TusTextos

Carta a Sebas.

“3 de Octubre
Querido Sebas,
Supongo que una carta mía te habrá impactado, después de tanto tiempo, trece años… dios mío, como pasa el tiempo.
Estoy encerrada, en un hospital, el de siempre, ya no voy más allá de mis fronteras. En mi ficha pone “terminal”, es algo que en aquellos tiempos no habría entendido, ¿Cómo puedo estar tan enferma? Me pregunto. Supongo que la vida es así, Dios descarta a los que les gustan y a los que no, aun que, yo nunca creí en Dios.
Apenas hace una semana que estoy aquí. Mi hermana viene cada día a verme, y me lee cartas, tus cartas.
Las había estado ocultando todo este tiempo por mi bien, dice, pero no puede dejar que me vaya sin saber que me querías.
Yo no le guardo rencor, no soy de esas.
Necesitaba escribirte, igual que hiciste tú durante un año entero, una carta por cada mes, aquí las tengo, a mi lado, envueltas con un lazo. Voy por la quinta, me quedan siete.
Son largas, la mía no lo será tanto, solo tengo un secreto que contarte, con el que no puedo irme a la tumba.
Acabé la carrera de periodismo. Escribía en el periódico, he estado diez años con eso. Han pasado lentos, aburridos, sin ninguna emoción. Ni los veranos me divertían, sabía que no habría otro como el nuestro.
Este octubre, las hojas han caído rápido, me da la sensación de que se arrastran como yo, echan de menos su árbol que les da vida, o tal vez mueran en el árbol y luego caigan, quien sabe.
El jardín de mi casa empezó a llenarse de hojas, ya nadie las recogía. Mis padres murieron en un accidente hace ocho años, me quede sola en esa mansión monstruosa. Cerré la mitad de la casa, me daba miedo, aun lo hace. Hace dos años empecé a enfermar, no me movía de la cama. Mi hermana vino a vivir conmigo, se lo agradezco.
¿Sabes? No me da miedo morir, ni pena, sé que un verano como el nuestro no se volverá a repetir, ya he vivido lo mejor. A demás, ahora sé que te importo, que me querías, soy feliz Sebas, mucho.
Te quise, te quiero, y te querré siempre, ese es mi secreto.
No me contestes, temo no poder leerlo.
Un beso,
Nat.”
Hice la maleta, me metí en el coche y fui hacia el hospital, pero cuando llegue, dos días después, sin haber parado más de diez minutos en un sitio, ya era tarde. Natalia yacía sobre su cama rodeada de amigos, y un cura la bendecía.
Maldije esa carta, podría haber llegado antes, pero ya era tarde para arrepentirse por nada.
Salí al paseo. Una floristería acababa de abrir. Compre un ramo de amapolas, las favoritas de Nat, y las llevé al hospital. “Te amo. Sabas.” Dejé la carta y el ramo encima de la mesilla y me fui.
No me invitaron al funeral, pero cada tres de octubre iba a verla, aun que murió el once.
Paulinna16 de septiembre de 2013

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