Paty y Salem
11 de junio de 2012
por nereael
¡Más alto, Paty, salta más alto, sigue a la mariposa
! Hoy las margaritas han llovido sobre la hierba, y te han tejido una alfombra blanca y suave donde apoyar las patitas. La luz del sol revela en tus ojos templos de jade, columnas de esmeraldas, océanos turquesa. Te tumbas bajo un gran árbol buscando el frescor de la sombra, y yo entonces te llamo desde la otra orilla.
-¡Vamos, Paty, ven a beber del manantial!
Y te acercas a mí, elegante, pura, apenas rozando con tus almohadillas las coronas de las margaritas, sin tocarlas apenas, como si fueras parte de la misma brisa tibia que acaricia mi rostro
Sonrío al ver tu lengua bebiendo del agua más limpia y fresca que hayas probado jamás. Después te lames satisfecha, y me miras de nuevo, buscando nuevos juegos, nuevas aventuras, nuevas esperanzas.
Yo también sonrío, y te acaricio la cabecita, mientras me brindas un concierto seductor de ronroneos. Te subes a mis brazos, buscando el recuerdo de tus primeros meses de vida, cuando te refugiabas en ellos buscando calor y afecto. Te alzo un poquito, lo justo para sentir en mi cuello las vibraciones serenas de tu cuerpo, el olor de la juventud, la suavidad de tu pelo, la tersura de tu piel
No dejo de repetir la misma palabra una y otra vez: presiosa, presiosa, presiosa
Entonces es cuando veo la sombra de un tigretón blanco y negro, con el pelo ondeando al viento como un estandarte de gloria, con su antifaz negro dibujado perfecto sobre su rostro. El llega al trote, no le importa aplastar la hierba ni agitar las flores, porque es el rey del universo y tiene el ímpetu de todas las criaturas salvajes, el espíritu de todos los monarcas, la sabiduría de todos los magos
-¡Salem, Chalemcito, guapo Salem!
Me mira con sus ojos de ámbar pulido, su carita redonda de querubín. Empieza a agitar la cola y a mover las orejas frenético, y en ese instante ya sabe exactamente en cual de mis pies va a hincar el diente en la primera oportunidad que tenga, o cual de mis mejillas va a azotar con su cola, como un plumero demente.
Y entonces os encontráis por primera vez, y reconocéis en cada una de vosotros el olor del mismo destino, la ternura del mismo amor y por un momento siento esa conexión infinita y atemporal que marcan los hilos de lo innombrable.
Ahora los dos saltáis al unísono, como un equipo perfecto, intentando detener el vuelo de la mariposa multicolor, por el simple placer de la diversión, por la excitante promesa de la caza, por la simple dicha de existir como gatos
Un remolino de blanco y negro, de antifaces casi idénticos, de patitas, hocicos, y colas pinceladas desde el blanco más puro hasta el negro azabache. Salem evoca sus siestas encima de aquel monitor grande, calentito y confortable, mientras miraba desde arriba a esa humana rarita aporreando teclas como una posesa. Recuerda que me miraba como diciendo: ¿Por qué no te callas, no ves que estoy echando la siesta? Y para demostrar su desagrado dejaba caer la cola sobre la pantalla para que quedara claro que allí el que mandaba era él.
¡Qué gran disgusto cuando aquel gran monitor fue sustituido por una cosa plana, donde no había espacio ninguno donde echar la siesta al calorcito!
Paty cuenta que para ella lo más confortable y calentito es el router, y que además mientras se tumba sobre él oye en binario las conversaciones tecleadas por el chat de la otra humana, algo más pequeña pero también rarita.
Los dos están de acuerdo en que lo más excitante es escaparse por la ventana de la cocina, ya que el tejado guarda promesas de grandes aventuras. O el rincón exacto sobre la cama donde los rayitos de sol penetran por la mañana, o el metro cuadrado de suelo donde esos mismos rayos inciden por la tarde.
Salem cuenta con osadía y prepotencia que el llegó una vez a refugiarse debajo de la cama de la vecina, porque él es así, machote e indomable. Paty, en cambio, reconoce que no ha llegado a explorar más allá del rellano, porque ella todavía es pequeñita y tiene que crecer y hacerse fuerte para semejantes desafíos.
Salem habla de su pienso favorito, que no lo cambia por otro ninguno, y que es capaz de estar tres días en huelga de hambre antes que claudicar con cualquier otra cosa. Paty, en cambio, reconoce que no puede resistirse al ruido de la puerta de la nevera cuando se abre, porque el olorcito del jamón York le entra como un huracán por el hocico. Tampoco puede resistirse a probar cualquier cosa que los humanos se lleven a la boca, al fin y al cabo, si es bueno para ellos también para ella.
Reconocen sin ninguna vergüenza que son los únicos capaces de apreciar con satisfacción un balde de ropa sucia, y entre ellos se jactan de quién es capaz de hacer más equilibrismos sobre el mueble de la salita sin tirar ninguna figura. Por supuesto, puntúa la cantidad de gritos y exclamaciones de horror de los que observan la escena.
