Me senté delante del inmenso mar, mirando al horizonte buscando algo que pronto iba a encontrar. La soledad iba apoderándose de mí. Me sentía cómo una pequeña molécula dentro de un espacio gigante. La calma, pronto iba a romperse, igual que yo. Miré dentro de mí, hacía mucho tiempo que no me permitía sentir, sabía que mi calma interior estallaría contra las rocas.
Así ocurrió, sentada en ese banco, sola ante la inmensidad, mirando al punto donde mar y cielo formaban una sola imagen, empecé a estallar. Pequeñas partes de mí, dolor, frustración, amor, pasión, fragilidad, miedo, tristeza, salieron disparadas perdiéndose entre la marea.
Me sentí sola, perdida y sin rumbo pero me había liberado, la gran carga que sentía se había evaporado y allí, delante del inmenso mar, un día muy frío, me rompí en mil destellos para amanecer mucho más fuerte, mucho más yo.