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Recuerdos de Novgorod 16 de junio de 2012
por mearequies
Preámbulo
Madrid, Otoño de 1977
El viejo y arrugado florista comenzó el día sin haber terminado el ayer. Siempre empezaba temprano el día, incluidos los Domingos, pero ese día no pudo dormir en toda la noche; noche que se hizo larga y corta al mismo tiempo: larga por la espera, y corta porque en tan solo unas pocas horas pasaron por su mente algo más de 40 años de recuerdos, buenos y malos, dulces y amargos... Demasiados amargos...

Hacía apenas dos años que el Caudillo había muerto y una nueva España amanecía día a día llena de incertidumbre, de recelo y de esperanza. El viejo florista, antaño falangista y poco dado a florituras cuando con orgullo vestía la camisa azul, por primera vez en su vida miraba el futuro con esperanza dejando atrás un pasado que otros como él, nostálgicos de otro tiempo, añoraban. Por primera vez el "camisa vieja" se vistió pensado en el hoy y en el mañana; el ayer no vuelve.

Pero antes de coger su flamante Seat 1500 para desplazarse hacia el aeropuerto, y como siempre hizo durante los últimos treinta años, cambió los hermosos lirios blancos por otros frescos, que nunca faltaban en el recibidor de su hogar.

Capítulo I "La Familia"

Madrid, Primavera de 1936

Don Modesto Velázquez, el tercero de ese nombre, es un hacendado industrial, amo y señor de una de las empresa textiles más importantes de la capital, que heredó de su padre, y éste último del suyo, el negocio familiar. El primero de los Modestos, allá por el año de 1871, recién llegado de ultramar con no poca fortuna y aprovechando lo visto y experimentado por esos mundos de Dios fue de esos pioneros empresarios visionarios -y listos- que aprovechando la revolución industrial nacida en la infame Inglaterra y alrededores, invirtió buena parte de su fortuna en los últimos inventos anglosajones, maquinaria demoníaca que sin hilar fino, realizaba en el mismo tiempo el trabajo de doce a quince costureras y no había nadie en todo el país que hilase, tejiese o bordase a la velocidad del rayo como "Textiles Velázquez". Así pues, pronto llegaron los contratos con el Ejército y la Armada para la confección de uniformes, banderas, tiendas de campaña y hasta para los banderines de los cornetines. Al fallecimiento de éste, poco antes del desastre filipino y cubano, su hijo y padre del actual, prosiguió con el tinglado hasta su muerte, en una reyerta política provocada por culpa de la dictadura del General Primo de Rivera.
Se casó el actual jerarca textil con Doña Paquita Rico, mujer moderna para la época e influenciada enormemente por el temperamento de la Pardo Bazán, y en plena República no había lugar a machismos del pasado y menos poniendo al Altísimo por testigo, así que, de los 3 hijos engendrados por el matrimonio Velázquez Rico, dos varones y una mujer, ni el uno ni el otro, ni siquiera la otra, había sitio para más Modestos o Modesta, aunque los tres habían nacido durante la Gran Guerra Europea. En consecuencia no habría un 4º Modesto Velázquez, ni falta que haría, porque el destino que se avecinaba cerraría para siempre el negocio familiar, que tan buenos dividendos había aportando durante más de sesenta años.

Gregorio, de veinte años, era el primogénito de los hijos, seguido de Andrés -un año más joven- y de la dulce y amable Mercedes, a punto de cumplir los dieciocho. Jóvenes en plenitud de la vida, en una primavera amable y no excesivamente calurosa. Jóvenes de diferentes ideas y opiniones, idealistas cada cual a su manera. Jóvenes disfrutando de una libertad neonata, regalada y a veces incomprendida en un país en donde el sabor del tocino rancio pesaba mucho más que el del queso fresco.

