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Rapsodia Infernal 2

continuacion:


Todos se quedaron perplejos por aquella masa amorfa e invisible que casi les había traspasado impregnándolos de un frío mortuorio. Desolados, sin apenas poder mediar palabra, miraron la galería que ahora yacía entre los escombros.
- ¡¿Qué ha pasado?!- preguntó Próvido perplejo -. ¡¿Qué era eso!?
Todos se alejaron unos pasos del derrumbamiento mientras giraban y se movían nerviosos e incrédulos ante lo que acaba de acontecer. Era inexplicable. Y un helador escalofrío les traspasaba aún, como una estela de aquella nube fugaz que les había cortado el paso. Pasaron unos breves minutos sin poder mediar palabra, sólo miraban el montón de rocas que sepultaban el camino.
- A sido el viento – se intento Manes convencer así mismo para poder controlar su miedo.
- El viento no hace eso- replico Próvido-, es más, aquí no puede haber viento, es absurdo.
- ¿Y por qué no?
- Es evidente- le contestó sin dejar de mirar al túnel que ahora les negaba el acceso-. No puede entrar por ningún lado, te recuerdo que estamos a mucha profundidad.
- Tal ves sea eso- dijo Urko consternado-. A lo mejor hay una entrada por esta parte que no esta cerrada, o una enorme grieta, o un agujero.
- Es cierto - Intervino Kochab con la voz algo fragmentada. Tal vez estamos en algún lugar de una montaña o una ladera y puede que a esta misma altura halla otra puerta.
- Y sin embargo - dijo Manes al aproximarse hacia el frente-, no veo que entre ni una pizca de luz por ahí alante.
- Yo he sentido algo- Próvido habló por fin de lo que todos estaban pensando pero no mencionaban-. Vosotros también porque he visto como os estremecíais.
- Era una especie de corriente muy fuerte.
- Heladora.
- Y con una enorme velocidad.
- Pero pensad que solo era eso- dijo Urko que comenzaba a retomar su espíritu intolerante e indulgente-. porque sino acabaremos enloqueciendo, solo hay que encontrar un camino y no pensar en ese...- no se atrevía a decirlo porque él mismo estaba atónito y aturdido- ese lo que sea.
- Supongo que tienes razón- siguió Kochab-, debemos tranquilizarnos- miró a todos-. Aunque de todas formas, si no encontramos otra salida, podríamos apartar algunos de estos pedruscos y llegar a abrir paso - dijo al acercarse, con temor, a unas piedras menores.
- Tal vez si- le apoyó Urko porque bien sabía que era muy improbable que existiera otra puerta.
De nuevo todos se pusieron en marcha. Ahora iban muy pegados los unos a los otros porque aquel espantoso frío que les había atravesado seguía apostado en sus huesos.
- Debemos estar tranquilos- dijo Kochab en voz baja mientras avanzaban-, únicamente avanzaremos hasta encontrar otra salida o cualquier escalera que nos lleve a un nivel superior y ya esta.
- Pero desde que estamos aquí todas las escaleras son hacia abajo siempre a las profundidades – le contesto Manes.
- Pues a mi no se me ocurre otra idea – le repuso Kochab-, si a ti se te ocurre algo dínoslo pero mientras tanto es lo mejor.
- Es cierto – intervino Urko- abra que tener esperanza de que algo surja.
- Sino...- dijo Próvido no muy convencido- habrá que volver e intentar retirar algunas piedras para intentar pasar.
- Esperemos que eso no sea necesario – dijo Manes en voz baja-. No me apetece volver por el mismo sitio. Puede que aquella cosa siga allí esperándonos – dijo para si mismo.
Continuaron caminando durante largo tiempo por mas de aquellas galerías deleznables, sin volver a hablar ni mirar las tumbas ni pinturas. Preferían pasar todo aquello lo más inadvertido posible (si es que se podía). Sólo miraban al frente en busca de alguna novedad y se concentraban únicamente en el silencio y en todo aquello que podían percibir sus oídos mucho mas agudizados que cualquier otro sentido, y es que en ocasiones creían escuchar leves susurros, lejanos silbidos casi imperceptibles, el desquebrajar intencionado de las mismas paredes o incluso la presencia de otras cosas o del mismo frío que parecía solidificarse y rodearles aunque no estuvieran quietos. No podían ni querían entenderlo pero alguien les observaba, algo les seguía de cerca, tal vez las mismas pinturas o la propia catacumba. Pero tenían el claro presentimiento de que estaban vigilados.
Se detuvieron los cuatro a la vez muy suavemente. Sin hablar, por temor a hacer demasiado ruido, simplemente se miraron y sonrieron. Pareció incluso que un poco de color volvió a sus preocupados rostros. Ante ellos aparecían como final de aquella inmensa galería, unos pequeños escalones ascendentes que se perdían a la luz de las linternas.
Por fin, parece que la suerte les sonrió un poco y por lo menos habían conseguido subir de nivel y así, estar un poco mas cerca de la superficie que tanto añoraban.
De nuevo estaban en otra galería similar a todas las anteriores pero se encontraban algo más animados por su ascenso y porque por el momento aquella extraña presencia y aquellos ruidos fortuitos habían cesado. Siguieron varios quiebros de la galería que serpenteaba violentamente mientras alternaba con extensas rectas que parecían no acabar.
Un poco mas tranquilos y esperanzados decidieron hacer un alto y comer algo para reponer fuerzas y animarse. Pararon en una esquina más acogedora que las demás porque estaba completamente lisa y allí comieron y charlaron mirándose los unos a los otros y no a su alrededor porque preferían imaginar que se encontraban en otro lugar. Después continuaron la marcha siempre hacia el frente y procurando no desviarse por galerías secundarias y de nuevo se toparon con otra gran alegría, unos cuantos peldaños se dirigían hacia arriba y aunque no resultaba un gran avance se sintieron felices.
