Hoy es uno de esos días en los que mueres de amor y de ayer, en los que al compás de la música enjugas tus lágrimas con el pañuelo de los recuerdos y más que secar mojan más el alma. Y desnudas tu ser desgarrando la garganta con aquel grito o llanto que nunca sale y se anida en el más oscuro rincón de la mente, o del cuerpo, o del corazón o tal vez de la razón.
Hoy es uno de esos días en los que las letras brincan de las hojas y bailan sobre mi cabeza y las hojas vuelan de las letras para anidarse en la distancia y morir, y recrearse dos segundo después.
Hoy es uno de esos días en que con las tijeras puedo cortar el hilo de mi amor y partirlo en dos o en mil y dejar que se vaya al olvido con el viento de hoy y amarrarlo a mi corazón para no olvidarme de ti mañana; y como tijeras mis ojos van cortando el horizonte y perdiéndose en el infinito paisaje salado y cortando corazones de nube y de arena y revolcándolos en el mar como si fuera azúcar. Mientras, en el conciente vislumbro quien entra y sale de una página como si la vida fuera un libro en blanco y ahora msimo estuviera escribiendo sobre él. Y de repente en la oscuridad aparece un lazo de luz que ata mis receurdos y los sumerge en el río de mi mente y como cuan película empiezan a rodar sobre mis ojos las fotografías y videos compartidos con éste o con aquél, donde la figura paterna no está ausente y los lazos familiares de unen más de un extremo y se desatan más del otro.
Hoy es uno de esos días en que la tristeza no cabe en mis ojos ni en mi ser y las lágrimas de polvo se van conviertiendo en concreto y van forjando un camino delante de mis pasos.
Y el segundero del reloj de pared se detiene para poder asomarme a la ventana y bajo las cortinas de humo y de espanto acaricio el cielo de pensamientos y el mar de dudas y las montañas de alegrías y los abismos de nostalgias.
Hoy es uno de esos días en que puedo sentarme en la tierra y admirar el firmamento y hundirme en mi amor y ahogarme de felicidad.