El cielo no cambia,
tampoco el silencio.
Las horas transcurren
sin otro motivo
que su propia existencia,
la cual carece de tal
por supuesto
de cualquier manera.
Algunos se acercan
al ídolo inmóvil
creyendo que allí
encontrarán un signo.
Desde lejos pienso
cuánto los envidio.
Y aunque sé que delante
me llama un espejismo
mis pies no se detienen.
Un regalo, o nada,
un castigo, o algo.
Sea lo que fuere
este viaje sin destino
sigue siendo lo único.