- Bueno, - dijo Próvido- si seguimos así, aunque sea poco a poco tal vez encontremos otra salida y así no tendremos que dar marcha atrás.
- Esperemos que sea así - le contesto Kochab.
- ¿Y este sitio que es?- preguntó Urko al entrar en la nueva estancia.
Aparecieron en una habitación completamente redonda, incluido el techo, como si fuera un huevo enorme. Repleta de arcos que la recorrían de extremo a extremo, formando así, complicadas estrellas en su cubierta. Las paredes cóncavas estaban forradas de una especie de paja ya casi petrificada pero muy desquebrajada. El suelo era de barro, muy humilde y desgastado, en algunas zonas incluso aparecía abierto y en otras se movía cuando lo pisaban. En medio de toda la sala, en el suelo, había un enorme foso oscuro, ancho y profundo. Los cuatro se aproximaron a él con algo de cautela porque no había ningún muro ni pequeña protección que los guardara de una gran caída y por temor a que el suelo pudiera romperse. Acercaron un poco más la luz de las linternas para averiguar su contenido y cuan profundo era. Se trataba de un enorme pozo repleto de esqueletos antiguos, almacenados a montones en las cavidades laterales y asta donde llegaba la luz, hacia el fondo de aquella garganta, se veían más y más cadáveres. Era un inmenso osario aparentemente sin fin, en el que debían yacer cientos de difuntos. Un extraño hedor corrompido ascendía desde sus profundidades como un vapor nocivo del que los cuatro viajeros se apartaron rápidos con un gesto ingrato por temor a ser impregnados de su podredumbre.
- Continuemos- dijo Kochab-, aquí no hay nada de interés más que ese apestoso olor.
- Si, además este sitio no parece muy firme y el barro esta muy deteriorado - contesto Manes.
- Salgamos antes de que pueda desmoronarse o caigamos en este pozo inmundo – concluyó Urko.
Salieron de aquella sala para entrar en otra galería, muy similar a todas las anteriores. Avanzaban como siempre, todos en fila, mirando al frente más que a los lados porque aquellas infernales pinturas se habían multiplicado en numero por aquel túnel y cubrían casi por completo las paredes, las tumbas e incluso, en ocasiones, el mohoso techo. Las escenas seguían siendo del mismo tipo, siempre aquellos detestables humanos aberrantes inflingiendo castigos a los humanos. Altares malditos bañados en sangre. Y a veces, escenas bíblicas transformadas en pesadillas con un tono de burla y sorna que clamaban al cielo, como por ejemplo un terrible Goliat devorando a David un enclenque y lastimero hombre que se debatía tristemente entre la vida y la muerte. O Adán y Eva en un “bello” paraíso echo de fuego y piedra en el que se veían obligados a tragar la manzana mientras una horrible serpiente los estrangulaba sin piedad. Por todo ello y no sin razón, los viajeros las odiaban con fervor. Y no solo a las pinturas sino a las tumbas y a sus propios muertos. Detestaban a toda aquella infernal catacumba de la que nada agradable habían sonsacado, sino todo lo contrario, un miedo constante, un recelo que desasosegaba sus corazones y una angustia permanente producida por la perpetua oscuridad y más aún cuando aquella ultima galería les condujo a unas nuevas escaleras descendentes, que los llevaban de nuevo a las profundidades y no hacia la salida.
- ¡Por Dios!- se exasperó Próvido- no vamos a salir de aquí nunca. ¡Otra vez abajo!
- Pues tendremos que continuar o volver e intentar quitar las piedras que tapan el camino – le dijo Kochab.
- ¡Pero es que esto nunca acaba!- siguió quejándose -. ¡Ya estoy arto!
- Yo también estoy cansado – le apoyó Manes.
- Pues intentémoslo una vez más – propuso Kochab -. Probemos un poco más por aquí.
- Aunque sea hacia abajo tal vez encontremos alguna salida u otra cosa que merezca la pena – confirmó Urko-, dejar de quejaros y pongámonos en marcha que yo también estoy cansado.
Así con un animo aún más pésimo y triste que antes, comenzaron un largo descenso por un túnel ovalado y agrietado en el que aparecían cada dos metros y como único adorno, unas antorchas de madera carcomida enganchadas en aros de hierro oxidado apunto de romperse. De nuevo concluyó el túnel y apareció una nueva galería por la que avanzaron abatidos y sin mediar palabra porque en cierta manera y aún a estas alturas, se sentían decepcionados, pues nunca habían perdido la esperanza de encontrar algo nuevo que les brindara la oportunidad de salir o de al menos, sonreír.
Rápidamente, advirtieron al poco de andar por aquel lugar que todo lo que les rodeaba era curiosamente diferente a lo anterior. Y desde luego, su aspecto era aún más atroz. Se trataba de un pasillo lleno de tumbas por el suelo y de nichos en las paredes, claro está, pero sin embargo, aquí todo estaba impoluto e intacto, casi relucía. Y no sólo había muchas más de esas macabras pinturas ocupando paredes enteras e incluso fragmentos del suelo y del techo, sino que también las lápidas aparecían ahora con relieves en su piedra con formas, una vez más; demoníacas y abominables. Y no sólo eso, sino también autenticas esculturas adosadas a las paredes de formas caprinas y otras más horripilantes dotadas incluso de tentáculos que enmarcaban algunas pinturas y sepulturas.








