Esta es la historia de un hombre que nunca pudo terminar de leer un libro. Cuando comenzaba a leerlo, de alguna forma era interrumpido. Primero fue con una llamada, después con una inoportuna llegada de un pariente lejano que lo distraía durante todo el día. En el autobús sacaba el libro para darle una hojeada, no pasaba mucho tiempo y entonces podía ser espectador de un choque. Con el tiempo comenzó a comprender que nunca iba a poder acabar la lectura de ese libro. Pero la historia lo había atrapado. No podía dormir por saber que decía. En las noches, sufría de insomnio por saber el desarrollo. Lo abría y entonces un huracán azotaba la ciudad. Después de muchos años. Cuando era viejo. Su esposa había muerto y había quedado solo en su casa. El silencio le parecía irresistible. Estaba sentado en una hamaca. Enfrente del libro. Lo miro y después de un rato lo tomo entre sus manos. Decidió salir a dar un paseo. El lugar estaba deshabitado. Todos habían decidido mudarse pues ocurrían muchos desastres. No pudo resistir la tentación. Lo abrió y comenzó a leer. Había decidido que no moriría sin antes conocer el final. La tierra se comenzó a abrir, el cielo se comenzó a oscurecer. Leyó precipitadamente, apurado por el estrepito de los truenos. Sus ojos se movían de izquierda a derecha, sin volteaba a ver el edificio de enfrente que se desmoronaba a pedazos o la lava que surgía de la grietas del suelo. Cuando dio vuelta de página, miró con horror que la última página había sido arrancada. En ese momento el mundo sucumbió.

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