatos. Cuando registraron los nidos de los ratones, solo encontraron restos de gatos.

Se miró en las letrinas. Esto que voy a decir es muy guarro, no lean si están comiendo: filtraron con un garbillo todo lo de las letrinas por si se había resbalado accidentalmente.
Miraron en la fragua. Hicieron redadas en los hormigueros, y nada. Pulga Tito, había desaparecido. Empezaron a buscar en el glaciar, haber si se había quedado hecho un cubito. Su madre y los voluntarios gritaban: PULGAAAA CITOOO. Solo escuchaban su propio eco, amplificado por las paredes de piedra.
PULGAA CITTO, PULGA CITTO, PULGA CITOOO. Se enteraron hasta en Nueva Delhi.

Al pasar por un corral de yaks, pudieron escuchar un leve sonido, como un sisear del viento. “Es.. to .y a .. qu ..i .” Su madre volvió a gritar: “¿Pulga Tito, dónde estas?”. Pulga Tito respondió: “En la pancha del yak, donde no nieva, ni llueve”.

Su madre muy contenta y alegre le dijo: “No te preocupes mi niño, ahora vamos a por el carnicero y te sacamos en un momento”. El Dalaï Lama, no estaba de acuerdo, no se podía matar al yak, era un pecado que le haría enfadar. Tendrían que esperar a que acabara de digerir al niño y lo extrajera por la cloaca.
Así se lo dijeron al Pulga Tito y al Yak. Al yak le pareció mejor idea que lo de la cirugía. Pulga Tito dijo que no quería salir del yak, que era el único sitio agradable y caliente que había conocido. Estaba mejor que en su casa, y que allí dentro no corría peligros. La comida que tenía el yak en el estomago era mejor y mas variada que la de su madre. Si lo querían sacar, tendrían que hacerlo con lavativas de agua caliente, Y que aun así se resistiría.

Reunidos en asamblea, toda la aldea, los familiares y una estatua de Buda, para preguntarle su opinión, se decidió que Pulga Tito pudiera poner su jaula de grillo dentro del yak y vivir allí, si el yak lo consentía. La respuesta del yak fue muy sabia y digna del Lama superior, se inscribió en la plaza de la aldea y decía: “Mientras no me toque los huevos, ni me haga cosquillas puede vivir en mi barriga”.
Y colorín colorado este cuento helado, se ha quedado congelado, o lo que es lo mismo, por fin lo he acabado.

Marcel•lí Miret - El Quixot Català, Caballero del Olimpo y de los Campos Eliseos (C.E.).

http://webs.racocatala.cat/quixotcatala marcelinosi@yahoo.es
Marcel16 de noviembre de 2010

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