IV

Aquella galería más horrible que las otras, se hacía cada vez más y más grande, el techo se iba elevando y los laterales estaban, a medida que avanzaban, más separados. Estaba claro que se aproximaban a algo importante, o sino, grande al menos. Finalmente el túnel les condujo a su destino. Un enorme dintel de veteado mármol exquisitamente labrado (aunque con más de aquellas criaturas inhumanas) y dos enormes jambas, dos cariátides esculpidas en forma de minotauro arrodillado o alguna criatura similar dejaban ver la sala que había a continuación, tras este trabajado umbral a modo de propileo digno de un templo.
Atravesaron la entrada emocionados pero nerviosos como ya venían estando desde hacía tanto debido a los deformes cadáveres, las repugnantes pinturas y la desagradable sensación de no estar solos, de sentirse observados.
El habitáculo en el que entraron era majestuoso. Perfectamente, podría ser considerada como la morada de un rey o incluso digna de un dios. Se trataba de una enorme sala circular octogonal, de unos diez o quince metros de diámetro. Todo en ella estaba construido lujosamente, con enormes piezas de sillería en mármol y metales preciosos por doquier que remataban cada esquina y enriquecían el más mínimo de los detalles. Parecía pues, dada su magnificencia, ser el corazón de toda la catacumba, el centro de todo su poder. Y además en algunas esquinas se alzaban otras puertas que aparte de indicar que aquello no era el final del trayecto, sino sólo una parte de aquel interminable laberinto, revelaban que todas las demás galerías que se extendían tras aquellas entradas, conducían finalmente de manera irremediable a esta especie de templo o santuario tan espléndidamente decorado.
Las llamativas paredes estaban constituidas por una fachada lisa, decorada con mosaicos de motivos geométricos con una enorme antorcha metálica justo en medio que alternaba en ritmo par con unas enormes columnas estriadas, esbeltas y finas que se alzaban hasta el lejano techo abovedado, cuya ostentosidad absorbió la atención de los viajeros durante algunos largos minutos en los que casi embriagados admiraron sus imponentes y trabajadísimos arcos de medio punto que se entrecruzaban en perfectas formas casi imposibles, formando así una especie de circunferencia de numerosos nervios puntiagudos, muy complicados y no obstante preciosos. Y aún más llamativa era la cúpula central gallonada. Estaba llena por entero de pinturas que representaban, sobretodo victoriosas batallas en las que aparecían majestuosos jinetes dirigidos, al parecer, por un valeroso rey o emperador, joven y altivo rodeado por una especie de áurea divina (o diabólica) que vestía una impresionante armadura negra como el carbón y brillante como el oro en la que se reflejaban incluso los cuerpos de sus vasallos y los rostros desesperados de las víctimas contra las que se disponía a combatir. Pero también otras escenas de pueblos moribundos y esclavos, tal vez de esas guerras, tristemente encadenados y duramente flagelados, mientras que en los laterales de la bóveda aparecían otros tantos presos guillotinados o ahorcados con taimada indiferencia.
Y nada estaba construido de simple piedra o roída madera. Las columnas ya mencionadas estaban esculpidas en enormes bloques de berilo verde cristalino y prismático cual gigantescas esmeraldas cilíndricas. Y las basas no eran menos espectaculares pues aunque estaban hechas de mármol, sus aristas se encontraban revestidas con una gruesa capa de plata, y otras de oro bruñido, labrado en pequeñas hojas de acanto. E incluso el suelo, compuesto por innumerables baldosas pequeñitas ( a pesar de tener una capa de polvo) tenía un bonito brillo vítreo que adoptaba diversas formas simétricas según le diera la luz.
Y todo este lujo y magnificencia estaba construido al parecer, para guardar el enorme sepulcro que había justo en medio de la sala. Se trataba de un enorme sarcófago rectangular, ornamentado igual que el resto o más, con gran exquisitez. Enormes piedras preciosas de forma plana y redonda aparecían engastadas en los laterales, colocadas en fila horizontal. Los cantos y las esquinas aparecían labrados en forma de pequeños cráneos antropomórficos, revestidos de oro. Sus cuatro vértices superiores e inferiores estaban rematados con una especie de volutas de mármol, gruesas y pulimentadas. La tapa sin embargo era lo más sencillo, se trataba de una gran losa de mármol jaspeado sin adornos en el centro pero si en todas las aristas que tenía labradas un montón de runas alineadas, huecas y rellenas de un extraña aleación luminiscente y purpúrea.
- Hay exactamente seis entradas más- dijo Próvido que estaba francamente contento y emocionado ante tal hallazgo- vamos a entrar en ellas – estaba ilusionado -. Quizás halla merecido la pena aguantar todo lo anterior para poder ver esto. ¡Es precioso!. Todo el mundo debería poder verlo, creo que es un gran descubrimiento.
- ¡Es cierto! Le contestó Urko que no paraba de sonreír.
- ¡Es increíble! - prosiguió Kochab – Y esas runas... son un tanto extrañas pero creo que ya las he visto en alguna otra parte, me gustaría mucho saber lo que quieren decir. Las copiare en la libreta que llevo en alguna parte de la chaqueta.
- Nosotros vamos a ver un poco lo qué hay por estos pasillos- les dijo Manes que había dejado a un lado, por el momento, sus ganas de marcharse –. Vamos Próvido, entremos por aquí- señaló la entrada que estaba más a la izquierda.
- No os alejéis demasiado, o sino puede que no sepáis volver. Nosotros nos quedamos aquí. – le dijo Urko que se puso al lado de Kochab para ayudarle a copiar las runas ya mencionadas.
El miedo que les había acosado desde hacía tanto y la incómoda sensación de agobio se descargó de sus mentes cuando llegaron a este lugar y durante un rato disfrutaron al encontrarse allí, en aquella catacumba siniestra que sin duda guardaba algunas inesperadas sorpresas, aunque lo que no se imaginaban los viajeros es hasta que punto podían llegar esas “sorpresas”.
Urko estuvo observando muy detenidamente la enorme panoplia que había al fondo, una hermosa tabla roja aterciopelada con una despampanante armadura al completa. En medio estaba colgado el peto, negro y brillante muy parecido, curiosamente al del guerrero de la cúpula antes descrito. En los costados, dos aparatosos guanteletes acompañaban al peto haciendo juego con él y eran del mismo color y apariencia pero tenían estos en los nudillos una hilera de afiladas púas de acero capaces de perforar el cráneo de quien golpeasen. Y hasta en la parte inferior de la panoplia había extendido un hermoso petral de caballo negro también y con una enorme punta en el pecho, hacia fuera y muy prolongada y desde ella hasta sus extremos unos grabados de ramas espinosas y retorcidas.
Después de quedar deslumbrado con la ostentosidad de aquel espléndido traje. Regresó de nuevo junto a su amigo por si podía ayudarle en algo. De nuevo, algo llamó su atención, dejándolo perplejo:
- ¡Kochab!¡Ven aquí!¡fíjate!- le llamo muy sorprendido desde el otro lateral del sepulcro-. ¿Qué es esto?
- Pues es un ramo de flores- dijo al asomarse sin prestar casi atención-. ¡Eh! –al fin se percató-, ¡Es un ramo de rosas fresco!¿cómo es posible?.


