Perdida en un reino inexistente
en el mapa de mi pergamino,
recojo mis suspiros en un abrazo.
La mirada de un ciclope
que no tiene ubicación,
destino o perspectiva de su vida,
se pierde en un horizonte
de bruma negra,
amenazante bajo una luna
que muestra para mi
su cara de amargura.
Caminante por un sendero
cubierto de hojarasca
temerosa de caer en alguna trampa,
me muevo sigilosa, posando mis pies
en cada piedra que veo blanca.
En una mañana de escarcha,
asomada por esa ventana,
…una y dos a la vez…
creo ver a lo lejos un espejismo,
otro reino…
Me acerco y lo toco.
Si, es real…
Es mi templo dorado.
En el lienzo blanco y virgen de mi cara
se ha dibujado una sonrisa
especial, brillante, suya…
En el diario de mi vida
esa hoja de papel de besos
la he llenado.
Un beso, otro y otro más,
ya en torrente se están desbordando.
Yo a mi templo lo quiero cuidar,
pero el no se esta dejando.
Libre como el viento,
prisionero de ese candado.
Me acurruco para dormir en sus brazos,
bajo el resplandor que alumbra
los sueños de mi noche oscura.
***Dormiré…***
Despierto y me hallo sola
en un arenal
que se ha tragado a mi templo dorado,
dejándome a los pies de su cúspide
a la que un lazo mis sueños dejo aferrado.
Un monumento de piedra que se alza ante mí,
que calla, que no habla…
Sentada a su lado,
me ato a su mirada,
esperando…
siempre esperando que en su rostro
dibuje esa sonrisa… esa que me gusta…
que dibuje para mi un cálido abrazo.