Miedo imponía las normas,
¡aquí nadie puede entrar!
Soledad, algo confusa,
tenía esperanza de encontrar
aquel sentimiento que les faltaba,
para un día saber amar.
Llegó, un poco tarde,
su mayor pesar,
amor llamó a su puerta
se negaron a dejarlo pasar.
Pero él ya sabía la clave,
que soledad le brindó para entrar.
No les quedó más remedio,
Lo recibieron como a uno más.
Desde entonces la puerta abierta,
¡Todos podían entrar!
Tristeza desde entonces,
ha dejado el centro del umbral.