Por su parte, los otros dos compañeros avanzaban ufanos por el nuevo pasaje.
- De momento, parece que no hay nada- le dijo Próvido a Manes.
Estaban avanzando por aquella galería y todavía no llegaban a ninguna parte.
- Ten paciencia- le contesto Manes –, apenas hemos avanzado.
- Esa sala era impresionante, no paro de recordarla.
- Si, deberíamos volver aquí con gente que pueda retratarlo o incluso filmarlo, ¡Todo el mundo debería verlo!.
Próvido asintió con la cabeza pues él también imaginaba el revuelo que podría armarse cuando aquel sitio saliera ala luz gracias a ellos.
- Pero... – siguió diciendo Manes-. No paro de pensar, ¿para quien podría ser ese lugar?, ¿a quien o a qué estará dedicado?
- No lo se, desde luego que para quien se encuentra en ese sarcófago. Es precioso.
- Debía ser muy importante. Un rey tal vez y por cierto muy rico.
- Es cierto, si lo saqueáramos, aunque sólo fueran unos pedruscos... seríamos ricos.
- Ni se te ocurra. Si antes, cuando estuvimos en la sala de esos esqueletos raros no querías abrir ninguna tumba.
- Es que eran tumbas, hay que tener un poco de respeto – Próvido quiso justificarse.
- Eso también es una tumba y son cosas muy valiosas.
- Bueno sólo era una idea.
- Ya te has olvidado de todo lo de antes. Y de lo que contaste y lo asustado que estabas.
- Es verdad, pero te aseguro que he oído algunas cosas como las que os conté. Y no se si son reales, no tengo pruebas pero lo que si puedo asegurarte es que no me las invento, no tendría sentido que lo hiciera.
- Bueno, mejor que no hablemos de esas cosas aquí que sino empiezo a pensar, me preocupo y veo cosas donde no las hay.
- De acuerdo.


Entre tanto, en aquella especie de templo, ambos amigos se miraban asombrados mientras intentaban buscar una explicación razonable. Empezaron a ponerse algo nerviosos. No podían entender que hacía allí un ramo, y además fresco cuando ya debería estar desintegrado.
Kochab se inclinó para tocarlo pues albergaba la esperanza de que estuviera hecho de cerámica o barro pintado.
- No te molestes- le dijo Urko que advirtió lo que iba a hacer-, son naturales y tan frescas que parece que las hayan cortado hace tan solo unas horas.
- ¿Qué significa esto?- preguntó Kochab frustrado, sin poder salir de su asombro.
- Más bien la pregunta es ¿quién las ha puesto?



