A cada respiro me vas quebrando,
Vas arrugando mi pecho como una hoja cualquiera,
Me vas haciendo añicos por oficio,
y no imaginas lo bien que te desempeñas...
Yo, sin embargo, vuelvo siempre en blanco;
como el alzheimer en sus primeras etapas...
Tú, me destruyes sin palabras, sin gestos, sin absolutamente nada.
Y es ese el problema, no logro asimilar las cenizas...
A mi memoria se le olvida qué: "eras".
En mi propio eje ando desorbitada, trastocada,
retraída hacia el limbo mismo de mi anhelo;
que ya no entrega, solo absorbe las quimeras...
Yo me deshago, tú no te inmutas,
y echo a un lado mi Ego para mostrarte el pecho abierto,
en lo mas ínfimo y callado de mi ser, acepto el desaliento,
disfruto de mi imagen derrotada... Baldía...
Descubro mi mortalidad insensata.
Me bajas de la omnipresencia a la ausencia sin previo aviso,
sin cargos de conciencia...
Mi lógica moribunda se burla, se sonríe,
mientras lanza la pregunta como un disparo innecesario - ya estoy desausiada -
¿Acaso, no sabías volar?
Mi espíritu terrestre huye despavorido de la desgracia,
y el cuerpo desvalido pronto se recupera,
para regresar al borde del precipicio, repetir el episodio,
continuar la trágica comedia... evitar el final - No lo quiero -
Puede tratarse de cobardía, en líneas convencionales,
como también, un caso particular de reconocimiento,
una muestra en blanco y negro de mi humanidad (o fragilidad, es lo mismo)
una lágrima que habla de raíces, que me aconseja,
y dice qué en última instancia no estoy tan lejos...
Nota: No me apagues la luz cuando despiertes.