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El Placer Del Rencor

La india yacía bocarriba, cansada de luchar, las fibras de sus musculos hechas pedazos, la mirada perdida en las estrellas y tratando de poner su mente en algún lugar distante. La selva nunca había estado tan silenciosa, como si los animales y el viento se hubieran metido en sus guaridas, cerrando sus ojos para no ver la profanación de uno de los suyos.
Sentía en su cuello la pesada respiración de ese hombre extraño que embestía sobre ella, ese desagradable ser cubierto de pelo, de sudor pegajoso, lenguaje incomprensible y piel pálida. Las piedras del suelo se clavaban en su espalda y parecían ensañarse con los lugares donde los garrotazos habían macerado sus costillas; las marcas de dientes en sus senos palpitaban, sus entrañas desgarradas sangraban mezclándose con la tierra y formaban una greda carmesí de un olor acre que terminó tiñendo todo el aire.
El dolor inicial habia dado paso a un ardor insoportable; sentía como su cara había empezado a hincharse y un hilillo caliente fluía desde su ceja izquierda; las cuerdas que ataban sus muñecas se comían su carne mientras sentía una lengua y un aliento nauseabundos tratando de entrar en su boca, como si buscaran su alma para también corromperla.
Sabía que sus hermanas, sus primas, sus compañeras estaban viviendo el mismo infierno en algún lugar bajo las copas de esos árboles que contemplaban silenciosos el suplicio; con sus ramas extendidas en un abrazo que nunca llegaría; los mismos árboles que habrían de alimentarse de los cuerpos de sus hombres, los que habían respirado por última vez tratando de defenderlas.
Apenas pudo sentir virtiéndose en ella el líquido canalla, su vida la abandonaba. Su respiración se hizo mas fácil cuando el mezquino se levantó; la escupió en los ojos pero aún así pudo ver su forma obesa y torpe caminando hacia el rio, entonando lo que parecía una canción de triunfo y observó cómo se sumergía una y otra vez en las aguas que la habían acariciado desde niña.
Y fue el río el que la dejó morir con una sonrisa, pues mientras el hombre empezó a agitarse en una agonía inaguantable, ella lo vislumbró envuelto en fiebres, revolcándose en su miseria, con su miembro inservible, putrefacto y su vegiga a punto de estallar.
Antes de empezar su viaje para unirse con los suyos en los árboles, sus labios con una risa burlona susurraron: "Candirú, Candirú..."
Movisi22 de junio de 2009

2 Comentarios

  • Motorpsico

    El dolor inicial... Qu? bueno, un texto m?s all? de todo susurro. Saludos.

    22/06/09 06:06

  • Movisi

    Nada mejor para alguien que escribe, recibir comentarios tan alentadores como el tuyo, gracias de verdad.
    Un abrazo.

    24/06/09 04:06

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