Próvido y Manes no tardaron en llegar al final de la galería para entrar en la siguiente sala, también enorme pero nada ostentosa. Aquello parecía la habitación de un matadero. La sangre de ambos se heló y sus corazones se detuvieron por unos segundos. En aquella sala cuadrada no había ni tumbas ni grabados de horribles bestias sino algo mucho más simple y sin embargo más aterrador. Estaban sin duda en la boca del lobo, habían llegado, y ya era irremediable, al corazón de aquella maquiavélica red de execrables galerías. ¿dónde estaban?¿para que era todo aquello?¿cuál era su función? lo cierto es que el lugar hablaba por si sólo.
Las paredes forradas con ladrillos de adobe, no tenían más adornos o utensilios que una hilera de ganchos. Unos enormes y puntiagudos garfios de acero firmemente aferrados a la pared. Desde luego, no parecían estar predestinados para sujetar cerdos u otros animales, lo que parecía lógico y razonable. Estos, sin embargo eran lo suficientemente fuertes como para soportar el peso de un humano colgado y lo bastante altos como para mantenerlos en vilo apartados del suelo, igual que se hace con un animal degollado para que se desangre. Algunos cubos mohosos y corrompidos estaban en el suelo, debajo de estos desconcertantes ganchos.
En medio de la sala, para estar más a mano, había una enorme mesa, un tablón oscuro y carcomido sujeto en el centro por una gruesa y tosca pata circular, también de madera. Encima de él, colocados en meticuloso orden, se descubría un verdadero arsenal de todo tipo de artefactos para la tortura. Había cuchillas de todos los tamaños, machetes dentados y otros circulares, limas, cuchillos en forma de zig-zag, curvados. Puñales de doble filo, unos lisos y otros cómo sierras, látigos que desgarraban la carne, algo así cómo una especie de tubos metálicos y cortantes en los extremos, una especie de pequeña ruleta de hirientes puntas y filos cortantes. Tenazas, unas enormes tijeras tan fuertes que podrían cortar, de una vez, el espinazo de un hombre adulto. Y por último había otros tantos ganchos, pequeñas palancas y ganzúas. Muchos de ellos eran artefactos extraños, bien pensados y endiabladamente retorcidos.
Como último retoque y utensilio, en una esquina pudieron ver, envuelta en las sombras ya que no quisieron acercarse demasiado, una especie de guillotina muy rudimentaria y arcaica pero igualmente útil para rebanar cabezas.
- Esto es horrible. Cuantas barbaridades se harían aquí – dijo Manes a su compañero y al mirarlo vio que su mirada se concentraba asombrada en le fondo de la sala.
- ¡Cuanta niebla hay ahí en frente!- se extrañaba Próvido al ver una especie de densa nube en un rincón hacia la que se acercaba lentamente.
- Es cierto- manes lo confirmó al mirar en aquella dirección-, parece hacerse cada vez más espesa – el nerviosismo comenzaba a abrumar su corazón.
- ¿Qué es eso?- el insensato de Próvido se aproximó más todavía- eso de ahí se mueve; ¡¿qué es?!- su voz se quebró y se descompuso en un pequeño chillido de espanto y confusión.
Aquel cúmulo de gases imberbes comenzó a adoptar extrañas y moribundas formas con una casi perceptible vida propia. Aquella especie de sombra negra que sólo se encontraba, como escondida en aquel rincón pútrido, se manifestó sin tapujos y en toda su grandeza. Eran espíritus, fantasmas macabros y malditos que comenzaban a deslizarse por las paredes igual que los gusanos se arrastran sobre la carne inmunda.
Manes, aunque desde un plano más apartado, contempló perplejo como aquella oscuridad borrosa comenzaba a moverse, tomando formas cada vez más definidas, retorciéndose sobre ella misma, estirándose y aumentando de tamaño para envolver poco a poco a Próvido en su oscuridad:
- ¡Dios mío!- gritó Manes -. ¡¿Qué es eso?! ¡apártate!
Pero Próvido no pudo obedecerle porque el miedo le paralizaba.
- ¡Cuantos son!- dijo aterrorizado y sin poder mover un solo músculo-. ¡No!, ¡es sólo uno!. Y que inmenso es - parecía hablar para sí mismo-, puedo ver sus propios ojos escarlatas fijados en los míos. Me invita a acompañarle pero se que no debo ir.
- ¡Vamonos Próvido!- haciendo gala de un gran valor, Manes corrió hasta su compañero ya casi envuelto por la sombra, para llevárselo de allí por la fuerza si era preciso pero apenas pudo rozarle cuando una de aquellas formas espectrales y corruptas lo apresó, lo levantó del suelo como a un insignificante muñeco y sin llegar a tocarle porque aquel ser no estaba hecho de materia y después, con una fuerza sobrehumana lo lanzó contra la pared porque todavía no había llegado su turno.
Próvido estaba aún de pie, las sombras casi corpóreas y sin embargo fantasmales, vacilaban siseantemente a su alrededor como si fueran una y a al vez mil, decenas de extremidades y entes independientes que formaban parte de una sola cosa, de un todo que cambiaba de forma constantemente. Se retorcía, menguaba, crecía, giraba y todo ello mientras producía un gemido ensordecedor a una frecuencia casi imperceptible para el oído pero insoportable para el juicio y la conciencia. Eran cientos de voces atormentadas que parecían fustigar no sólo a Manes sino mucho más a Próvido que no podía moverse, ni gritar, apenas respirar y menos aún concebir cabalmente aquella monstruosidad que se manifestaba ante sus trastornados ojos casi ebrios por la confusión e hinchados porque se esforzaban en mirar más de lo que abarcaban. Sólo observaba aterrorizado aquella informidad que le rodeaba cubriéndolo de su áurea maligna, con el rostro crispado, la expresión desencajada en una mueca de horror indescriptible, pálido y moribundo, esperando tan sólo que aquello acabara pronto porque ni siquiera era capaz de huir, sus fuerzas estaban mermadas, su mente agarrotada y su corazón comprimido, sin apenas poder bombear la sangre helada que se detuvo en sus venas y se agolpó en sus arterias para empezar a coagularse.
Manes, medio atontado por el golpe, contemplaba absorto tan dantesca escena.
- ¡No! – gritó arrodillado en el suelo mientras veía como su compañero se empezaba a tambalear y quebrar retorciéndose en espasmos y dolores antinaturales.
Y sin embargo no hizo nada por ayudarle, sólo podía llorar al ver lo que a continuación le ocurría a su más fiel amigo, cuando su cuerpo todavía vivo comenzó a levitar contorneándose atrozmente aunque sus huesos no se lo permitieran.
Una de aquellas formas, una de esas extremidades que formaban toda aquella maldita injuria a la cordura y a la sensatez, retomó el interés en su siguiente víctima y el pobre Manes pudo sentir como aquel ser indescriptible se giraba hacia él, clavándole su aviesa mirada en los ojos, para ahondar en su alma inmaculada y estrujar su corazón de puro pavor. Y aquella mirada de odio y rabia nunca pudo Manes olvidarla, aquellos dos profundos abismos, por los que se podía ver el mismo infierno, perseguirían al desdichado hombre por el resto de sus días.
- ¡No! ¡no!- volvió a gritar al ser consciente del peligro que se le avecinaba y retomando mínimamente el control de sus cuerpo aunque con su mente ya completamente perdida, echó a correr tanto como pudo consiguiendo así escapar de las zarpas de aquella abominación diabólica que desde otra de sus extremidades seguía destruyendo a Próvido que apenas parecía ya un pedazo de carne inerte y mutilado.






