Yo tengo encielado el milagro primero,
la excusa infinita del que viene después,
el argot amargo de la gargantatrapada,
la crepúscula brisa de un aliento de fe.
No araño el costado de la letra por gusto,
ni maligno sintaxis como anteúltimo pie.
La sal
que extraña
aquel mar
destino tiene:
babearse las penas con miel por saliva,
rumiar de tonteras la espalda del mal,
quebrarse de soles los huesos finitos
y besarse el final antes de empezar.