No me tienen que convencer de casi nada. Cuando me dediqué a repartir mis poemas en un parque, envolvieron algunos bocadillos, y el resto acabó en la papelera. Quizá las papeleras son como esas motos americanas que cabalgan tiorros llenos de pelo, inmensos osos a la caza y captura de serpientes de cascabel para hacerse pulseras y jugar en la mesa del billar. Me olvidé de los poemas. Me melancolicé por ausencia de melancolía. Ahora escribo en las puertas de cualquier lugar. La puerta es toda mi inspiración el cerojillo echado y apunto lo que me sale y ahí se queda. Me da libertad saber que soy como un lince dejando huellas en la nieve. Pero es tan ingenuo el pensamiento que termino por borrar alguna que otra falta de ortografía. ¡Hasta ese punto nos aseguran que dan trabajo!.
LLegar a los demás a través de la poesía, siendo el género menos populista, es complicado.
Qué te voy a decir que no sepas ....
Pero en eso también radica su encanto, y su mérito.
Un enorme abrazo, admirado poeta.