- ¡Hay alguien aquí!- grito Urko- no queremos hacer ningún daño, ¡por favor! ¡puede oírme alguien!
- Esta claro que alguna persona viene por aquí. Busquemos a los otros, hay que enseñarles el ramo y ahora es cuando menos conviene estar separados. La verdad que no lo entiendo ¿quién puede venir aquí y para que?¿por donde habrá entrado?
- Ya, pero estoy seguro de que nadie ha llegado hasta aquí. ¿te has fijado en el suelo? En él no hay ning...- un grito cercano, un gemido de pavor, le interrumpió- ¡Que pasa!¡Algo les ha ocurrido!¡creo que es Manes!¡Vamos!, ¡se fueron por allí!- dijo señalando a la puerta por la que se habían marchado.
A partir de aquí todo ocurrió muy deprisa, demasiado para poder comprenderlo y tomar alguna solución cabal. Desde ahora, no volvieron a tener un momento de sosiego y serenidad que les permitiera pensar con sensatez y cordura.
Los dos echaron a correr asustados y muy preocupados hacia aquella puerta para intentar socorrer a sus amigos y descubrir qué había pasado. Pero, justo cuando traspasaron el umbral de la entrada a toda prisa, casi se cayeron al suelo y se golpearon bruscamente contra las paredes. Habían chocado con Manes que venía a toda prisa, desesperado y jadeante. Y al estrellarse con sus amigos ni siquiera pudo detenerse sino que los empujo y, totalmente fuera de sí entró en el santuario sin detenerse ante nada.
- ¡Espera!- Urko se levantó del suelo sin dudarlo y rápidamente salió tras él consiguiendo cogerle por un brazo, a la altura del sepulcro- ¡ Qué te pasa!¿y Próvido?¿porqué estas así?
- ¡No!¡suéltame! ¡vamonos! ¡pronto!- gritaba frenético. Tenía el rostro crispado y muy pálido, estaba aterrado. Sus ojos estaban hinchados y muy abiertos - ¡Le han matado! – musitó mientras intentaba zafarse del brazo que lo apresaba- ¡Suéltame!¡Vamonos!¡Ya vienen, viene a por todos!¡Dios mío!¡Suéltame!¡No quiero morir!
- ¡No voy ha soltarte!¡Tranquilízate!- y él no paraba de retorcerse y tirar para poder escapar.
- ¿Quién viene?¿Qué había allí?- le preguntó Kochab que también le agarró de los brazos, muy nervioso y asustado ante la desesperada actitud de su querido amigo.
- Era uno. ¡No, eran mil! ¡cientos de criaturas! eran sombras, algo horrible - lloraba sin parar- ¡Por favor!¡Dejad que me valla!. ¿¡No lo entendéis!?. ¡Y Próvido! ¡Dios mío! ¡Moriremos todos!.
- ¿Qué le ha pasado a Próvido?
- ¡No lo se!- casi no se le entendía, seguía sin parar de llorar, agónico y enloquecido-. ¡Ha muerto!. Lo cogieron. Lo mató.
- ¿Pero quien?¿El que?¿Quiénes?.
- ¡No lo sé!, él vino, luego eran muchos. ¡Todos eran diferentes pero eran lo mismo!¡No podía ver!, nos rodearon. ¡No lo soporto! ¡Vamonos! ¡No tenemos tiempo! ¡Vamos! ¡Por favor!, ¡Hacedme caso!¡No quiero morir!¡No quiero que me hagan eso!.
- ¡Tranquilízate!- Urko intentaba calmarle- lo que dices no puede ser cierto. ¡Tranquilo!. Tenemos que ir a ver que a pasado realmente- se dirigió a Kochab y este asintió- no podemos dejarle allí, tal vez sea una mala broma.
- ¡No!- los ojos de Manes refulgieron inyectados en sangre- ¡Basta ya!¡No ha sido una broma!¡No volveré allí!¡Tengo que salir de aquí!¡No me cogerán!.
Entonces, poseído por una ira que no le era propia, agarró a sus dos amigos del pecho y reuniendo toda la fuerza que su demencia le concedía, los empujó gritando frenético contra el sarcófago, quedando al fin libre y listo para huir. Sin embargo no corrió, no pudo mover ni un solo músculo durante unos segundos. El tiempo parecía haberse detenido y los tres miraban asombrados el sepulcro. Y es que la tapa del aquel nicho tan ostentoso, que aparentaba ser tan pesada, curiosamente se había deslizado y caído al suelo (rompiéndose en varios bloques) cuando Urko y Kochab chocaron contra ella y ahora dejaba ver al completo el cadáver que albergaba, ante el cual; los tres permanecían atónitos.
- ¡No!¡No es él!,¡sí!¡le he visto!,¡no!- Manes reaccionó interrumpiendo aquella pausa-. ¡Estamos perdidos!- fue lo ultimo que exclamó mientras se daba media vuelta para comenzar su frenética huida.
Se esfumo de la vista de sus compañeros para posiblemente, no volver a verlos más. La luz de su linterna se perdió rápidamente al desaparecer por la galería que antes habían entrado, en busca de la superficie y la salida . En aquel momento, sus amigos no pudieron ni quisieron hacer nada para retenerle pues seguían estupefactos ante el impecable cadáver que descansaba en el sarcófago porque aquel porte confusamente majestuoso los mantenía hipnotizados.
Allí yacía un humano delgado y alto, un elegante caballero tumbado boca arriba y muy recto, con las manos puestas sobre su pecho una sobre la otra dejando al descubierto unas largas y afiladas uñas amarillentas. Debía ser centenario y a pesar de ello, su cuerpo estaba incorrupto y desde luego no olía. Daba la sensación de que, más que muerto, disfrutaba de un plácido y profundo sueño ( de un largo letargo que ya tocaba a su fin).
Vestía un traje negro, una túnica brillante con plateadas guirnaldas bordadas en la solapa y en los bordes de las mangas, y un grueso cinturón correoso con algunos diamantes engastados. Todo tan excepcionalmente conservado y las telas tan absolutamente lisas y rectas que parecían haber sido confeccionadas, tejidas y planchadas ese mismo día.
El difunto en cuestión, parecía ser un guerrero medieval. Por la tersura de su pálido rostro desvelaba que era un hombre joven, muy joven aunque sus cabellos largos y grises, casi blancos y lacios decían lo contrario. Su muerte parecía prematura pues no se advertía en él mayor herida ni ningún otra síntoma que arrojara un atisbo de luz hacia el por qué de su expiración.
Y la sátira de su rostro sombrío, que tanto atraía a los viajeros, era tan despreciable que resultaba malsano tan sólo mirarle y sin embargo, no podían dejar de observarle ya que de alguna manera los atraía irreversiblemente. Aunque su aspecto parecía el de “yacer” en paz y sosiego, desprendía no obstante, una perfidia contenida y la ligera mueca de su boca rebelaba a un ser taimado y cruel.
Y ambos sentían, tenían la desagradable sensación de que en cualquier momento podría abrir los ojos y abalanzarse sobre ellos.
¿Qué significaba aquello?¿qué sustancia habrían untado en aquel cuerpo para que pudiera conservarse tan intacto?¿acaso había sido enterrado recientemente?. ¿Y aquel ramo de rosas excepcionalmente rojas y frescas?¿qué hacían allí?¿quién las había puesto?¿quién o qué podía mantenerlas tan saludables, cuando más bien, por el paso del tiempo debieran estar petrificadas?
Nadie podía haber entrado allí, era imposible. La puerta de la entrada, aquella del cementerio ya tan lejana, no había sido abierta hasta que ellos llegaron y había pruebas de ello, pues como el lector recordara, los viajeros tuvieron que forzarla y romper el cemento que sellaba sus puertas manteniéndolas totalmente cerradas. Descartada pues, quedaba la idea de que por allí alguien hubiera entrado. ¿Habría tal vez una segunda puerta?¿visitaba aquel lugar, a través de algún escondrijo o túnel oculto; un demente, quizás un perturbado que llevaba estupendas rosas como ofrenda para aquel extraño cadáver. O incluso él mismo había arrastrado el cuerpo hasta allí, delito de algún crimen, para poder ocultarlo?. Aún así, todo esto parecía imposible, ya que el suelo y todo cuanto les rodeaba estaba cubierto por una fina capa de polvo grisácea formada gracias a la paciencia del tiempo, y en ella se podían distinguir las pisadas de los cuatro viajeros con claridad y hacía los lugares a los que habían ido. Pero solamente sus huellas, no se advertían las pisadas de ninguna otra criatura, ni siquiera las señales de alguna miserable rata interrumpían las agrupaciones de las infinitas motitas de polvo.
Lo cierto es que todo esto no eran más que simples conjeturas, pero si algo quedaba claro, es que nada de aquel lugar resultaba en absoluto corriente. ¿Qué estaba ocurriendo?


