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El Ángel Caido (1/3) 17 de abril de 2012
por noctambulus
La definición de algunas palabras es difícil, pues están sujetas a la subjetividad de quien las define o de quien las interpreta. Esto ha traído graves problemas a lo largo de la historia humana, y por más que el hombre ha avanzado en su evolución, hay ciertos aspectos que aún siguen anclados en una especie de arcaísmo primitivo, uno de ellos es el lenguaje, y no quiero decir con esto que el lenguaje humano sea primitivo, para nada, sería una injusticia de mi parte clasificar a las lenguas humanas como primitivas, no es mi intención calumniar o denigrar al lenguaje que el hombre emplea para expresarse, ni rebajarlo al nivel de los animales, y no es que el hombre no sea un animal, no, eso no es lo que yo quiero decir, pero de entre todos los animales él tiene una característica que lo diferencia, así que su lengua también se diferencia del resto, pero mi intención original es hacer notar que el lenguaje humano aún conserva ciertas características primitivas que dificultan la comunicación en algunos aspectos, como el significado relativo de las palabras, no todas, pero si hay un número determinado de ellas, en el que el significado dependerá tanto de la persona que la dice, como de la persona que la escucha. Esto por supuesto está demás decir que no ocurre en el lenguaje usado por nosotros, nuestra lengua es perfecta, absoluta, sin riesgo de interpretaciones equívocas o mal intencionadas. Nosotros no poseemos esas imperfecciones que produce la ambigüedad de la cual los humanos hacen exhibición a cada momento. Para nosotros las cosas simplemente son o no son, no existen puntos intermedios. Como podrán haber notado hasta el momento yo no soy humano, no pertenezco a esa raza inferior, yo provengo de una raza superior, de seres celestiales que están más allá del tiempo y del espacio, creados al principio como entes perfectos e incorruptibles, la máxima obra de la creación, los hijos perfectos de nuestro padre, o por lo menos eso creíamos. Pero sucedió algo que en su momento no supe cómo llamarlo, de hecho una parte de nosotros no lo supo hasta mucho tiempo después, y la gran mayoría sigue ignorando el nombre de ese acontecimiento que marcaría un antes y un después en toda la creación. Yo estuve ahí, cuando un rumor se esparcía como polvo en el viento, era imposible creer lo que mis hermanos decían, la simple idea era una abominación en sí misma, no podía ser cierto, sólo imaginarlo era inconcebible, impensable. Pero por otro lado la mentira era algo ajeno a nuestro entendimiento y naturaleza, un concepto extraño que ninguno de nosotros conocía, o por lo menos eso creíamos en aquel entonces. Mentira era una palabra que sólo nuestro padre se atrevía a pronunciar, aunque la palabra atrevimiento no puede aplicarse a él, puesto que él es todopoderoso, para él no existen retos, él no conoce el miedo, y de nuevo caigo en otra contradicción, ya que para él no existe nada oculto, él lo sabe todo y está en todas partes al mismo tiempo. Veo que es difícil hablar de mi padre a la ligera, lo que me obliga a hacer un capítulo aparte para explicar su naturaleza, y así los que oigan mi relato me puedan entender. Pero me estoy desviando del tema principal, que no es otro que aquel rumor que mencioné antes, y que para bien y mal mío y de mis hermanos se transformó en verdad, aunque las palabras bien o mal según mi experiencia, y créanme que tengo mucha, son ambiguas y pueden interpretarse según la percepción del que juzgue. Y es por eso que hablaba de la imperfección del lenguaje, la cual no es otra que la ambigüedad de las palabras según la persona que la interprete. Pero para no dilatar más el asunto, me propongo a relatar la cadena de acontecimientos que terminaría por desatar la guerra en el cielo.