Todo esto se lo cuentan sin apenas un maullido, uno porque solo los reserva para indicar que se acaba la comida, y la otra, para indicar que quiere probar otra comida. No hace falta desgañitarse a maullar para entenderse, ya que al fin y al cabo, somos gatos civilizados, ¿no?
Entonces ambos inclinan las orejas hacia el otro lado del prado, husmean nerviosos con sus bigotes, porque saben que se acerca el resto de la familia, y que Lexuri, por supuesto, no trae buenas intenciones. ¿Querrá probar un nuevo chaleco a Paty, o un gorrito de papá Noel para Salem? ¿Qué será esta vez, lacitos, cascabeles?
-¡Paty, mi gordaaaaaa! ¡Salem, mi gordoooooooooo! ¡Patyyyyyy, no te subas a mi plato! ¡Salemmmmm, deja mi cuaderno, no lo muerdassssss!
Pero esta vez tienen una sorpresa, porque Lexuri ha traído su cesta favorita, esa en la que tantas veces se han dejado secuestrar para visitar su cuarto. Eso sí, toda bien forradita y abrigada con mantas, chales, y hasta retazos de calcetines por almohada.
Ha ido recogiendo margaritas por el camino, y el asa de la cesta es una enredadera blanca, amarilla, y verde, como el blasón recién creado de su linaje de adopción.
Antes de tumbarse juntos en la cesta, sin embargo, falta un pequeño detalle. Txutxi trae las golosinas gourmet para Salem. Ummmmm
¡esos labios rellenos de malta, esos ratoncitos de taurina y salmón!
-¿Qué pasa, Rapanui? No, quieto, solo te voy a dar tres.
Aunque al final se comerá cinco, más otras tres que le de Lexuri y otras dos yo, que soy la más rácana.
Se lanza a devorar pastillitas de todas las formas y colores inimaginables, mirando huraño a los costados por si alguien osa robarle alguno de sus tesoros.
Pero no tiene que preocuparse, porque Paty para entonces ya está metida dentro de la bolsa de carne picada, masticando con su peculiar estilo las bolitas rosadas y sangrantes de la ternera.
-¡Paty, tranquila, bonita! Despacio
.
Sin embargo, cuando uno es gato sabe perfectamente que la comida está mejor dentro del buche que fuera, y que en última instancia siempre se puede vomitar una buena bola de pelo aunque no se haya masticado la comida y esté sin digerir.
Nos tumbamos bajo el árbol porque ahora ya el calor aprieta, mientras oímos el gorgoteo del agua besando las piedras del río. Tejemos coronas de margaritas, y añadimos al trenzado de la cesta unas cuentas amapolas, para que así los sueños sean más tranquilos y más serenos.
En este momento, mi corazón no sangra, mis lágrimas no mojan sus cuerpecitos enfermos, porque permanecerán así, perennes, en mi memoria, como nubes perpetuas de blanco y negro sobre el lugar más bello y digno del universo. Seguiré cantándoles nanas, y meciéndolos en mis brazos, acariciando sus cuerpos y oyendo el redoble de su música palpitando en mis oídos, mientras toda esta familia nos observamos gozosos, tranquilos y en paz.
Gracias por ser parte de mi familia. Gracias por haberme dado la oportunidad de quereros tanto, aunque quizás eso para vosotros haya supuesto abriros las puertas del corazón para cerraros las de la calle. Perdonadnos si en algún momento olvidamos cuidar de vosotros como os merecíais o descuidamos vuestros juegos, porque al fin y al cabo, solo somos pobres humanos que no son capaces de oler ni una mofeta a un metro de distancia.
Perdonadnos los errores que hayamos cometido, porque en nuestra cerebral superioridad no somos capaces de reconocer los instintos ni las señales más básicas de supervivencia que vosotros domináis a la perfección.
Gracias por vuestra valentía, por vuestra nobleza, por saber nacer, vivir y morir como ninguna persona podría llegar a hacerlo jamás. Siempre seréis los niños de esta familia medio lunática, los confesores leales que siempre te acompañan con cariño en las negras noches del alma, que se tumban junto a ti en la cama cuando estás enfermo, que se acercan a oler tus lágrimas cuando lloras de tristeza. Los que esperan tu regreso a casa con infinita paciencia, los primeros en darte la bienvenida y los últimos en despedirse.
Por eso, en ese prado inmenso donde la noche nunca asoma, en ese rinconcito que he creado para todos nosotros, son su árbol milenario, su manantial, su alfombra de hierba y flores, nos daremos la bienvenida cada instante de cada segundo de cada recuerdo dichoso, porque sois las criaturas más benditas y más hermosas que pueden habitarlo.
En amor a Paty, mi dulce Paty, que ha dejado de respirar acurrucada entre mis brazos esta madrugada y también en amor a Salem, mi guapo Salem, mi tigretón, que murió en noviembre en una clínica sin que yo tuviera el valor suficiente de acompañarlo.
¡Fq tqerhgqerighorgqodfqpfhpqdpfq¡ Eh, chicos, bajad del teclado, que ya sabemos que sabéis escribir sueco.
Escrito en abril de 2011. El día exacto no lo quiero ni recordar. Comprendereis que se me fuera la mano con la extensión, pero es que ellos se merecen toda un enciclopedia.