- Tranquilo- dijo Urko a su amigo al ver su rostro desencajado y atónito-. No debemos ponernos nerviosos- puso la mano sobre sus hombro-. Vamos a buscar a Próvido y nos marcharemos de aquí. Lo que nos ha contado Manes es imposible, además, él suele sorprenderse fácilmente. Tal vez hayan discutido o Próvido le haya gastado una mala broma y le ha espantado.
Kochab tardó en contestar, seguía mirando con asombro el sombrío rostro de aquel extraño humano mientras pensaba y hacía recuento de todas las cosas desagradables y extrañas que les habían ocurrido desde que entraron en aquella maldita catacumba a través del funesto cementerio.
- Próvido no gastaría una broma de ese tipo y tu lo sabes- cambió de tema-. Nada de esto es normal- su tono era grave-, desde el principio han ocurrido cosas extrañas - se apartó del sepulcro como si lo temiera- ¡No deberíamos haber venido aquí y mucho menos descender tanto!. Vamonos de aquí cuanto antes. Tendríamos que haber escuchado a Manes y hacer caso de sus consejos y mucho antes a Próvido que no paraba de advertirnos. ¡La superficie todavía queda muy lejos!¡busquémosle y huyamos de aquí!
Así, se encaminaron los dos, temerosos y desconfiados de cuanto les rodeaba, hacia el pasadizo que antes habían atravesado sus dos compañeros



Mientras, Manes totalmente fuera de sí, buscaba sin descanso las escaleras que le llevaran a la planta superior. Y aún no conseguía encontrarlas porque estaba perdido y sin rumbo entre aquellos interminables y desconcertantes pasillos llenos de cadáveres humanos (o lo que fueran) que parecían enloquecer sólo con su presencia cada vez más al pobre desquiciado que corría y corría como alma que lleva el diablo al sentir, tal vez sólo en su mente o tal vez no, que una enorme horda de aquellas depravadas y repugnantes criaturas le iba pisando los talones, mientras emitían un montón de desgarrados alaridos lastimeros pero diabólicos.



Urko y Kochab se encontraban ya en el umbral de la supuesta sala del crimen. Durante todo el camino no habían cesado de llamar a Próvido aunque no lo hacían muy alto por un cierto temor que comenzaba a tomar consistencia.
Y por fin entraron. La escena era dantesca. Las paredes estaban profundamente arañadas, no sólo por la mano humana sino también por terribles zarpas. Un charco de sangre se extendía por las grietas del suelo, bañando más de la mitad de la sala. Pegado a la pared, un viejo cubo se colmaba gota a gota, gracias a la víctima que arriba colgaba, ensartada cruelmente en uno de los ganchos de la pared. Habían exprimido hasta la ultima gota de aquel que nunca quiso estar allí, aquel que siempre quiso marcharse, que siempre advirtió a sus compañeros del posible infortunio. Aquel que fue un fiel compañero ahora yacía en un cementerio ultratérreo. Con el cuerpo mutilado y el rostro comprimido en una imposible mueca de terror.
- ¡Próvido! – gritó Urko desesperado -. ¡No!, ¿¡que te han hecho!?- balbuceaba mientras trataba de descolgarle, empujándole hacia arriba con todas sus fuerzas.
Y Kochab miraba atónito a su pobre amigo, no podía creer lo que estaba viendo. Observó aterrorizado como sus huesos se habían desencajado, sobresaliendo como puntas a través de la piel de muchos de sus costados. Vio como su cuello se había partido casi hacia atrás y por ultimó, pudo advertir que su pecho estaba desgarrado, casi abierto como si hubieran hurgado dentro de él hasta arrancarle del corazón su propia alma.
De repente, Urko desistió de más esfuerzos y se apartó de un salto de aquella carnicería. Ya no sollozaba, ahora miraba perplejo el cuerpo de su amigo.
- ¡Kochab!, ¡se ha movido!, ¡algo dentro de él se está moviendo!
Y los dos observaron con angustia por unos instantes cómo el cuerpo de su compañero se encogía en ligeros espasmos mientras unas especie de masa serpenteante recorría su interior casi al ras de la piel, trasluciendo así, la asquerosa forma de aquel inmundo ser, cual larva obesa y viscosa que se habría paso entre carne y huesos gracias a su pérfida boca colmada de fétidos colmillos que despedazaban cuanto se proponían.
- ¿¡Qué demonios es eso!?- exclamó Urko.
- No lo sé – contestó Kochab-, pero huyamos de aquí. Nada podemos hacer por Próvido. ¡Vámonos!
Y los dos miraron por última vez a su amigo, como si quisieran despedirse, pero no pudieron porque aquello no era Próvido sino un cuerpo inerte devorado por quién sabe que criatura infernal. Acto seguido se esfumaron de la sala sin mirar atrás. Preocupándose ya más por sus propias vidas que por la desgraciada perdida.
Volvieron corriendo a toda prisa por el pasillo de aquel patíbulo maldito hasta llegar de nuevo a la anterior sala, la del santuario. Y entonces, cuando allí entraron, de súbito y sin previo aviso, sin que nada ni nadie las manipulara ni provocara, las viejas antorchas que rodeaban toda la sala de manera simétrica, flamearon; centellearon trémulas y refulgieron. Saltaron con fuego vivo y flamante y como bocas de dragones rabiosos lamieron el techo que ahora resplandecía esmeraldo y rojizo ante el final ya próximo que se precipitaba irreversible sobre los pobres aventureros ya condenados.
Los dos desgraciados se quedaron por un momento petrificados mientras las llamas crepitaban. El sarcófago, que como recordará el lector, se encontraba en medio de la sala y había sido destapado por un accidente dejando ver al hombre o criatura que albergaba, ahora estaba vacío. Su ocupante había desaparecido.
Un horripilante alarido inesperado, les hizo reaccionar y retomar su huída. Fue un gemido moribundo surgido de todas partes, comenzó primero con un susurro desesperado que parecía ahogarse, pero por el contrario, creció cada vez más, hinchándose en su agonía hasta llegar a un grito pelado, fino y no obstante prolongado que, finalmente culminó con una atormentada carcajada pérfida y moribunda que el silencio se tragó. Y de alguna manera, los dos viajeros asociaron este estremecedor sonido con el no muerto que de manera inexplicable se había esfumado de su tumba. Los dos desdichados echaron a correr igual que anteriormente hiciera Manes, sin embargo ellos cometieron un gran error.
Pensaban aterrados en su pobre amigo y en quien le habría hecho aquello. Se imaginaban una y otra vez que aquel ser había despertado de su sueño para destruirlos y atormentarlos, para conducirlos, tal vez, a un osario maldito, exento de esperanza, para divertirse con ellos como castigo a su osadía y su sacrilegio. Después, unos incompresibles gruñidos se alzaron desde otras galerías lejanas para advertir que ya estaban en camino. La cacería había comenzado.
Todo, de improviso se había revelado. Aquel no era un lugar muerto sino todo lo contrario, infernales y descarnadas criaturas y sombras malditas lo habitaban y ahora que la posibilidad de escapar era nula, se manifestaban en todo su esplendor y demencia. Y la verdadera realidad de aquel lugar no pudo ocultarse por más tiempo. Todo había despertado de su letargo centenario con un temible odio iracundo.
Morenilla18 de octubre de 2008

