Tan sólo un poco de espera para reventar los picaportes
destilar la luz avinagrada en la celosía de la ventana
caldear los postes el la hoguera del último día,
para que no funcionen cuando vallan a abrir los ojos
y así poder lucir trajes más obscuros que ciegos.
La razón del por qué se anudan las caderas
se incendian los barcos que trasladan el mensaje del mar
se derrumban los puentes,
está petrificada en esas cuevas que se confunden
hasta viéndolas con telescopios.
Pero no hay de necesidad de querer hallar aquél vestigio
de legajo invisible extendido en su misterio informativo
ya que aún me falta descifrar algunas letras de su abecedario
que trata de hablar con la lengua seca y angosta
de regalar palabras a los vivos y a los muertos.
Los acoples encajan imperfectamente les faltan partes
se ha extraviado una que otra pieza imprescindible,
los acertijos sobran cuando las instancias se desarman;
ahora que los faroles se derritieron
hurgar a solas tiene por fin una entropía constante en el suelo.
Chocar con las palabras derivadas al olvido
tropezar con trapos que no absorben ni el aire disgregado
amortiguar en uno que otro cuerpo desconocido
resbalarse con la lluvia hecha añicos
darse cuenta que la soledad siempre anduvo por ahí
tirada como las hojas oxidadas en el pasto.