Capítulo II - El preludio

Madrid, Universidad Complutense, Junio de 1936

Tan solo quedaban un par de exámenes y se acabó por este año.
Gregorio estaba deseando finalizar el curso para, como todos los años, viajar hasta Santander para disfrutar al menos durante un mes, en la casa que años atrás Don Modesto había adquirido para descansar durante las vacaciones estivales.
Cursaba el 3 año de Finanzas, carrera que no le entusiasmaba en absoluto, pero como primogénito y por tanto heredero único o mayoritario del imperio familiar decidió aprender de administración de
empresas y contabilidades para tener la mejor formación posible para lo que algún día sería su responsabilidad, aunque Don Modesto siempre le decía que con tener un "buen pico" y anticiparse a los demás, era suficiente para seguir progresando.
Andrés, el mediano, algo más alto y mejor parecido que su hermano, influenciado en su recién terminada adolescencia republicana, soñador de libertades, igualdad y oportunidades para todos, se había decidido por las Leyes, de las que tanto le gustaba hablar y en sus propios sueños modificaba y adaptaba a una realidad justa de la vida, estaba a punto de finalizar el segundo año de Derecho. No tenía madera de abogado que defendiese vehementemente las desigualdades; él lo que quería era cambiar España, Europa y el Mundo imaginando Leyes iguales para todos, sin distinciones de ningún tipo. Tremendamente imaginativo y soñador faltaría poco para que, sin darse cuenta siquiera, despertase del mundo utópico en el que vivía y la realidad del momento se posase en su sien en la forma del frío y tétrico cañón de un fusil.
La dulce y entrañable Mercedes, inquieta y al mismo tiempo decidida, adoraba a sus dos hermanos, especialmente a Andrés, a quién tantas confidencias fiaba, con quién tanto reía y de quién, un día le confesó, que si no fuese su hermano, se hubiese enamorado de él. Ayudaba a su madre en las tareas del hogar, y ello a pesar de tener a dos sirvientes, aunque también ocupaba su tiempo en la fábrica textil diseñando vestidos que no se producían, imaginando pasarelas parisinas que leía en las pocos revistas que caían en sus manos, viéndose ella misma luciendo esos magníficos diseños ideados, creados por Coco Chanel.

Gregorio bajaba las escaleras de su facultad, saludando a unos y otros con los que se cruzaba, compañeros de estudios y de ideas. Giró a la derecha con sus libros bajo el brazo izquierdo. Había quedado con Andrés en la facultad de Derecho, donde éste estaba realizando un examen de Derecho Romano desde las nueve de la mañana. Llegó poco después y viendo que Andrés todavía no estaba fuera, buscó una sombra y se sentó bajo un castaño de indias amparándose en su frescura y remangándose la camisa apoyó su espalda en el recio tronco que sujetaba la inmensa y acogedora sombra. Unos cuarenta minutos después, mientras repasaba sus lecturas académicas, observó como Andrés salía con cara de pocos amigos.

- Una de dos -dijo- ¿O esta mañana no te has lavado esa cara fea que tienes, o es que acabas de ver al mismísimo Stalin?
- No empieces Herr Velázquez que no estoy de humor, y métete en esa cabezota dura que tienes que yo no soy comunista.
- Que más da. Comunista, socialista o anarquista es lo mismo. Vagos! Bueno, que es lo que te pasa. ¿A que viene esa cara? -Preguntó curioso.
- El muy cabrón... ¡será hijo de un burdel! "El Machacas" nos ha puesto un examen que ni el mismo Cicerón aprobaría. ¡Jodidos romanos con su jodido Derecho! ¡Y jodido Machacas con su jodido latín, coño, que no estamos estudiando para curas! No creo que apruebe...
Gregorio rió con ganas mientras Andrés con aspavientos imitaba la ligera cojera del profesor de Derecho Romano, y animándose Andrés a la risa de su hermano, ambos dirigieron rumbo hacia la parada del tranvía.

(continuará)

2 Comentarios

Constante justo como me gustan, parece ser que proximamente tendre 3 narradores preferidos en T.T. eso si no te arrepientes de escribir aqui. Por cierto BIENVENIDO a esta tu red social para escritores de todo tipo, espero te diviertas leyendo y comentando a cualquiera que te guste ya que sin duda es la base de los buenos amigos en esta red social.

Hasta tu proximo capitulo, amigo de letras

16/06/12 11:06

Muchas gracias, amigo, por tu comentario y tus buenos deseos. En breve seguiré publicando para no recargar demasiado, y por supuesto leeré todo lo que pueda de los demás amigos de las letras.
Gracias de nuevo, y hasta pronto.

17/06/12 10:06

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