Los días de lluvia se ausentaba de sus rutinas. Ignorando la forma del horizonte caminaba sin detenerse en ningún lado. Le inquietaba llegar demasiado pronto, y el horizonte se difuminaba entre bosques y montañas, desiertos y altozanos. Al cesar la lluvia cesa en este peregrinar hacia ninguna parte y regresaba al mismo punto del que había partido. Un círculo existencial que no ignoraba los cambios de estación ni las lunaciones. Todo era singular para quien parecía perseguir un objetivo imposible. Llegaron días de intensos aguaceros. Caminar suponía un grave riesgo, pero en su inquietud decidió continuar con su única intención descubrir la forma del horizonte, la ironía de un más allá que jamás se alcanza.
Me alegro de leerte de nuevo. Siempre reflexivo y un poco enigmático. Me gusta mucho. Ese círculo que nos empeñamos en recorrer, y aunque sea un círculo siempre esperamos ver algo mas allá.
Lo dicho me ha gustado mucho volver a leerte.
Saludos.
El horizonte cabe en tantos niveles de nuestra existencia que a veces pareciera que somos hijos de los confines más difusos y oscuros.
Como mamífero que cae y se desploma contra el barro, recién salido de las cavernosas entrañas matrices, el sentido de la vida se nos entrega ya al nacer: Vinimos al mundo a morir y a buscar un imposible, vinimos al mundo a soñar dormidos y despiertos.