Me gustaría poderte tocar. Sentirte, ni que sea una sola vez. Saber qué se siente.
Hace tiempo que no hablo de ti. Algunos creen que sentirme feliz ha hecho que te olvide. No es así. Solo intento que no duela tanto el hecho de que seas tan resbaladiza. Porque parece que todos tengamos las manos hechas de mantequilla, y aunque lo intentamos, eres tú la que no se deja atrapar.
Algún día llegué a escuchar el ruido que hiciste rompiendo los espejos. Dices que quieren delatarte, incluso llegar a encarcelarte en sus cuerpos. Tú dices que no eres de nadie.
Los más bellos paisajes siempre tienen una figura discordante. Los rostros más afables esconden verdades que se quieren evitar, mentiras que se convierten en heridas, que se hacen hemorragias.
Las historias más apasionantes conllevan páginas de aburrimiento llevadero, pero aún así desentona.
Y las sonatas que hacen bailar hasta los pies más sedentarios, siempre tiene un resquicio, una mísera nota que no acaba de cuadrar.
Por eso, aunque aquellas que se muestras intocables ante una fotografía, fingen como actrices. Saben que les faltas, y te quieren, quieren aprovecharse de ti, y no lo consiguen.
Porque no hay una fórmula que te tenga como resultado. Eres la perfección. Solo una palabra, que al final definen como subjetiva para que dejes de herir a los corazones más solitarios.