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Resplandor de una Mente Sin Recuerdos (2/3) 11 de abril de 2012
por noctambulus
El tiempo fue pasando, yo fui creciendo y mis capacidades para evadir la realidad fueron aumentando, al entrar en la adolescencia descubrí que el alcohol era un agente que potenciaba mi habilidad de evadir la realidad consciente, él me ayudada a escapar a lugares en los que sólo una mente superior como la mía podía llegar, lugares que no eran accesibles a simples mortales que se conformaban con ese mundo del cual yo hacía todos los intentos posibles por escapar. Uno de esas capacidades que más se había desarrollado con el tiempo era la de crear mi propia realidad, poco a poco se me hacía más difícil distinguir entre el mundo de los sueños y el mundo real, por lo que pronto me di cuenta que no había diferencia entre sueños y realidad, yo me había convertido en una especie de Dios que hacía de sus sueños su propia realidad. Al principio soñaba despierto, pero con el paso de los años las cosas comenzaron a cambiar, caía en sueños profundos de los cuales al despertar no era capaz de recordar nada, a menudo despertaba con golpes y rasguños por todo mi cuerpo, en muchas ocasiones estaba impregnado de tierra y suciedad. Ah cuán lejos estaba del resto de los simples mortales, seres inconscientes y condenados a estar encadenados a una realidad creada por alguien más, incapaces de crear su propio mundo para refugiarse en él. Pero no, yo era diferente, yo podía crear mundos a mi antojo, solo bastaba que tomara una cantidad suficiente de mi elixir mágico y en un instante me convertía en un ser divino, creador y destructor de cuanto yo quisiera. Luego descubrí algo que cambió mi vida para siempre, había sustancias más poderosas que el alcohol para convertirme en Dios. La primera vez que la probé fue como ir al cielo en un solo viaje, bastó que fumara una cantidad de esa hierba maravillosa para que en seguida fuese capaz de crear realidades superiores a cualquiera que hubiese creado antes. Ya no era Dios era una especie de SuperDios, un gran señor creador y destructor. Ahora sentía que estaba en el país de las maravillas, los demás eran como Alicia que no entendía que pasaba ni en dónde estaba, yo en cambio era cómo la oruga que fumaba de su narguile, por más que esta se esforzara por explicarle las cosas a esa pequeña niña, ella jamás lograría comprenderlas.

Y digo esto porque a medida que mi mente evolucionaba a niveles superiores, mi familia comenzó a molestar y a entorpecer mi proceso de ascensión, ellos no entendían mi superioridad, y no los culpo, sumergidos en su propia insignificancia no eran capaces de ver la grandeza que tenían en frente. Comenzaron por obligarme a buscar un tratamiento a la enfermedad que según ellos yo padecía, que ignorantes eran, no entendían que yo no estaba enfermo, yo era un ser divino y como tal tenía habilidades que ellos no eran capaces de comprender. Como dije antes comencé a caer en profundos sueños de los que al despertar no recordaba nada, es así como un día al despertar de las sombras de mi mundo alterno, me encontré con una noticia que causo un gran gozo en todo mi ser, fue una sensación indescriptible de alegría, si es que la palabra alegría puede aplicarse al estado en el que yo me encontraba. Y el asunto que causaba ese torrente de emociones en mí no era otro que la solución a unos de mis problemas, la cual había llegado de manera inesperada y silenciosa. Al parecer de la mano de algún ángel vengador que no soportó mas ver la injusticia de la cual yo era víctima por parte de aquellos que eran incapaces de comprender mi superioridad, en realidad no se qué fue lo que pasó, de hecho nadie lo sabe, según la policía pudo tratarse de un robo, aunque al parecer nada había sido robado, ni nada había sido movido de su santo lugar. Pero el hecho en cuestión era que en el garaje de la casa el cadáver de mi padre yacía apuñalado en el pecho desde la noche anterior, había muerto ahogado en su propia sangre, pues el objeto que se usó para llevar a cabo la sentencia de la cual era merecedor por haberme tratado de forma tan injusta, no había perforado su corazón, pero en cambió sus pulmones no tuvieron la misma suerte y terminaron siendo perforados en varias oportunidades, provocando que la sangre inundara todo y que mi padre terminara ahogado en una charco de su cálida, viscosa, y roja sustancia vital. El arma homicida jamás se encontró y la policía pronto desechó el caso, o por lo menos eso es lo que decían mi madre y mis hermanas, pues para mí nada más importaba sino el hecho de que me hallaba libre de uno de mis más grandes obstáculos. Ahora sólo faltaba que ese ángel vengador obrara nuevamente y todo estaría completo, tres obstáculos se oponían para que yo pudiera vivir a plenitud. Sólo tres milagros más y todo estaría listo, y algo me decía que esa mano vengadora y celestial escuchaba mis pensamientos, todo acabaría pronto, eso me decían mis voces y ellas nunca se equivocaban.

Ahora es tiempo de hablar de ella, mi único amor, mi amante perfecta, la que me seduce desde las alturas con su pálida desnudez, no recuerdo exactamente cuándo fue la primera vez que oí su voz, pero si estoy seguro que fue después de comenzar a probar las pastillas, las tomaba de todos los colores, y eran para mí la única fuente de poder, ellas eran superiores a todo lo que había probado antes. Y fue gracias a ellas que pude escuchar la suave voz de mi amada, esa voz susurrante, como de serpiente, que se deslizaba desde las alturas hasta mis oídos, y de ahí a través de todo mi ser, a pesar de que no era más que un susurro, lograba opacar a todas las voces que hacían vida en mí. Recuerdo pasar noches enteras contemplado su fulgurante rostro que me invitaba a ir hasta ella, a poseerla y a hacerla mía, a unirnos en un acto sexual y convertirnos en un solo ser, hasta hacerla llegar a un orgasmo infinito. Pero he aquí que algo comenzó a suceder, y es que mi habilidad de caer en profundos sueños no sólo se acentuó, sino que mi memoria comenzó a perder su capacidad, de pronto me encontraba en un lugar sin saber cómo había llegado allí. Había trozos de mi vida que estaban totalmente en blanco, pero eso me tenía sin el más mínimo cuidado, ya que mi vida no transitaba por ese mundo miserable del cual mi memoria se había desprendido, yo estaba en mi propia dimensión, creada a mi antojo y voluntad. Y mi única ambición en esta existencia vaporosa y alucinante en la que ahora transcurría mi ser, consistía en admirar, amar, y satisfacer los deseos de mi amada, la única.

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