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Niño de Llave

Fue concebido, cuando las sombras escupían un débil halo de luz plateado sobre masas luminosas y un grito de iniciación.

De un pellejo más pálido que las paredes del hospital, hebras blancas que se difuminaban entre su piel y dos cuencas de ojos que no invocaban sentimientos. Tan blanco y retorcido como las teclas de un piano podrido.

En una noche que aullaba las penas y la sangre brotaba como lluvia.

Un niño de llave callaba para escuchar, sin escuchar realmente nada. Eran los cuervos que le susurraban las historias que sus ojos han visto a través del tiempo y las lechuzas aparecían cuales fantasmas, a cantar una canción de cuna.

Los llantos de mundo seguían; él niño de llave silenciaba el sollozo de su alma para no recibir miradas de molestia, ni adornar su piel con colores diferentes.

Pero dentro de su tortura, el torturador se alimenta.

Y emerge cuando los cuervos hambrientos lo llaman, le invocan a gritos, a su propio dialecto.

Dejará esta noche al niño dormir en su cuna de rosas, brotando tintes escarlatas y el metal de un cuchillo derretido.

Cuando la llave abre aquella puerta, la bestia sale para devorar…

Vestido de cordero para aparentar.

Aquella máscara de nuestra personalidad.

Al cerrarse, el cordero despertará y verá más rosas escarlatas fluir por sus manos, su pecho, su cara…

El mundo entero.

El placentero crujir de huesos y el violento sonido de carne podrida desgarrarse que sólo un individuo conserva. El otro, guarda la tristeza del mundo de su corazón de cristal.

Y al romperlo, morirá.

La llave caerá, y la puerta eternamente abierta estará.

Aquella bestia en el pellejo de una máscara frágil y enferma.

Los cuervos han hablado.

Es hora de alimentarlos.
Margot23 de octubre de 2011

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