Los pastores de un rebaño que no es otro que el país, se reúnen para jugar al parchís y tomar decisiones sin cabeza.
Luego ese señor con corbata, se pone su chándal, y se va a pasear. "Caminando rápido". Al pueblo no nos queda más que burlarnos. De lo patéticos que son algunos. De lo imbéciles que son otros.
Riámonos. Mucho mejor que llorar, aunque sería más natural, observando los tiempos que corren. Sí, que corren y se ve que nunca llegan. Están estáticos en un rincón de la despensa. En una estante de la nevera. En una cifra del banco. Escondidos en un sobre en el buzón.
Luego se desgañitan allí entre los otros granjeros. O mejor dicho, entre las otras bestias. Nos ponen precios. Dicen un sinfín de promesas por nosotros. ¡Pobres ovejas! Si hacen más por nosotras de lo que deberían. Ay... Es que si no viene ese perro a guiarnos nos perderemos entre los matorrales...
¿Quién se apunta a perderse conmigo entre las ramas? No sé si estaré en lo cierto, pero diría que el pastor nos lleva al matadero. Ya somos unos cuantos que estamos intentando huir. Puede que el camino no sea sencillo. Pero solo se requieren unos pocos libros, entre ellos alguno de historia. Pero saldremos adelante, ya verán.
Las ovejas unidas jamás serán vencidas. Usemos nuestra lana como escudo.
A veces esos pastores pierden parte de su rebaño de ovejas y miran hacia otro lado. Luego van a por ellas e intentan atraerlas de nuevo ofreciendolas poco más que pasto seco... Como tú bien dices, si luchan juntas no podrán vencerlas.
Muy bueno, Olivia.
Un beso.