José.- Cuando te das la vuelta sigues viendo la tierra. Realizas los mismos
movimientos. Sientes que la vida forma parte del paisaje. Y callas.
Alma.- Te escucho cada día. No dejo de sentir que con cada palabra dices
lo mismo, pero sueñas en silencio.
José.- Será mi temor a dejar todo y descubrir mi propia inseguridad.
Alma.- Podemos morir aquí, bajo el paso de mil nubes, entre calor y
sudor. Aqui, es un espacio donde nada sirve para nada.
José.- ¡ Estás tú !
Alma.- No soy diferente a tus flores, a tus plantas, a tus manos llenas
del polvo de la tierra.
José.- Trataba de dar sentido a esta conversación.
Alma.- Buscabas esconder tu angustia bajo mis abrazos.
José.- Leí tus últimos escritos. Los guarde en mi memoria y cuando el
sol agota mi cerebro...me retiro bajo el árbol y repito cuanto
escribes.
Alma.- ¡ Me sorprende tu curiosidad ! Son mis hijos, los que no me das,
los que evitas con tu cansancio.
José.- ¡ Quizá ! No puedo llegar más allá de cuanto siempre te repito.
Alma.- ¿ Cenarás ?
José.- ¡ No !
Alma.- Seguiré acunando mis letras.
José.- Mañana buscaré la forma de besar esas frentes de papel.
Alma.- Las dejaré para ti.
José.- ¡ Lo que queda del día, Alma !
Alma.- Pero...¡ Tú estás !