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Resplandor de una Mente Sin Recuerdos (1/3) 10 de abril de 2012
por noctambulus
Tengo frío, aunque es una noche sin viento, oscura y sin luna, la niebla lo cubre todo, es imposible ver más allá de mis dedos extendidos hacia adelante en medio de esta nada que me rodea. No recuerdo bien cómo llegue aquí, y para ser sincero ni siquiera se en dónde estoy. En mi memoria sólo tengo retazos de una vida, recuerdos, vagos recuerdos y nada más. El frío es tan intenso, resquebraja mi piel, atravesando mi carne tortura mis huesos, me duele respirar, aunque es una sensación extraña, pues siento como si el aire no llenara mis pulmones, es como si no hubiese aire, sólo esta sustancia brumosa, informe y vaporosa que lo rodea todo, no puedo ver nada, no veo mis pies, y ahora que lo noto, no siento el suelo por el que camino, es como si flotara en medio de esta vacuidad que lo absorbe todo, no veo nada, no oigo nada, sólo estoy yo, el silencio, la oscuridad y nada más. Sigo caminando, sin saber a dónde ni cómo, más que caminar floto, me deslizo a través del vacío, como si fuera humo de incienso que sobre el aire flota, como el aroma de un perfume que se expande en el ambiente. Así me siento ahora, sin saber en dónde estoy ni a dónde voy, al igual que una hoja que flota sobre el agua movida por las ondas que se expanden en todas direcciones, sin embargo ella sigue allí en el mismo lugar, flotando, sin dirección.

A mi mente vienen recuerdos de momentos diferentes, de noches de luna llena, viento suave y fresco, aroma de arboles con tierra mojada, en los que al extasiarse por el fulgor plateado de la luna, mi mente alucinaba con su belleza argentosa, que desde las alturas me saludaba, invitándome a danzar con ella. Es obvio que nada de esto sería posible sin la ayuda de las sustancias mágicas, como las llamo yo, pues al beberlas y al fumarlas me hacen sentir como Alicia en el país de las maravillas, y aunque no corro detrás de ningún conejo blanco, si he llegado a ver orugas que fuman. Cuando entro en este trance todos los objetos cobran vida, y todos adquieren la cualidad de hablar, claro que ninguno es tan hermoso y lleno de gracia como mi dulce amante, si ella que desde lo alto me saluda con su aura fluorescente, con su palidez lúgubre y mortecina. Al contemplarla siento que puedo volar hasta llegar a ella, para fundirnos en un sólo ser lleno de amor y deseo, de lujuria y pasión. Mi hermosa dama plateada, la que ocupa mis pensamientos, y por la cual soy capaz de hacer lo que sea, hasta de probar mezclas que todos consideran peligrosas, sustancias que no deben consumirse juntas ni en proporciones exageradas, pero nada de eso importa, no hay precio suficiente que se compare al placer de contemplar a mi dulce amante en toda su plenitud, antes de que su gracia mengue y su presencia desaparezca del cielo por algunas noches.

Ahora es importante aclarar, que esto no siempre fue así, y digo no siempre porque ahora vienen a mí más recuerdos, que parecen extraídos de otra vida, de otra persona que no era yo. Era lo que podría llamarse una persona normal, o por lo menos en apariencia, ya que dentro de mí nunca me considere normal, siempre supe que era diferente. De niño en la escuela me habían diagnosticado con un ligero problema de déficit de atención, pero al ir creciendo el problema se fue acentuando, los terapeutas que me habían visto nunca comprendieron que mi problema no era de atención, sino que yo tenía la capacidad de escapar a realidades alternas en las cuales podía encontrar alivio a esa realidad que me sofocaba y oprimía, a esa realidad mediocre que envolvía a todos los que me rodeaban, y en la que al parecer todos se sentían conformes, como peces que nadan juntos llevados por la corriente, como gusanos que se apilan y aplastan entre sí para devorar su pedazo de basura de la cual se alimentan, cómo mosquitos que vuelan en multitud hacia esa luz cegadora y atrayente que deslumbra todos los sentidos y que conduce a la muerte. Es que en el fondo la mierda de ese mundo en que vivía me ahogaba todos los días a cada momento, no soportaba estar ni un segundo en ese mundo de marionetas y robots, al que todos odiaban pero que no hacían ningún esfuerzo para cambiarlo, al contrario, hacían cualquier esfuerzo posible por adaptarse a él y sobrevivir entre la inmundicia, la mayoría se conformaba con esto, los más temerarios y ambiciosos escalaban sobre los cadáveres de los demás sin el menor escrúpulo ni remordimiento, ascendiendo entre los despojos y la podredumbre de un mundo que se consume a sí mismo, y se descompone en su propia mierda. Apenas consciente de su patética realidad, execrando a todos aquellos que se atreven a pensar diferente, condenándolos al exilio, al olvido, a una muerte lenta y triste. Pero yo era diferente, era superior, y digo era porque en el estado en que me encuentro ahora, ya no sé si soy, era, o ya no soy más.

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