Se agranda el camino, como una serpenteante línea imaginada.
Aprendemos a confiar en los colores que nos acompañan.
Luces jugando entre hojas, u hojas que pretenden ser luz.
En medio de tanto descubrir que miles de formas de vida
configuran nuestros espacios existencias,
una serpenteante línea imaginaria anuncia el límite.
Es un acuerdo entre el de dónde vienes y hacia dónde vas.
Aprendemos a no confiar en la ingratitud: en ese cada día,
que nos colma de inhumanidad o siega los sueños de fértiles prados.
Espacios existenciales donde nada te importa de nadie,
sino navegar en tu barca dorada rumbo hacia azules aguas.
Incluso el poema se sumerge en la constancia que reitera el final
de su juego oblicuo.
Alguien murmura nombres, como cuentas pétalos, como arranca hojas,
como acierta al señalar que detrás del último movimiento,
comienza otro, diferente, en la zozobra de un perseguir
las ilusiones aprendidas de lenguajes aprendidos.
:) Muy bello
Saludos