PRIMAVERA EN OCTUBRE
Ella olía a viajes al extranjero, perfúmenes caros y maletas de marca. El olía a rutina, abandono y cajas de cartón. Ellos se amaban a escondidas detrás de los matorrales sin hablar y poseídos por el deseo. Y mientras él la penetraba: hundía la nariz en su pelo y recorría campos de flores en su cabello.
Primavera
Ella aguantaba callada la podredumbre de octubre; la cebolla rancia que emanaban sus poros. Los mares de ajos que brotaban de sus axilas. El buscaba su boca tratando de besarla. Ella esquivaba sus labios y escupía cada vez que rozaban los suyos. Cuando todo acababa, se lo sacaba de encima, volteaba el rostro, vomitaba. Y corría a casa sintiéndose sucia y ultrajada.
Él se quedaba solo sintiéndose sucio y usado, pero no podía evitar una estúpida sonrisa al evocar el sabor de su vientre el perfume en su pelo. Ella corría a casa y se refugiaba bajo la ducha desollando su piel tratando de borrar todo rastro, todo recuerdo de él.
Ella en su lecho, sintiéndose culpable y desdichada, - y odiándose por ello- juraba no volver nunca más. Jamás. Y mientras tanto, sentada al borde de la cama esperaba ansiosa que caiga la noche y que avance el día para volver a sus brazos una vez más.
La última.