Creía verla a todas horas. En las calles, en los parques, en las tiendas, en los bares, en los ojos de la gente. La perseguía, corría, saltaba, hacía infinidad de peripecias con tal de encontrarme con ella de frente. No lograba verla nunca entera. Era escurridiza, y cuando más se necesitaba huía.
Hablé con gente que me aseguraba que la había presentido cerca. Yo no podía creerlo. Yo tan solo había conseguido ver su sombra, y de refilón.
Un día, cuando todo parecía desbordarse, comencé a llamarla a gritos. No solo la necesitaba yo, la necesitaban los desahuciados, los perros abandonados, los familiares de aquella muchacha que murió a causa de los golpes que su marido le propinaba cada santo día y que lloraban porque aquel hombre se había librado de la cárcel. La buscaban en las escuelas y los hospitales, para poder parar a aquel monstruo llamado "RECORTES". Salieron a la calle todos los que se sentían abandonados por ella. Gritaron y gritaron hasta quedarse sin voz, afónicos, desesperados. No aparecía. Daba la sensación de que se la había comido la tierra.
Y la gente gritaba y gritaba, pero Justicia no aparecía.
Es muy difícil encontrarte con ella. A veces sólo aparece si hay dinero de por medio. Yo la suelo llamar de otra forma: Injusticia. Ya esperaba tu escrito, grande como siempre. Besos!