Estaba en su piel rozando,
las costas de su corazón,
entrando en las venas de su amor,
creando pensamientos en su razón.
Nos conocimos en un viejo orfanato,
su madre y mi padre habían muerto sin brisas,
ahí conocí aquella niña, ladrona de sueños
pues un sorbo de palabras fueron poetisas.
Clavamos una señal en ambos corazones,
pues su boca fue mi deseo incalculable,
me perdí en su trágica morada ,
drama que erizó mi sangre incurable.
Oh, poeta de mis pensamientos,
¿como curar? , como olvidar a un amor real,
no mentía, robaba solo su corazón,
para ocultarlo en los viejos bancos de Montreal.
No pude escribir en una hoja de mis manos,
la esperanza de estar con ella para siempre,
cada mañana retaba a un atardecer,
oh suspiro condenado, ¿porqué llegó noviembre?
Ella era hermosa, sus ojos parecidos a mi flor,
que esperó hasta marchitarse con su espina,
literal vagar en sus libertades,
pues encontrábamos una salida en la esquina.
De pronto una mañana de aquel noviembre,
llegó una mariposa con una carta,
muriendo a la llegada, solo con el viento,
sin vida el papel, combinados en una sarta.
El destino nunca pudo ser egoísta,
una pequeña lágrima de su mirada emana,
con una carta a la manta de otra carta,
pues anunciaban que ella era mi hermana.
(Septiembre 2011)