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Y Alguien Gritó

Se dice, como si fuera un salmo bíblico entonado por la voz ceniza del mismo San Gregorio Magno, que el hombre de ciudad, muere todos los días despues de la cena instantanea calentada al microondas: unos prefieren el rito de la música para su funeral, otros obvian las maneras y beben licor, otros más prefieren el sexo, y otros pocos menos simplemente esperan su muerte en la muerte misma de su cuarto inmóvil, inánime, silente.

Un nuevo dicho se está formando: aún carece de palabras o sintagmas, aún se fermenta en los corazones o culquiera que sea ese lugar donde el alma, esencia, "gennius" "zoe", etc... se hospeda.
El grito, se dirá, rompió los rugidos de motores y los alaridos de sirenas. El grito, se dirá, incrementaba entre segundo y segundo durante un tiempo indeterminado, su vibración, su volumen, su eco, su distancia.
El grito murió pero logró su cometido... o almenos eso se dirá: pues ahora todos conservan el escalofriante cuan altanero suplicio del hombre que se arrojó desde el campanario de la catedral; superar, o igualar sin instrumento alguno, el monstruoso ruido citadino tan sólo con el fuego de los pulmones que ya no querían más respirar; despertar del pavimento a sus muertos que vivos caminan; el grito...

En la mano del occiso se encontró un trozo de papel arrugado: una fotocopia de las páginas 68-69 de la novela de Alfonso de Lamartine "Graziella". en el reverso de ésta página, escrito a tinta y puño, adyacente a un dibujo hecho con lineas, toscas, sin arte, simulando una luna y lluvia... la siguiente linea:
"Aprendere a no querer verte más allá de los cigarrillos que juntos compartimos bajo la lluvia"
Mendaciloquus01 de mayo de 2009

1 Comentarios

  • Mejorana

    Hermoso Mendaci.
    Tiene ese no-s?- qu? que siempre me fascina.
    Besos.

    01/05/09 08:05

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