Débiles Errantes
Mi respirar es frío, como de costumbre y mis latidos lentos, al igual que mis pasos al andar. Los pensamientos me atacan constantemente, me golpean y se van. Así. Sin más.
Me angustia pensar en la vida y en su porvenir. Tan solo sueño despierta hasta al amanecer y me voy, lejos de aquí, buscando mí libertad. Removiendo tierra entre las gentes y salir de este bullicio que rodea todas mis esperanzas.
Desapercibida en los caminos que siguen. Mi sombra se esconde debajo de mis pechos, de mis manos, de mis ojos.
La ausencia de mi yo inexistente me empeña a correr entre las entrañas, manchadas a causa del dolor que me ha ofrecido la vida.
Convivir con esa maldición que tropieza constantemente por mi camino y que me hace ser diabólica en mis contradicciones. Convicción en mis palabras. Lo tengo todo en mi cabeza ordenado. Aunque a veces, por las noches, lo tengo todo un poco difuso.
El dolor alivia mis percances, me cubre de mis miedos, y de mis inseguridades.
Busco débiles errantes. Para arrancarles el corazón. Para sentir crujir el aire que respiran y que los mata. Para comerme sus mentes, y herir una vez más sus cicatrices.
¡No se yo que es el amor, en verdad! Me repugna esa palabra. Te acerca en el abismo y luego te abandona. Te hace mil promesas que siempre se desechan en el aire, te subestima y te desnuda y entonces, en el último suspiro, siempre te dice que te ama.
A pesar de todo, hay caricias de las que te hacen olvidar y sentir algo distinto de lo que acostumbro a percibir. Me gusta que me besen y dejarme con el último suspiro en la boca. Me inquietan los que callan. Los que se van y no te dicen nada. Los que se giran y esperas que te miren pero nunca lo hacen, los que te dicen buenos días y saben muy bien porque lo dicen. Los que no te dejan conocer y hacen del tiempo un cuento infinito. Y los que te odian, claro.
Me gusta gritar para que todo el mundo me escuche. Nunca les dejo conocer. En realidad es algo que me aturde. Pero ellos siguen creyendo que son los reinos de este mundo por ganar otra partida. Yo les digo que han perdido. Que los voy a enamorar. Y entonces, todos sollozan. Y se van, sin decirme nada.
