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Camino a Casa: El Relato de un Alma

Y he ahí nuevamente, la estaca penetra un centímetro más aquel pedazo de carne que todo humano lo asocia con el alma, solo que en esta ocasión no fueron sus amigos, ni su familia, tampoco sus compañeros y mucho menos a quien ama; fue ella, lo cual ameritaría de mi presencia.
No comprendía por qué aún requería de mi incierta opinión; nunca la asume ni la mantiene en cuenta, por el contrario, usa mis consejos para su propio beneficio. Me es injusto, despreciable, así como para ella le es escuchar esos “sermones” del día a día, que según afirma, le dan más esperanza de la que este mundo ofrece.

Es ilógico ser tan reacia a la esperanza, pero en el contexto del desasosiego que está afrontando y la soledad que en estos lares se presiente, ni siquiera yo puedo juzgar. Es más, es tanto el odio que guarda hacia mi persona que pone a tambalear mi convicción. Aún si ella haya usado mis palabras para únicamente excusar sus errores, es de suponer de estas otorgar al menos una pizca de confianza en sí misma, pues para eso se construyeron a través de los años. Sin embargo, cometen la función contraria; colaboran para la auto-destrucción de nuestro espacio a compartir.

Fue por ello que, después de revaluar cada detalle, tomé una decisión.

Apenas me llamó en una habitación ajena, con las palabras entrecortadas y el nudo en la garganta de por medio, aproveché la oportunidad. Las ataduras de mis muñecas y de mis tobillos se desvanecieron, y el camino hasta su mente se iluminó cuales fulgurantes luciérnagas en medianoche. Seguí el alumbrado sendero hasta determinado punto. No iría nuevamente a ese círculo vicioso. El instinto me aconsejó marcharme en busca de otra salida, que a lo mejor, era inexistente en este vacío penumbroso.

Daba temor la mismísima idea. ¿Qué sería de mí una vez desobedeciera su mandato? Nadie nunca ha contado lo que puede haber más allá de este camino brillante; no visualizas las profundidades, los límites, las alturas, los anchos, ninguna dimensión del lugar al que podrías llegar, solo oscuridad absoluta; pero una regla indiscutible de nuestra naturaleza nos recuerda la peor consecuencia por un simple desvío: “una vez la conciencia pierde su camino, el humano pierde la razón”.

Era un argumento muy fuerte, y sin importar eso, me dije “¿Qué era lo peor que podía pasar? vivo y me desvelo para que este ser humano encuentre su camino a la felicidad. Ella misma declamó cierto día: ‘Los buenos llevan las máscaras mejor hechas, ideales para sus infelices vidas’ y aunque suene egoísta en conjunto, de mi parte, quiero cumplirle su capricho para su libertad completa.” “Recuerdo su rostro en cada etapa de su vida; la primera vez que se vio proyectada en el espejo, la alegría de su primer juguete, la placentera sensación de las pinturas en sus manos, su satisfacción y seguridad al decir ‘mamá’ y ‘papá’, la admiración a su libro favorito, el impulso que le dio este para ser escritora, su disgusto al ver la escuela, la paz al salir con sus amigos, el amor hacia el aprendizaje, y especialmente, la pasión del primer amor verdadero que aún mantiene con tanto cariño. Pequeñas cosas que la hacían la joven más dichosa por sí sola.”

“He crecido con ella, he aprendido, he visto muchas cosas y sé que compartimos el miedo a las lecciones ocultas; las que desconocemos hasta vivirlas. Hemos convivido armoniosamente, incluso con algunos deslices de ideas, sin esperar que una situación tan complicada nos hiciera ver tan diferentes y me mostrara la cruda realidad… no somos una: Ella es quien interactúa en el medio, ella es quien vivencia, ella es quien disfruta ser una humana, ella es el conjunto completo de lo que se ve y lo que no…mientras yo…yo soy una voz efímera en su mente.”

“No tengo por qué temer. Podrá reemplazarme por alguien mejor, comenzar desde cero una personalidad con la cual se sienta segura, dar un paso trascendental para formarse como un el gran ser humano que puede llegar a ser. Ella puede todo con tal que se lo proponga.
Sé que mi adiós no se irá con el viento y sé que no perderá la razón por mi ausencia. Aunque no recuerde a esa conciencia inexperta de su juventud, yo si la mantendré a ella en mí una vez desaparezca.”

Corrí al vacío, observando a mis espaldas el sendero que se hacía distante, y distante, y distante, hasta ya no poder ver brillo alguno.

Comencé a escuchar sus ecos, aclamando por esa voz en su mente que le era necesaria para razonar.

Quise arrepentirme, acudir a su llanto, pero mantuve la última convicción firme sin importar sus lágrimas, era por su bien que daba mi sacrificio al fin y al cabo.

