El monstruo se acercó a ella. Con su hocico humeante, con sus cuernos heridos, con sus ojos lagañosos... pero con nobleza y suavidad.
Ella permanecía inmovil como permanece la noche en el sueño, como permanece el tiempo en el susurro...
Juntos quedaron inmoviles, callados... como las palabras de este poema, de la poesía de su amor.