Al principio todo era oscuro y sin forma, un vacío carente de vida, así comienza la historia que todos conocen, y la verdad es que nadie sabe como era el principio porque nadie estaba ahí para verlo, ni siquiera nosotros los ángeles, seres de luz y perfección, habitantes de una dimensión superior a este plano material y decadente, en el que me encuentro ahora por seguir a alguien que decía tener la verdad, alguien que se consideraba el ser más perfecto y hermoso de la creación. Y en verdad que era hermoso, lo sigue siendo, pero como descubriría más adelante y para mi pesar y el de mis hermanos, la palabra perfección no podría aplicarse a él. Todo comenzó con un rumor, y para que comprendan la agitación que aquellas palabras causaban en nosotros es preciso que les hable un poco acerca de nuestra historia, no pretendo con esto dar un registro cronológico y detallado de los asuntos celestiales, nada más alejado de mis verdaderas intenciones, sin embargo considero que es necesario entrar en ciertos detalles para aclarar de una vez y para siempre ciertas cuestiones que, se han venido hablando de nosotros durante unos cuantos miles de años, y que no son del todo ciertas, debo aclarar en este instante que las palabras días, meses, años, tienen para mi poco significado, puesto que nosotros tenemos una manera muy diferente de percibir el tiempo, pero ese es un asunto en el cual no pretendo ahondar, ya que considero es irrelevante para ustedes. Lo que realmente importa es la situación en la cual se desarrollaron los hechos por los cuales fuimos condenados, y no digo que injustamente porque reconozco nuestra culpa en la parte que nos tocó actuar, pero si considero injusto que se nos condene eternamente por defender lo que considerábamos era correcto, no se puede condenar a alguien que cree luchar por la verdad. Y como escuche una vez decir a un humano insignificante, pero al cual la historia se ha encargado de inmortalizar, por pronunciar esas palabras que bastaron para que el nombre de este romano ambicioso quedara grabado en piedra. ¿Qué es la verdad? Preguntó este hombre, pero no obtuvo respuesta alguna. Así mismo pregunto yo, qué es la verdad, alguien puede decirlo, creo que no. Cada cual ve la verdad según su perspectiva, y he aquí que descubrí lamentablemente que tenemos algo en común con los humanos, y es el hecho de que cada uno juzga según su condición, y cada cual cree poseer la verdad, palabra que está sobrevalorada a mi parecer. Ahora la palabra que desató la guerra no fue esa, claro está que si tuvo cuota de participación, mas no fue el detonante principal, la chispa que encendió la llama de la discordia fue la obediencia, y es que quizás para los humanos esto no signifique mucho, pero para nosotros es el resumen de toda nuestra existencia. Para el mundo angelical todo se resume en la obediencia absoluta a la voluntad de nuestro padre, no importa lo que hagamos, en nuestra moral el pecado no está sujeto a los actos que realizamos, podemos matar, destruir, torturar, todo está permitido siempre y cuando lo que hagamos sea por voluntad del padre celestial, si obedecemos sus ordenes no importa lo que se nos ordene nos mantendremos en gracia, pero no está permitido que actuemos por nuestra cuenta, el pensar no forma parte de nuestra naturaleza, o por lo menos eso creíamos, y eso creen los hermanos que aún conservan su gracia en el cielo. Y debo decir que a ningún ángel se le ocurrió antes pensar por sí mismo, esa cualidad debo admitir no sin algo de dolor y vergüenza, no forma parte del conjunto de gracias que el creador otorgó a los ángeles al momento de su creación. En resumen el pecado en un ángel tiene un solo nombre, y ese nombre es desobediencia, pues no fue creado para pensar o para actuar por sí mismo, fue creado para obedecer, para alabar y cumplir la voluntad de Dios, nada más. Empero sucede que a veces las cosas no acontecen como deberían, el plan perfecto tiene errores, y eventualmente un elemento se rebela contra el sistema, desatando un caos que termina por causar la rebelión en una parte de los elementos y los arrastra en su decadencia hasta arrancarles su gracia, sumergiéndolos en la miseria y la condenación eterna.

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