Dejé de escucharla y me detuve. Comprendí lo que ella llamaba “silencio”. En la mente de los humanos, no existe la calma, siempre tienen algo en mente así sea lo más sencillo como respirar, nunca conocí la sensación de oír a la nada hasta ese minuto. Sin duda, llegué bastante lejos.

Me recosté en el suelo de la nada, a la espera que algo viniese y me matase. Quedé inmóvil y logré ponerme en blanco. Ahí, el frío comenzó a consumir cada parte de mi cuerpo, mis extremidades (a causa del olvido) se tornaron transparentes y de a milímetro por milímetro, estaba desapareciendo. Ya, en ese instante, segura que iba a morir, musité un “Te amo” con esperanza que la voz retumbara en el lugar y llegara a sus oídos. “No será en vano” me reiteré mil y una veces…

En la vez mil y dos, todo se perdió…
Excepto una luz.

-Te amo, más de lo que crees…

En ese instante fugaz, lo que era una luz, se transformó en una silueta pura; tan pura que con esa frase, iluminó el negro intenso por unos segundos. Se acercó a mí, y me tomó de las caderas. Con la calidez que emanaba, me dio un abrazo milagroso que recuperó lo que quedaba de mi cuerpo y me salvó de morir. Todo pasó tan fugaz que ni era capaz de describir cómo me sentía, ni alcancé a agradecerle, tampoco le pregunté cómo me encontró ni por qué me salvó.

Repentinamente, tanto el brillo como él se marcharon, dejando nuevamente el espacio oscuro. Sin embargo, se formó nuevamente aquel camino alumbrado. Sin pensarlo dos veces, corrí por este para dar con la pista de esa silueta perfecta. Anduve tan rápido como pude para toparme con la puerta que me uniría nuevamente con mi amiga.
Cada paso se me era eterno. La veía tan inalcanzable, y a su vez, me sentía tan llena de vida para darle con cualquier obstáculo, para triunfar fuese como fuese. Finalmente, puedo visualizarla a unos metros de mí, metros que ya no se me hacían lejanos. Estaba a tan solo un movimiento de reencontrarme con la humana. No sabía cómo me recibiría, si me tendría rencor por el tiempo que había pasado sin estar allí, si se acordaría de mí o qué podría preguntarme. Cualquier cosa que hiciera, cualquier duda que tuviera, le aclararía las cosas con todo el amor que le tengo. Finalmente, es a ella a quien le debo la vida.

Abrí la manecilla y empuje la puerta hacia adelante…
Esa misma luz me ciega en el momento…

-Encuéntrate a ti misma-decía el muchacho.

Al abrir mis ojos, tenía un cuerpo real. Estaba respirando, observando, palpitando, parpadeando, razonando, todo lo que hacen los cuerpos humanos. No recordaba la sensación de vivir y sentirla tan intensamente era formidablemente hermoso. Examiné mí alrededor, ya no me veía atrapada en aquel espacio abandonado de su interior, por el contrario, estaba en la habitación del muchacho a quien tanto amaba; la cama de sábanas azules con los peluches encima, las paredes color crema, la desordenada mesa de noche, el antiguo televisor, las cortinas color café claro y los videojuegos que lo caracterizaban. Todo estaba allí, y así también estaba él; ambos abrazados en el suelo mientras me sujetaba de las manos, como si no deseara que me desprendiese de él.
-Sé que las cosas han cambiado, qué tú ya no eres la misma y después de lo que pasó, estás en una tristeza muy grande que nadie, ni yo podemos sanar-puso su mano izquierda en su pecho-Me encantaría hacer hasta lo imposible para llegar a tu corazón y curarte de esa soledad que tanto te atormenta. Sin embargo, sigo siendo humano, y está en ti permitirme ayudarte.

No había otra explicación al parecer. ¿Habría sido su silueta la que me encontré? ¿Fue él quien me salvó? ¿Cómo es esto posible?

-A pesar de todo-continuó- te agradezco a ti por escucharme, por dedicarme este momento tan valioso contigo.

Me miró a los ojos, y sus labios reposaron gentilmente en los míos. Todo ese amor, esa calidez y ese brillo fue el que sentí cuando esa silueta llegó a mí. No sabía cómo, pero ese muchacho había superado los límites entre lo físico y lo espiritual. Su amor era tan intenso, tan sincero, no podía escapar de sus llagas y a su vez, no quería hacerlo. Le abracé con el agradecimiento y amor que residían en mi corazón.

- Aunque los demás te recriminen por los errores que cometiste, yo jamás lo haré. No te pediré nada, lo único que te pediré es que no te apartes de mí, no por qué no pueda vivir sin ti. Perfectamente puedo, pero no quiero, yo no quiero vivir sin ti.

-No vivirás sin mí-aclamé con orgullo-nunca más.

Y es así, como las almas encuentran su camino a casa…
Myownstory20 de julio de 2013

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