Entonces alguien se descontrola. Tú, que eres nueva, que no sabes qué hacer en esos casos. Que te quedas mirando esperando que alguien haga algo... Tú, que en ese momento intentas entender que está pasando; te das cuenta de muchas cosas.
La primera cosa es que nada es lo que parece.
La segunda es que hay que empatizar. Y cuando empatizas, piensas en qué harías tú después de todo lo que le ha pasado y la verdad es que no va muy desencaminado si lo piensas bien. La verdad es que su enfado, o su tristeza, tienen parte de razón. Entiendes cada lágrima que ves, cada grito y cada mirada.
La tercera para mi es la más importante, y es a la que más gente se le olvida, tristemente. Mientras tú estabas pensando todo esto, hay alguien intentando sujetar, o intentando calmar... Olvidamos que todos somos iguales en el fondo, que nadie necesita ser calmado, ni agarrado. Todos necesitamos a alguien que nos diga que, antes o después, todo va a ir bien. Que aquí no acabas. Que puedes dar mucho más de ti y que lo vas a dar porque eres lo suficientemente fuerte para darlo. Alguien que te diga "¡Eh, que no estás solo, que yo estoy contigo!" Que te levante o que se tire en el suelo contigo.
En definitiva, cuando algo se descontrola, cuando algo cambia, cuando cambiamos sin saber porqué... necesitamos a alguien que sea más persona y menos enfermera.

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