TusTextos

23 Capítulos

El cenicero estaba lleno, la cafetera vacía y las letras ausentes en la pantalla del ordenador. La noche oscura y fría nublaban esos sentimientos tan profundos que un escritor cualquiera intentaba reflejar en un procesador de textos. El ático donde vivía se hacía pequeño para que la ansiedad y la inspiración pudieran quedarse a dormir, así que tan sólo se quedó la ansiedad. El texto permanecía en un blanco tan desafiante como el calendario que marcaba un día menos para la fecha de entrega. Deseaba ser capaz de detener el tiempo, pero las
agujas del reloj seguían avanzando con su absurdo tic tac riéndose de las ausencias de las musas que en antaño paseaban semidesnudas por aquella pequeña habitación, vestidas únicamente con sentimientos que se quitaban, dejándolas en aquellos textos cortos, pero intensos que solía entregar puntualmente en una pequeña revista literaria, o aquella novela fabulosa que le dio un nombre y una exigencia, escribir una segunda novela que no era capaz de escribir. Aquella noche no habían musas.
Las altas horas de la madrugada no siempre perdonan, y a pesar de las altas dosis de cafeína, el escritor se quedó dormido dueño de su propio caos cayendo en un mar de sueños surrealistas. Yo permanecía despierto, tomé rumbo y control de su ordenador personal para escribir lo que la ansiedad no dejaba contar al escritor. Me sumergí en los confines de la imaginación, recorriendo sus calles, buscando las palabras, las metáforas y las historias que diesen cuerpo y espíritu a una novela que estremeciera el corazón de aquellos que fuesen capaces de llorar con las historias ajenas.
Despertó confuso, al poco de haberme ido, dejando terminado el primer capítulo, el escritor despertó,
Preparó la cafetera y una vez en el fuego se acercó al ordenador. Atónito al ver el texto escrito en la pantalla de su ordenador sin saber cómo. Sólo el dulce silbido del café llamando a gritos pudo despegar su mirada. La piel de gallina y una lágrima emotiva se escaparon al finalizar la lectura.
El escritor no sabía el porqué de ese texto, comprobó las ventanas y la puerta, nadie parecía haber entrado allí.
A cada noche la misma escena, cenicero lleno, cafetera vacía, noche oscura y fría, ansiedad en lugar de musas y una madrugada que no perdona haciéndole caer en otro mar de sueños. A destrangis escribía un capítulo entero por cada noche que paseaba por las calles de su imaginación fraguando en metáforas ese caos que llevaba dentro, ese otro sentido de la vida, esa manera distinta de ver las cosas.

A cada mañana, misma escena; atónito, silbido de cafetera, dudas y porqués. Así durante 23 noches, 23 mañanas y 23 capítulos

El escritor dudaba que hacer con la novela acabada, su ética no le permitía publicarla con su nombre, una novela que casi con seguridad le daría el prestigio que tanto deseaba de entre los que conocen el mundillo. Decidió no hacer nada, abandonó la revista literaria donde trabajada y devolvió el adelanto de su segunda novela y se encerró en su ático con la obsesión de que alguien entraba en su casa las noches que dormía. Es lo que tiene la soledad, da por pensar demasiado. Muchos miedos para tan
poco espacio. Así todas las noches hasta que decidió creer que había caído en algún tipo de locura.
Al día siguiente visitó a un psiquiatra de esos que con un péndulo intentan adentrarse en lo más profundo se tu ser, en el alma de las personas, abrir el cajón lleno de miedos para ver lo que hay dentro. Un dos tres y te dormirás, y al dormirse el escritor desperté Yo.
Lo llamaron trastorno de despersonificación y el escritor pidió ingreso voluntario a un centro psiquiátrico, antes de eso borró la novela para que nadie la publicara, aunque su mismo cuerpo la había escrito no era el mismo alma.
Así que decidí irme del lado des escritor al poco de empezar el tratamiento, le deseo lo mejor. Nunca más volví a saber de Él
Patxidelpoiso16 de octubre de 2015

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