3 Comentarios

  • Abyssos

    No me ha defraudado para nada esta segunda parte que lei, de hecho el climax y toda la "accion" que hay aqui hicieron que varias veces me detuviera y regresara a leer para comprender bien todos los detalles, algunos se me deben de haber pasado, jeje.

    Este relato me atrapo desde el principio, como ya te lo comente la forma en la que detallas todo hasta lo mas minimo es excepcional, hacia mucho que no leia a alguien tan descriptivo y me da mucho gusto, yo en mis relatos tambien intento serlo, pero ahora que lei esta creacion tuya se que no estoy ni cerca de tu nivel... una pregunta, eres escritora amateur o ya profesional?

    Como ya te lo dije, me gustan todos los detalles que das porque hace que uno entre en esas camaras oscuras y llenas de parafernalia demoniaca, se puede explorar el lugar con leer como si fuera uno de los que van en ese grupo, me parecio graciosa la parte donde uno de los personajes exclama la idea de saquear la camara lujosa, y cuando el amigo le dice que esa tambien es un sepulcro, que porque habia guardado "respeto" solo por las anteriores, jajaja.

    En fin, me falta leer la tercer parte, la leere mas tarde, ahorita me estuve mas tiempo que la vez anterior, pero valio la pena sin duda alguna.

    Excelente trabajo de tu parte!

    Saludos y cuidate.

    19/10/08 02:10

  • Morenilla

    hola de nuevo. Y otra vez muchas gracias por tu comentario.
    que bien que no te aburra, y espero q la tensi?n se siga manteniendo hasta el final. mi intenci?n es q vaya en aumento constante, ya q cada vez las situaciones seran mas peligrosas y r?pidas, al final, todo se precipita.
    ya est? colgada entera asiq espero que te guste el rumbo que va tomando y el final, q como ya digo, a mi es lo q mas m gusta.

    Es interesente q t guste leer algo tan descriptivo, eso me gusta mucho, de hecho, algun amigo a le?do este mismo relato y precisamente lo q le llegaba a parecer un poco cargante, q le hac?a perder el hilo argumental, eran precisamente tantas descripciones. Pero claro, hay gustos para todo, y yo tambien soy de las q prefieren enrroyarse un pokito mas y explicar el ambiente, la situaci?n, todo lo q pueda, con los m?ximos detalles q se me ocurrran, para q al leerlo sea m?s facil imaginar justo lo q yo pensaba cuando lo escrib?a.
    Con respecto a lo de profesional o amateur, buff ojala fuera profesional jaja, ser?a todo un logro, pero por desgracia, nada de nada. Adem?s hace ya un tiempecito que no escribo, aunq espero ponerme de nuevo a ello.
    Esta historia en concreto la escrib? cuando aun iba al instituto y daba historia del arte, de ah? que explique tanto la arquitectura, los relieves, los frescos, de algo me sirvi? la asignatura jeje
    Tengo ganas de leer uno de tus relatos, porque seg?n veo nos gusta el mismo g?nero. En cunanto pueda lo har? y ya te comento.
    un saludo y gracias

    21/10/08 10:10

  • Neokhayth

    estoy de acuerdo con abysssos escribes a un nivel profecional, ojala sigas escribiendo mas historias como esta que en esta segunda parte a atraido mi atencion aun mas y como ya te dije es fantastica la forma en que describes cada cosa, ya me preguntaba de donde habias sacado tanta informacion sobre arquitectura, texturas, relieves y demas. pobre provido y presisamente el que menos queria estar ahi.

    saludos.

    25/10/08 01:10

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