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Cartas a Verónica (1)

La luna nos iluminó, descubriendo el rostro de la tristeza
acerqué mis manos a su cabello corriente
y le obsequié mi pobre y sincera mirada
no soy nada más que esto, le dije
y ella me susurró embargada de emoción:
eres todo lo que busqué.

y si tenés que llorar, entonces llorá conmigo
tu lamento es el gemelo quejido de mi alma
escapémonos esta noche, de la arena de este coliseo
como dos gladiadores que se rehúsan a pelear
una última mirada de tus ojos castaños me bastaría
para morir en paz, Verónica mía.

Yo no era nadie, más que una reminiscencia
alguna vez humano, bello solamente en sueños
yo no era nada más que un monstruo, y ella lo sabía
mi vergüenza, mi debilidad, mi pan de cada día.
mas ella apartó el cabello sucio de mi rostro
y se atrevió a buscar la belleza donde solo parecía
haber dolor
y la belleza de ella se encontraba en ese gesto
y la besé como las bestias suelen hacer, amarga
y desesperadamente.
Os227 de mayo de 2011

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